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EDITORIAL: María, la madre del Señor Jesús

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María, la madre del hijo de Dios, encontró favor ante los ojos de Dios, y Él la bendijo. Dios sabía que ella estaba dispuesta a servirle porque Él conocía el corazón de ella.  Después de haberle dado a luz a Jesús, estoy segura de que a veces ella probablemente se olvidó de que ella era la madre del hijo de Dios: por ejemplo, cuando el pequeño Jesús tenía hambre y necesitaba ser amamantado, cuando El necesitaba un cambio de pañal, cuando Él tenía frío y necesitaba sus brazos para calentar su cuerpecito y sentirse amado, cuando Él le sonrió a ella según ella satisfacía sus necesidades de comida y cuidado, cuando Él dio sus primeros pasos y cuando Él perdió su primer diente. María terminó reconociendo a su bebé como:

El Señor Cristo Jesús, hijo de María, decidió nacer igual que cualquiera de nosotros excepto sin pecado. Él tenía un propósito especial, salvar al mundo de las llamas del infierno. María sabía que su corazón iba a sufrir al tener este bebé tan especial y único, quien nació para morir por el mundo como se le había anunciado.  En Lucas 2:34-35, Simeón le dijo a María, “Y una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2:35-RVA). Verlo sufrir y morir iba a perforar su corazón por el dolor. Necesitamos aceptar a Jesús como Salvador, amarlo, alabarlo, postrarnos y adorarlo, darle honra y servirle, obedecerle e imitarlo. El Bebé de María:

El Bebé de María fue y es el único que se resucitó a sí mismo de entre los muertos cumpliendo la palabra de Dios. ¡Él ascendió al cielo y prometió que él regresará de nuevo! Cuando Jesús murió y sufrió, no solamente nos dio a nosotros la oportunidad de ir al cielo, sino que también se la dio a su preciosa madre.

(Traducido del libro en ingles por Clara Molina, A Legacy of Wisdom: Wisdom from Women in the Lives of Adam, Abraham, Jacob, Moses, Samuel, David, Solomon, and from the Ministry of the Lord Jesus and the Apostle Paul, (Bloomington: WestBow Press, 2016, páginas 228-229).