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Sus iglesias ya no se sienten seguras. Ahora los nicaragüenses trasladan su culto al hogar.

El exiliado nicaragüense Francisco Alvicio, diácono de la Iglesia Morava de Nicaragua, posa para una fotografía en su habitación alquilada en San José, Costa Rica, el domingo 22 de septiembre de 2024. AP Photo/Carlos Herrera


Cuando su iglesia dejó de sentirse segura, el diácono Francisco Alvicio y su congregación trazaron un plan. Con cautela y discreción, se llevaron el culto a sus casas.

“Si me persiguen en la iglesia, sigo teniendo mi Biblia”, afirma este nicaragüense de 63 años.

Orar en la clandestinidad se convirtió en su último recurso antes de huir de su país en 2023.

El exiliado nicaragüense Francisco Alvicio, derecha, diácono de la Iglesia Morava de Nicaragua, ora en su habitación alquilada junto a su compañero exiliado y líder miskito Salomón Martínez Ocampo en San José, Costa Rica, el domingo 22 de septiembre de 2024. (Foto AP/Carlos Herrera)

Como él, varios pastores evangélicos, sacerdotes católicos y organizaciones de derechos humanos han denunciado la vigilancia, el acoso y el encarcelamiento de líderes religiosos nicaragüenses en los últimos años.

“Llegar con un arma no es de buen corazón”, dijo Alvicio desde Costa Rica, donde vive actualmente. “Si alguien entra en una iglesia con uniforme, hablando alto, es para intimidar”.

La relación entre las comunidades religiosas nicaragüenses y el gobierno ha sido tensa desde la represión del presidente Daniel Ortega a las masivas protestas callejeras en 2018.

Ortega pidió a la iglesia católica que actuara como mediadora cuando surgieron tensiones políticas, pero el diálogo no duró mucho. Después de que los sacerdotes dieran cobijo a manifestantes dentro de sus parroquias y expresaran su preocupación por el uso excesivo de la fuerza, Ortega los tachó de “terroristas” que apoyaban los esfuerzos de la oposición por derrocarlo.

Entre los evangélicos, relativamente pocos pastores han apoyado abiertamente al presidente. La mayoría de las congregaciones se han abstenido de cualquier participación política, aunque esto no ha impedido que se encarcele a líderes y se cierren cientos de organizaciones.

ARCHIVO – Ciudadanos nicaragüenses saludan desde un autobús después de ser liberados de una cárcel nicaragüense y aterrizar en el aeropuerto de la Ciudad de Guatemala, el 5 de septiembre de 2024. (Foto AP/Moises Castillo, Archivo)

En el norte de Nicaragua, donde nació Alvicio, la mayoría de los indígenas miskitos son evangélicos. La iglesia morava -a la que pertenecía el diácono- se estableció en Nicaragua en 1894. Hasta su cierre junto a más de 1.600 organizaciones no gubernamentales el pasado agosto, contaba con unos 350.000 miembros en el país.

Durante décadas, dice Alvicio, los miskitos pudieron profesar su fe libremente. Los servicios tenían lugar todos los miércoles, viernes y domingos. Ancianos y niños se reunían en la iglesia, donde los clérigos leían la Biblia y las ceremonias terminaban cantando un himno miskito.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el gobierno impuso nuevas normas a la congregación. Primero llegó un impuesto que sus miembros nunca habían pagado. Luego, la orden de sustituir su logotipo.

“No aceptamos”, dijo Alvicio. “No podemos cambiar algo sólo porque el gobierno quiera. El único camino que seguimos es el de Dios”.

Al poco tiempo, empezaron a aparecer extraños vestidos de negro en su iglesia.

Los que tenían demasiado miedo para asistir a un servicio público decidieron orar en casa. Algunos leían la Biblia en soledad. Otros, con sillas de sobra, convirtieron sus pequeñas casas en iglesias improvisadas, llamando a algunos vecinos y líderes como Alvicio.

Cambiaban de lugar cada día, bajaban la voz y se reunían a las 4 de la madrugada para evitar ser detectados.

Cómo se han visto afectados los evangélicos por el gobierno de Ortega

Según CSW, una organización con sede en Gran Bretaña que aboga por la libertad religiosa, las violaciones contra la práctica de la fe de los protestantes nicaragüenses han sido menos visibles que las cometidas contra la iglesia católica.

Anna Lee Stangl, responsable de defensa de CSW, señaló en una publicación reciente que la iglesia católica es una organización religiosa única cuya estructura se extiende geográficamente y tiene una jerarquía clara y pública.

“La iglesia protestante está formada por muchas denominaciones diferentes e iglesias independientes, algunas de las cuales pueden ser dominantes en una parte del país y estar ausentes en otra, y que no necesariamente trabajan juntas o incluso se comunican”, dijo.

Tanto en las comunidades católicas como en las protestantes, las violaciones denunciadas por organizaciones y líderes religiosos son similares: restricciones en la duración, el lugar y la frecuencia de los servicios; prohibición de procesiones; invasión de hombres enmascarados en las iglesias; robo o destrucción de objetos religiosos e infiltración de informadores.

“La situación ha empeorado gravemente”, afirmó Martha Patricia Molina, abogada nicaragüense que lleva un registro de las violaciones de la libertad religiosa.

Según su último informe, entre 2018 y 2024 se cometieron 870 violaciones contra la iglesia católica y 100 contra los protestantes en el mismo periodo.

Además, según la organización de derechos humanos Nicaragua Nunca Más, el gobierno ha cerrado más de 256 iglesias evangélicas en los últimos cuatro años, mientras que 43 grupos católicos han sido blanco de ataques desde 2022.

Al menos 200 líderes religiosos han huido de Nicaragua, según la organización. Más de 20 fueron despojados de su ciudadanía y 65 han sido acusados de conspiración y otros cargos.

El gobierno nicaragüense no respondió inmediatamente a una solicitud de comentarios.

La historia de un pastor estadounidense

El pastor Jon Britton Hancock no lo vio venir.

¿Cómo podía sospechar que 11 pastores de su iglesia evangélica podían ser detenidos si el gobierno de Ortega había dado luz verde a sus operaciones durante años?

Él y su esposa, ambos estadounidenses y fundadores de Mountain Gateway, empezaron a trabajar en Nicaragua en 2013. Dos años después, enviaron a sus primeros misioneros y empezaron a colaborar con pastores locales.

Durante la década siguiente, desarrollaron prácticas de comercio justo del café, ofrecieron ayuda a familias afectadas por huracanes y organizaron campañas de evangelización masiva.

Pero de repente todo cambió.

En diciembre de 2023, 11 pastores de su iglesia y dos abogados fueron detenidos; sus familias no supieron nada de ellos durante meses. No fue sino hasta el 5 de septiembre que fueron puestos en libertad por razones humanitarias.

Hancock se preguntaba por qué ocurría esto. Aunque nunca participaba en discursos políticos, había predicado en el Congreso y ante la policía nacional. Se había reunido con funcionarios. Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, le habían enviado notas felicitándolo por la labor de su iglesia.

“Creo que la verdadera razón es que el Evangelio es una amenaza para las ideas totalitarias”, afirma Hancock. “Nuestra perspectiva trata de la relación personal con Dios y se basa en el amor. Y el amor no prospera si hay control o coacción”.

Con las medidas de Ortega contra las comunidades religiosas, dijo, no sólo se pierde la libertad.

Las confiscaciones por parte del gobierno han supuesto un duro golpe para las inversiones de las iglesias. Y, en muchos casos, los pastores encarcelados o forzados al exilio son los proveedores de sus hogares.

El líder local de Mountain Gateways, Walder Blandón, fue detenido junto con su esposa, por lo que ambos quedaron separados de su bebé de dos meses. Él y su hermano, dos años mayor, tuvieron que ser acogidos por su abuela, quien tiene problemas de salud, hasta que sus padres fueron puestos en libertad en septiembre.

“Así que, tanto si el gobierno nicaragüense pretende que la gente tenga miedo como si no, puedo prometerle que hay mucho miedo y que la gente está respondiendo”, afirmó Hancock.

También él ha oído hablar de varias personas que celebran reuniones en sus casas para orar. Los modestos sistemas de sonido de los feligreses ya no son una opción, dice, porque una guitarra o un piano podrían atraer a la policía que pide un registro, así que las congregaciones han pasado a la clandestinidad.

“No es muy conocido lo que ocurre con los evangélicos en Nicaragua”, dijo. “Los pastores evangélicos no adoptan sus posturas del mismo modo que los sacerdotes católicos, así que ha pasado un poco desapercibido, pero sin duda está ahí”.

No queda más que irse

Un pastor ya se había acostumbrado a que la policía vigilara sus sermones y a que extraños escucharan sus conversaciones, pero cuando alguien le dijo “van por tu cabeza”, decidió que debía huir.

“El gobierno quiere controlarlo todo”, dijo el líder evangélico, que accedió a una entrevista con la condición de que no se revelara su nombre ni su nuevo domicilio por razones de seguridad. “Temen que si uno habla contra el gobierno, el pueblo se subleve”.

En su ciudad natal, dijo, fue blanco de informantes que trataban de conocerlo y luego utilizaban subrepticiamente sus teléfonos para grabar sonidos o vídeos que el gobierno pudiera considerar de interés.

Ahora, sin él, su familia ya no va a la iglesia. Celebran el culto en casa y él se une a ellos desde la distancia, orando por su pueblo y el gobierno, por la justicia y la paz.

Alvicio también ha mantenido su fe firme.

Puede que su iglesia haya desaparecido y que anhele regresar a su país, pero a través de sus oraciones, permanece atado a su tierra.

“Nosotros, los moravos, creemos que, estemos donde estemos, podemos orar a Dios”, dijo. “Así que puedo caminar y hablar y pensar llevando ese poder, sabiendo que, aunque esté solo, él estará conmigo”.

De Associated Press. No puede volver a publicarse. La cobertura de religión de AP recibe apoyo a través de la colaboración de AP con The Conversation US, con financiación de Lilly Endowment Inc. AP es la única responsable de este contenido.

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  • Por María Elena Baseler