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Conversaciones con un padrote cambian la perspectiva de una misionera


JOHANNESBURGO, Sudáfrica (BP) — Como una misionera de la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés), Martha Richards* ministró en las calles sudafricanas entre las prostitutas, los padrotes, los traficantes sexuales y los traficantes de drogas. En su diario “Mi vida en las calles: Un peregrinaje de esperanza,” Richards comparte algunas de las alegrías, las penas y las batallas que ella enfrentó durante sus esfuerzos de alcance evangelísticos.

“Él era el enemigo, y todo lo que podía ver eran las imágenes de las mujeres golpeadas y abusadas de quienes él y otros como él se habían aprovechado,” escribió Richards sobre el padrote que conoció.

A continuación presentamos una parte tomada del diario de Richards:

Un cambio de corazón

Él no se había dado cuenta de que yo sabía quién era y qué hacía.

Me costaba trabajo verlo, hablarle o incluso verlo como parte de la amorosa creación de Dios. Él era el enemigo, y todo lo que podía ver eran las imágenes de las mujeres golpeadas y abusadas de quien él y otros como él se habían aprovechado. Vi las imágenes que mi mente creó sobre Lisa una vez que escuché que la habían encontrado golpeada, abusada y muerta en una oscura calle de la ciudad. La joven que conocía, aunque por poco tiempo, se había ido.

Yo no había conocido a Diallo antes del día de hoy, pero él representa a todos los demás.

Mi furia hacia los padrotes es abrumadora. Caminar cerca de ellos y [ver] sus caras sonrientes o escuchar su risa triunfante. Ver lo poco que les importa el sacrificio forzado de las mujeres mientras ellos echan en una mala mano de cartas todo el dinero que ellas ganaron. Verlos estar de fiesta mientras las jovencitas que ellos poseen se pasan una semana sin comida. Verlos tomar el sol o patear una pelota –jugando mientras una joven a unos 20 pies de distancia tiembla de miedo mientras se sube al carro de un hombre desconocido.

Jesús me dice que ama a esos traficantes y a esos padrotes. Quiero preguntar por qué, pero ya sé la respuesta. Sus pecados no son peores que los míos, y Jesús murió por ellos igual que murió por mí.

Ámalos.

Hoy di el primer paso. Me senté en el parque hablando con Diallo por varias horas. Anteriormente lo había observado desde la distancia y conocía a algunas de las jovencitas que son suyas. Para él, yo era un prospecto de blanco, una prostituta potencial y una desconocida en su ambiente.

Diallo era elocuente y amable, lleno de risas y coqueteos. Aparentemente era un joven bien parecido que clamaba ser cristiano –una vez que supo que yo lo era. Él me ofreció comprarme una coca-cola o un bocadillo e incluso me invitó a ir con él a la iglesia el domingo.

…Era muy bueno para escuchar, dedicando cada palabra y mirada a la mujer frente a él. ¿Acaso no eso lo que desean todas las mujeres? Él es demasiado bueno para ser verdad.

Hoy fue la primera vez que me di cuenta lo fácil que sería para mí ser traficada. Soy optimista y confiada, siempre buscando ver lo bueno en las personas. Eso no es malo, pero necesita ser moderado por la realidad del mundo a nuestro alrededor.

Señor, ayúdame a ver a Diallo –y a los que son como él—como Tú los ves. Ayúdame a aprender a amarlo y estar dispuesta a compartir el Evangelio con él. Ayúdame a perdonarlo incluso cuando él no lo desea. ¡O, Señor, por favor ayúdalo a cambiar!

Imagínate lo que un traficante o padrote –salvos por gracia- pudieran lograr entre todos los demás. Imagínate la influencia que pudiera tener para la gloria de Dios.
–30–
*Seudónimo. El diario fue publicado por la Junta de Misiones Internacionales, IMB.

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