
COREA DEL NORTE (BP)–En la universidad, Yong* aprendió las preguntas que debería hacer cuando conociera a un extranjero: “¿Cómo te llamas? ¿En qué trabajas? ¿Cuál es tu religión?”
Preguntaban estas cosas para conseguir echar un vistazo a la vida más allá de la frontera de Corea del Norte, uno de los países más aislados del mundo.
Yong le hacía una pregunta más a los extranjeros: “¿Crees en Dios?”
El joven padre nunca había visto una película de Hollywood, hablado por teléfono celular o surfeado en el internet. Como empleado de un trabajo asignado por el gobierno, a la salida se va a su hogar, un departamento de tres recámaras, el cual comparte con sus padres, hermano, esposa e hijo.
No tiene automóvil. Para llegar a su trabajo se para en una fila junto con otros colegas norcoreanos esperando un anticuado autobús eléctrico.
Lleva una imagen de Kim Il Sung, el “eterno líder” de su país, colgada en su camisa con un alfiler, cerca de su corazón, en señal de lealtad a un hombre que está muerto desde hace 13 años. En varias maneras, Kim todavía reina en la tierra a la que Yong llama “mi país” repetidamente.
Aún así, aunque el retrato del “padre entre los coreanos” cubre su corazón, a través de sus preguntas y curiosidad es evidente la prueba de la obra que el verdadero Padre hace en su corazón.
Un creyente comentó lo siguiente en referencia a las preguntas que hace Yong: “Nuestro Gran Líder realmente está obrando aquí, pero mucho es en secreto. Mi esperanza es que la Luz brille en ese oscuro lugar y que la gente tenga la oportunidad de escuchar un mensaje diferente al que se les ha impuesto.”
Se han filtrado historias sobre cómo, en este confinado país, los cristianos norcoreanos alaban a Dios en voz baja en casas o en pequeñas reuniones en restaurantes, mientras que esconden las Biblias para evitar que los internen en los gulags (campos de trabajo). Se desconoce cuántos cristianos hay en este país de 20 millones de habitantes.
Muchos de estos creyentes son el legado de un reavivamiento que sucedió allá por 1907. Miles de coreanos le entregaron sus vidas a Cristo durante el reavivamiento, el cual ha sido comparado con el Día de Pentecostés en el Libro de los Hechos. Surgió en la capital, P´yongyang, apodada la “Jerusalén del Este” en ese entonces.
Durante la Guerra de Corea a inicios de la década de 1950, miles de coreanos huyeron del norte, controlado por los soviéticos, hacia la parte sur. Cuando se declaró el cese al fuego en 1953, una línea pintada en el paralelo 38 separó a millones de coreanos de sus familiares. Los cristianos que huyeron hacia el sur formaron los cimientos del actual dinámico movimiento eclesiástico de Corea del Sur. Aquellos que se quedaron en el norte tuvieron que esconderse. Muchos murieron por su fe.
Mientras el socialismo se adentraba en Corea del Norte, lo mismo hacía Kim Il Sung, quien se convirtió en su líder y su dios.
Los homenajes a Kim Il Sung se encuentran por doquier. La evidencia del “eterno líder” está estampada en cada esquina del estado comunista ahora guiado por su hijo, Kim Jong Il.
La efigie de Kim se encuentra en una pintura colgada en el gris aeropuerto de P´yongyang. Kim se levanta encima de la ciudad en la Colina Mansu como una estatua de bronce de 65 pies de altura, con los brazos abiertos, dándole la bienvenida a los coreanos, quienes todavía le honran con flores y moños. Bajo su reinado y el de su hijo, él ha sido un presidente perpetuo, incluso después de haber muerto.
Para los norcoreanos, todavía están vivos los ideales que Kim Il Sung proclamó.
Sin embargo, esta tierra que alguna vez fuera próspera, está sintiendo los efectos de una lenta economía y una serie de desastres naturales, incluyendo inundaciones y sequías. Las familias en la ciudad capital tienen de seis a ocho horas de electricidad al día y a veces no tienen agua potable.
Además de aferrarse a la esperanza de “Juche” — la religión de autosuficiencia proclamada por Kim — los norcoreanos también están unidos por un enemigo común: los Estados Unidos.
Corea del Norte mantiene en alerta constante a la cuarta armada más grande del mundo. Anuncios enormes al estilo de la propaganda de la Segunda Guerra Mundial presentan un puño que aplasta a los EE UU.
Los norcoreanos piensan que los estadounidenses son los “imperialistas” que causaron la división entre el norte y el sur.
En contraste, la mayoría de los norteamericanos en raras ocasiones piensan en Corea del Norte. Algunos saben que tienen armas nucleares. Otros sólo la conocen como una de las naciones a las que el Presidente Bush atacó en un discurso dado en 2002.
Los cristianos que tienen un corazón que sufre por los coreanos esperan que los Estados Unidos ignoren estos estereotipos del pasado y vean a los norcoreanos como personas que necesitan a Cristo.
Los coreanos como Yong comienzan a cuestionar si realmente hay un Dios verdadero más allá del hombre a quien adoran. Buscan respuestas, aunque éstas pudieran llevarlos a la cárcel o a la muerte. Mientras se dirigen hacia Dios, incluso sabiendo que les amenaza una persecución, algunos creyentes oran para que se abra la puerta un poquito, lo suficiente para que la gente pueda aceptar a Cristo sin sufrir las terribles consecuencias.
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* Por razones de seguridad, se ha cambiado el nombre. El reporte ha sido dado a conocer a través del buró informativo de Baptist Press.
