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EDITORIAL: No todos los caminos conducen a Roma


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Nos encontrábamos en la estación de trenes de Florencia, en Italia, esperando para tomar un tren para viajar hasta Roma. El proceso de adquirir los boletos fue relativamente fácil ya que la empleada hablaba inglés.

Cuando usted viaja con tres mujeres: esposa, hija y nieta, por lo general las cosas son un poquito más complicadas de lo normal; por ejemplo, usted se debe ocupar del equipaje de toda la familia, ya que a veces suelen dejar una maleta regada en el lugar más increíble, solo para ir a ver qué venden en un kiosco, aunque por supuesto no lo hacen con la intención de comprar algo.

Con cierta preocupación comencé a observar que el asunto de tomar el tren no sería tan fácil como yo había pensado.

El mayor problema era que el tren no salía de Florencia sino que venía de Venecia y hacía una parada de solo diez minutos en este lugar. Por añadidura, acababa de descubrir que había otro inconveniente que yo ni siquiera había imaginado. El andén por el que llegaría el tren sería anunciado cuando el mismo estuviera entrando en la estación de trenes, ya que dependía del andén que estuviera libre en ese momento. Ah, me olvidaba, había pasado por alto que el anuncio lo harían para que lo entendiera la mayoría de los pasajeros del tren, por lo que sería en italiano.

Claro está que ninguno de nosotros ni entiende ni habla italiano. Así que imagine en su mente la escena: tres mujeres (una de ellas de catorce años), cinco maletas y doscientos metros de andenes. Una estación llena de gente corriendo de un lugar para otro hablando en un idioma que usted no entiende, esperando un tren que no sabe cuál es, ni por dónde va a llegar. Anuncios hechos en unas bocinas que no se oyen bien, hechas a gritos, en un idioma que usted no comprende.

Claro, me imagino que ya sabe lo que sucedió: se hizo el anuncio por los altoparlantes, todo el mundo salió corriendo y nosotros nos montamos en el vagón equivocado del tren que no era. Gracias a Dios, que como llevábamos tanto equipaje, yo aún no había logrado subir todas las maletas cuando mi esposa, hablando en el mejor “italiano” que podía se enteró con una señora que estaba sentada que ese tren iba en sentido contrario a nuestro destino.

¡Podrá imaginarse la que se armó! Por suerte yo no hablo ni entiendo el italiano, así que nunca sabré lo que me gritaban los que estaban tratando de subir al tren con las caras rojas por el enfado, mientras yo trataba de bajar con las maletas y me esforzaba por ayudar a bajar a las damas que me acompañaban. Solo recuerdo que los rostros de los demás pasajeros no eran muy hospitalarios. Así entre golpes y empujones logramos llegar al andén para de nuevo comenzar a correr en todas direcciones tratando de localizar el tren que debíamos tomar.

Claro que había personas a las que se les podía preguntar y aunque los varones no somos muy dados a hacer eso, enfrenté otro problema: no encontré a alguien que hablara inglés o español, así que tuvimos que resolver el problema por nosotros mismos.

Finalmente logramos encontrar el tren que debíamos tomar y casi cuando finalmente localizamos nuestros asientos, el tren comenzó a ponerse en movimiento. ¡Por poco! fue la expresión que todos dijimos.

Era imposible imaginar que pudiera ser tan difícil tomar un tren para dirigirse al lugar que uno desea, aunque estuviéramos en otro país y no habláramos el idioma. Era de suponer que alguien hablara en nuestro idioma ¿no?

Después de terminar de acomodar todas las maletas me senté agotado y todavía confundido por tanto ajetreo, al tiempo que vino a mi mente la letra del blue “People Get Ready”. No sé si conoce esta canción. La misma presenta la idea de un tren que se dirige hacia el paraíso y el conductor le dice a los pasajeros que deben estar preparados para tomar el tren, ya que este puede salir en cualquier momento. Entonces comienza a decirle a la gente que no necesitan comprar boletos, ni llevar equipaje, sino solamente confiar en Jesucristo como su Salvador y Señor y montarse en ese tren.

Es verdad que como hace la canción, pudiéramos comparar esta vida con una estación de trenes. Aunque esta está más llena y complicada que la estación de trenes de Florencia en Italia. En ella hay también muchos trenes que se salen en diferentes direcciones. Menos una, todas las demás vías van en la dirección equivocada. En Florencia aprendí varias lecciones:

— No todos los trenes van a Roma.

— El equipaje puede ser un gran estorbo para tomar el tren adecuado.

— La familia puede ser un impedimento para alcanzar el tren.

— No importa que usted sepa hablar, debe entender el idioma apropiado para comprender el anuncio.

— Para subir al tren, necesita pagar el pasaje.

Es cierto que la mayoría de los trenes que corren en todas direcciones por la vida parecen muy atractivos y hasta seductores, sin embargo no todos van al destino apropiado. Debemos despojarnos de todo el peso del pecado y desechar las cosas que puedan apartarnos del camino adecuado.

Dios por medio de su Palabra nos hace un anuncio claro, simple y sencillo que todos podemos entender dice en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. De manera que ya el pasaje ha sido pagado, y a un precio fue muy alto. Justo la vida del Hijo de Dios. No hay pérdida. Es fácil. Está disponible para TODO AQUEL que en él cree.

El famoso escritor Max Lucado ha titulado su último libro: 3:16 Los números de la esperanza. En verdad Juan 3:16 presenta la única esperanza para un mundo que está confundido y perdido moviéndose por el camino equivocado. Este es un versículo de esperanza. Jesucristo es la única esperanza. Él es el CAMINO, y es el único camino. Ese es también el único boleto que necesitamos para tomar el tren que nos llevará a disfrutar de la presencia de Dios y es un boleto GRATUITO ya que el Hijo de Dios pagó el precio por nosotros. Jesucristo es el único “tren” que nos puede conducir seguros a nuestro Padre Celestial.

Los demás caminos y trenes solo nos llevan a la perdición. No quiero recordar la terrible sensación que sentí al descubrir que nos habíamos montado en el tren equivocado. Pero no puedo ni siquiera imaginar lo terrible que será para aquellos que desechando al Hijo de Dios, descubran que han tomado el tren equivocado. La buena noticia es que el tren todavía no ha arrancado, así que le queda un poco de tiempo para cambiar para el tren que le puede llevar a disfrutar de la vida eterna: ¡Jesucristo!
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez