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FORT WORTH, Texas (BP) — Hoy celebran unos y lloran otros. Pero los dos odian. Y la iglesia en general participa de lo mismo. Odian porque quedó, odian porque no quedó. Lloran pero en realidad lo hacen de odio. Ríen pero en realidad odian. Y la iglesia y sus líderes en general participa de lo mismo.

Unos odian porque aquel es racista, y lo odian como odia un racista. Hoy tienen esperanza muchos, pero lo que en realidad tienen es esperanza que otros no la tengan. Otros dicen hoy no tener esperanza, pero en realidad la esperenza que tienen es que al otro no le quede mayor esperanza tampoco.

Y la iglesia participa de lo mismo no porque no tenga esperanza, sino porque se acostumbró a no tenerla. Y odia aún más por eso. Otros dicen dolerse, pero en realidad no les duele, más bien, odian. Odian porque el otro los odia. Odia porque es la única cosa que se les ha enseñando a hacer. Pretenden defender a los que se sienten odiados, pero lo hacen odiando a otros.

Dicen sufrir pero lo que los hace sufrir es más el odio de no tener control. Control para seguir odiando con eficacia. Dicen defender la justicia, pero lo único que sale de sus frases elegantes y bien sentidas es odio.

La iglesia participa de lo mismo, odiando con más fuerza. Con esas fuerzas que da el odio disfrazado de justicia, disfrazado de espiritualidad, disfrazado de indignación. A veces se disfrazará de sarcasmo y risa burlona, pero en el fondo el odio no se puede esconder. Dicen que ganó el odio, pero lo hacen con tal odio que no dejan ninguna duda que si hubieran ganado ellos odiarian más que lo que hoy odian.

No se debe odiar a los que odian. Pero cuidado si se les dices te van a odiar aun más. Ah, pero dirán que es amor, que es compromiso y teología del pueblo. Pero si esto es teología del pueblo, prefiero seguir Al que ordenó amar al enemigo, aunque esto implique que me odien más.

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  • Por Gerardo A. Alfaro