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EDITORIAL: ¿Qué nos falta?


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Tengo que confesar que he visto con mis ojos lo que la oración puede hacer, y claro está que hay mucha gente que ha tenido esta misma experiencia. Hace más de dos mil años, en una ocasión los seguidores de Jesús se sentaron a sus pies para escuchar lo que Él le diría acerca de la oración. Sin dudas, los discípulos deben haberle hecho muchas preguntas a Jesús en los tres años que anduvieron juntos durante Su ministerio terrenal. Considero que tal vez la pregunta más importante es la que hicieron casi al final del ministerio de Jesús y que se recoge en Lucas 11:1 que dice así:

“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”.

Quiero que observe conmigo una cosa. La persona que está haciendo esta petición había sido un testigo presencial y por lo mismo había podido ver la manera en la que Jesús obraba y había podido ver y escuchar como el Maestro enseñaba en la sinagoga y dejaba sin habla a los doctores de la Ley y como le hablaba a las multitudes y estas lo seguían.

¿Por qué los discípulos no le pidieron al Maestro que les enseñara a hacer milagros, a dar consejería, a sanar enfermedades a echar fuera a los demonios, a hacer discursos o a multiplicar panes y peces? En fin, ¿por qué no le pidieron a Jesús que les enseñara a hacer un ministerio que fuera más visible y atrayente para impresionar a la gente?

La petición, al parecer, fue simple. Señor, ¿cómo es que Tú puedes orar de esa manera? ¡Enséñanos a hacer lo mismo! Observando a Jesús, de alguna forma los discípulos se habían percatado de que la oración ocupaba un lugar muy importante en la vida del Maestro y en cierta medida estaba relacionada con todas las grandes cosas y milagros que Él hacía. Jesús tenía un nivel de intimidad con el Padre Celestial que transformaba la oración de ser un simple “ritual” a ser un verdadero “aliento de poder”. El Señor sabía lo que era la oración, la importancia que esta tenía y el nivel de dependencia que se debía tener de ella y por eso Él oraba sin cesar.

Observe otra cosa: Esta gente que le estaba pidiendo a Jesús que les enseñara a orar, no eran principiantes en la oración. Esta era gente que había orado durante toda su vida. Como judíos que eran, habían sido educados y enseñados desde su niñez y sabían que tenían que ser disciplinados y constantes en la práctica de la oración. Desde que tenían memoria, cada día al amanecer y al atardecer ellos habían orado la Shemá, la confesión de fe judía tomada de Deuteronomio 6:4-5 junto con otras oraciones y bendiciones.

Estos hombres tenían la costumbre de orar tres veces al día a ciertas horas que se habían establecido y antes de comer algún alimento. Hay algunos historiadores antiguos que dicen que en los tiempos de Jesús, un judío oraba, como promedio, entre tres y cuatro horas al día.

Yo no sé lo que usted piensa, pero déjeme decirle que si estos hombres, con esta vida de oración y después de andar día y noche por tres años con el Maestro necesitaban ayuda para aprender a orar, yo estoy sumamente interesado en oír lo que Jesús les respondió. Observe que ellos no preguntaron cuántas veces debían orar, o qué método debían utilizar. Ellos sabían los detalles que conocían los judíos devotos pero a la vez reconocían que “les faltaba algo”. Ellos querían que Jesús les enseñara a orar para tener poder en la oración y para alcanzar una comunión íntima con el Padre Celestial, como la que Él tenía.

Tal vez la conclusión más importante que debemos sacar es que estos hombres reconocieron que para poder llevar adelante la obra, debían aprender a orar de una manera más efectiva. Considero que hoy también debemos detenernos en nuestra carrera y meditar un poco para tratar de ver qué nos falta, para analizar por qué tal vez nuestras oraciones no son efectivas, y para con corazones humillados decir “Señor enséñanos a orar”…

Como de costumbre, la respuesta de Jesús fue simple y práctica. Nosotros hemos llamado a su respuesta: La Oración Modelo; algunos también la llaman El Padre Nuestro. Desafortunadamente, esta trascendental enseñanza ha llegado al colmo de convertirse en un “estribillo” para memorizar y repetir sin apenas prestar atención a lo que se dice. Te invito a que hoy busques en tu Biblia Lucas 11:1-4 y analices cada palabra. Hay principios aquí que no podemos obviar si queremos fortalecer la comunión con Dios, para que podamos llegar a tener una vida de oración poderosa, para glorificar el nombre de nuestro Dios. Tal vez debiéramos tener presente que no podemos cambiar la voluntad de Dios, pero podemos llegar a entenderla y a acatarla y obedecerla. Tal vez, nos falta aprender a hacer todo lo que esté a nuestro alcance, para que la voluntad de Dios, y no la nuestra, sea la que se haga aquí en la tierra…
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Óscar J. Fernández es el Editorial Project Leader para Leadership and Adult Publishing, en LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y estudioso de la Biblia. Su blog http://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores de 20 países hispanos.

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