NOTA DEL EDITOR: J.D. Greear es el presidente de la Convención Bautista del Sur y pastor de The Summit Church en el área metropolitana de Raleigh-Durham, C. N., Baptist Press publicará una serie de columnas anticipando el 8 de septiembre, el Día de Bautismos en la CBS.
DURHAM, C.N. (BP) — Desde hace varios años, he sentido la carga del declive en la cantidad de bautismos en toda la Convención Bautista del Sur. Creo que la cantidad de bautismos sirve como uno de los mejores indicadores del evangelismo en nuestras iglesias. Jesús vino a buscar y salvar a los perdidos, y eso significa que la proclamación del Evangelio es el núcleo de quienes somos — no solamente como bautistas del sur, si no aún más importante, como discípulos de Jesucristo.
Por eso estoy retando a cada una de las iglesias bautistas del sur a hacer un llamado para bautismos el 8 de septiembre, la fecha que el Comité Ejecutivo ha designado como el Día de Bautismos en el Calendario de la CBS.
El Domingo de Bautismos será una oportunidad para que miles de personas en nuestras iglesias den el paso de obediencia de fe. Muchos de ellos ya saben que deben ser bautizados, y pueden programar la celebración del bautismo por adelantado. Algunos en sus iglesias pueden decidir el mismo 8 de septiembre que Dios está llamándolos a las aguas del bautismo.
Sé que hay algunas objeciones durante las conversaciones sobre los servicios de respuesta inmediata ante el bautismo, muchas de las cuales están fundadas en preocupaciones sanas sobre la posibilidad de profesiones de fe no sinceras. Pero confíen en mí, yo entiendo sus preocupaciones: he visto llamados peligrosos e irresponsables para bautismos espontáneos. Que Dios nos libre de declarar a alguien “salvo” cuando no lo es. No sólo les daría falsa seguridad, si no que les hace mucho más inmunes antes los futuros llamados al arrepentimiento y la fe.
Sin embargo, el temor de extender estas invitaciones incorrectamente nunca debe frenarnos de hacer la invitación. Después de todo, cada uno de los bautismos registrados en el Nuevo Testamento, sin excepción, fue espontáneo e inmediato. Para los creyentes del Nuevo Testamento, el patrón era alarmantemente sencillo: Creer, confesar, bautizarse. Nunca hubo un hueco entre que la persona confiaba en Cristo y cuando la persona se bautizaba. Ni una sola vez.
Esto sigue el ejemplo de la Gran Comisión de Jesús: “Hacer discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Mateo 28:19). El bautismo del creyente es el primer acto de discipulado, un paso de obediencia que sirve de testimonio de que pertenecemos a Cristo.
El bautismo es como el anillo de matrimonio de la salvación. Yo me pongo el anillo de matrimonio en el momento que decido declarar públicamente mi compromiso con mi esposa. Ponerme el anillo no me casó. No estoy más casado cuando lo traigo puesto que cuando no lo traigo puesto. Pero la demostración de mi compromiso con mi esposa, representado en el anillo, fue un primer paso crucial en el matrimonio. Si me hubiera negado a hacerlo, mi esposa tendría buenas razones para cuestionar mis intenciones.
De la misma manera, el bautismo es un símbolo externo de un pacto interno que hemos hecho en respuesta a la oferta de salvación de Jesús.
Cada una de nuestras iglesias debe hacer todo lo que esté en su poder para asegurarse que todos los que pasen adelante para ser bautizados entiendan el Evangelio y el significado de lo que están haciendo. Sólo porque la decisión es más inmediata no significa que debe ser apresurada o desordenada. Durante los servicios de bautismo en nuestras iglesias, por ejemplo, individualmente aconsejamos a cada persona que pasa al frente. Estas conversaciones requieren tiempo — a menudo se alargan hasta el próximo servicio — y siempre terminamos dejando fuera a algunos. Pero ese momento es importante, porque comienza una conversación sobre lo que significa seguir a Jesús.
El bautismo es de una importancia tremenda, pero debemos tener en mente el orden bíblico: el bautismo es el catalizador de la madurez espiritual, no es la señal de que ya se ha logrado dicha madurez.
Cuando invitamos a la gente a bautizarse, los estamos llamando a tomar una decisión. Eso es exactamente lo que muchas personas necesitan. Vienen a nuestras iglesias como consumidores, siguiéndole la corriente a Jesús sin tomar una decisión por Él.
Esto es algo personal para mí. Mi padre se hizo cristiano porque respondió a una invitación en medio de un servicio en la iglesia. Durante el servicio de alabanza, él no pensaba que necesitaba cambiar nada. Pensaba que todo estaba bien. Pero entonces un día el pastor hizo un llamado para tomar una decisión. Se trataba de una de esas invitaciones tradicionales, — esas donde cantan 58 estanzas de “Just As I Am.” Y bueno, para mi papá, ese fue el momento en que le Espíritu Santo lo encontró. Supo en ese momento que tenía que tomar una decisión. Cuando se levantó de la banca y caminó hacia el frente, su vida cambió.
Hace varios años, nuestra iglesia decidió tener nuestro primer servicio de bautismos después que notamos el patrón bíblico de los bautismos espontáneos mientras predicaba una serie sobre el libro de Hechos. A partir de ese servicio, vimos que el triple de personas eligió bautizarse ese año, ¡nunca habíamos visto algo así! Creo que esa es la razón por la cual nuestra iglesia ha sido fiel en compartir el Evangelio y decidimos ser fieles al llamado de responder ante semejantes buenas nuevas.
Me han dado ánimo tantas historias de evangelismo fiel en nuestra denominación a través de las iniciativas como “¿Quién es el tuyo?,” y creo que Dios está preparando una cosecha de almas. ¡Llamémosles fielmente a que respondan públicamente declarando su fe a través del bautismo!
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