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Una casa dividida contra sí misma no permanece

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Escuché de una amiga la idea de escoger un día de la semana para orar específicamente por mi matrimonio. En uno de esos días, mientras oraba por mi matrimonio, Dios me movió a orar por los matrimonios que están en mi entorno, así que comencé a interceder por cada uno de ellos, y en medio de ese tiempo, me acordé de Marcos 3:24-26 (RV1960) que dice, “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.”

Meditando en el contexto de este pasaje bíblico, se puede observar que Jesús dijo esas palabras a los escribas para desmentir las acusaciones de los que pensaban que Él tenía demonios. ¿Pero cómo se relaciona esta verdad a un hogar y al matrimonio? Una pareja necesita estar de acuerdo para poder permanecer. Esto explica por qué el enemigo constantemente anda en busca de crear división en el hogar y así destruir la unidad que existe en un matrimonio.

Satanás sabe que, si causa división entre una pareja, separa a ese matrimonio, y no puede permanecer esa casa. Por eso su objetivo es desconectar y enfriar tu relación matrimonial. Cuando los matrimonios están desconectados físicamente, sin conexión emocional, usan palabras inadecuadas que hieren, sin unidad espiritual y con problemas de comunicación, usualmente están actuando así por problemas sin resolver y desacuerdos acumulados.

¿Significa esto que tu matrimonio debe mantenerse fuera de conflictos para poder permanecer? La Biblia dice en Efesios 4:26-27 (NTV) “Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo.” Definitivamente no hay hogar que esté libre de conflictos, porque vivimos en un mundo caído y es parte de nuestra humanidad. Así que el problema no está en que sucedan los conflictos, el problema es que le demos lugar a esos conflictos a permanecer sin buscar la manera de resolverlos.

Vendrán momentos de enojo, desilusión, desacuerdos, cometeremos errores, pero la Palabra de Dios nos invita a no dejar que el día pase sin solucionar los problemas. Un reino [hogar] dividido abre las puertas al maligno a que tome territorio donde no le pertenece. ¿Y qué hace un reino bajo ataque? Ese reino crea estrategias para ganar la batalla. Para poder discernir apropiadamente cómo mantener el reino, nuestro hogar, sería bueno considerar que necesitamos lo siguiente:

  • Identificar al enemigo: Es muy importante reconocer que el enemigo no es tu pareja y que la batalla es una sobrenatural. Hay alguien que opera día a día para destruir tu casa y que busca minar en la mente de ambos. La Biblia dice: “Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.” Efesios 6:12 (NTV). Reconocer quién opera detrás de la situación y con quién es tu lucha, es el primer paso que te permitirá pelear con la estrategia y armas correctas. Ni siquiera el reino de las tinieblas trabaja en desacuerdo o está dividido, porque saben que eso va en contra de ellos mismos y ha llegado su fin. (Marcos 3:26)
  • Vencer el Mal con el Bien: Romanos 12:21 dice, “No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien.” En la relación matrimonial, puede haber momentos en dónde nos preguntaremos ¿por qué tengo que ser yo el/la que cede? ¿Por qué tengo que perdonar o pedir perdón? ¿Por qué intentarlo otra vez? Cuando venga ese momento, recuerda el evangelio que nos dice que Cristo nos entregó su amor y perdón cuando más lo necesitábamos, cuando menos lo merecíamos y a un alto costo personal. Ese amor de Cristo que recibimos por la gracia de Dios, ahora podemos, por esa misma gracia y en obediencia a Él, entregárselo a nuestro cónyuge cada día (Juan 13:34-35).
  • No dar lugar al orgullo: Alguien dijo una vez, “para pelear, se necesitan dos” y para mantener la unidad, es necesario que ambos sean humildes. Pero siempre alguno de los dos tiene que decidir dar el primer paso con humildad siguiendo el consejo bíblico de Marcos 3:24-26 ¿Y quién será el primero en obedecer? Aquél que deje a un lado su orgullo y esté sensible a la voz de Dios para obedecer e ir a buscar la unidad. Como humanos y pecadores que somos, el escoger obedecer a Dios y a lo que dice su Palabra, será algo constante. El cristiano necesita mantener su corazón sensible al Espíritu Santo, “Por lo cual como dice el Espíritu Santo: “Si ustedes oyen hoy Su voz, no endurezcan sus corazones…” Hebreos 3:7-8 (NBLA).
  • Orar constantemente: Aprendí de mi pastor que la oración es guerra espiritual y que, al aceptar a Cristo como nuestro Salvador, obedecer la Palabra de Dios y dejarse guiar por el Espíritu Santo, podemos vencer al enemigo. No hay montaña que Dios no pueda mover, pero primero debemos venir a Dios en oración pidiéndole con fe que la mueva. En oración, primeramente, encontramos la paz que necesitamos en momentos turbulentos. Segundo, la oración reestablece esa conexión con Dios que el enojo interrumpió y tercero, por medio de la oración, Dios permanecerá en su hogar y les guiará a cómo reestablecer la unidad.

Es muy importante reconocer que una persona no puede cambiar a otra persona. No hay manera en que podamos hacerlo, ni tampoco es nuestra misión. A veces podemos caer en la trampa o tentación de centrar nuestras oraciones y estrategias en querer cambiar a la otra persona, pero nos olvidamos de que el único que puede transformar a esa persona es Dios.

El día en que yo solté la pesada carga de querer cambiar a mi esposo, Dios comenzó a transformar mi matrimonio. Ese día comprendí que tenía que usar mis esfuerzos para dejar que el Señor trabaje en mí y dejar que Él se encargue de lo demás. Ahora, trabajo en equipo con Dios para dejar que él me transforme a mí mientras Él actúa para transformarnos como pareja. Dios siempre sabe lo que es mejor para ti, has lo que te toca a ti hacer y déjaselo todo a Él. Es bueno recordar lo que oí decir de un querido pastor, “Si hacemos lo que debemos, Dios hará lo que no podemos.”

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  • Por Arlene Sanabria