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EDITORIAL: Esta Navidad, oremos y contribuyamos por


SAN ANTONIO, Texas (BP)–No sé cómo haya sido en otros hogares, pero en el mío fue mi papá el que me hizo interesarme personalmente por el mundo en que vivimos. Sí, la geografía general fue parte de mis estudios escolares. Allí aprendí sobre el número de países, número que puede cambiar en cualquier momento debido a las guerras o las decisiones de las Naciones Unidas; por ejemplo, el establecimiento de la nación de Israel en 1948 o la división de Checoslovaquia en 1992. Fue en la escuela donde aprendí sobre los continentes, y los grandes océanos que cubren esta esfera en donde habitamos. No desprecio la información que mis maestros me proveyeron, información que a veces fue provechosa, como cuando alguno de mis hermanos confundía África con Asia. Pero, vuelvo a decir, fue mi papá quien hizo de mi conocimiento algo personal.

Yo heredé el globo del mundo, ya obsoleto, alrededor del cual mi padre juntaba a sus cuatro hijos para buscar ciudades o países que se mencionaban en las noticias, siempre intentando hacernos sentir la relevancia del hecho. Por ejemplo, durante el crisis con Cuba en 1962, nos enseñó la cercanía de la isla caribeña, pero agregó que si la guerra nuclear estallaba, San Antonio, donde vivíamos, con cinco bases militares seguramente sería la primera en ser aniquilada. Cuando mi hermano mayor sirvió en las fuerzas armadas, nosotros en casa aprendimos sobre Vietnam, Laos y Camboya. Todavía tengo grabado en mi memoria el año 1967, pues ese fue el año de un pequeño evento ya olvidado en la historia, pero importante para México; el regreso del Chamizal por parte de los Estados Unidos. Y, sobre todo, nunca olvidaré donde está la Sierra Madre Oriental. En su infancia, mi papá fue pastor de cabras en las afueras de Monterrey, Nuevo León. Aunque no lo comprendía en aquel entonces, hoy sé que hay por lo menos dos maneras de ver el mundo. Una manera es con desinterés, como algo que es, y la otra es de ver en ese “puño de tierra” donde otros viven y mueren algo de la existencia propia. Yo creo que Dios opta por la segunda manera de ver.

Vale la pena recordar que el primer impulso de Dios al llamar a Abram era hacer de él una gran nación y bendecir a las naciones a través de él (Génesis 12:1-3). Y no cabe duda que al llamarlo de Ur de los caldeos a la tierra prometida, Dios lo ubicó en el lugar más estratégico para cumplir ese gran propósito. Pero la historia de este patriarca no termina allí. Génesis 17 relata que, años después, Dios le cambió el nombre a Abraham, enfatizando que a través de él, haría muchas naciones (17:6). Históricamente sabemos que Abraham es el padre de la nación de Israel y de las naciones árabes, pero, ¿termina allí su parentela? Bajo inspiración divina, el apóstol Pablo nos revela que Abraham es el padre de toda persona que ejerce fe en Cristo Jesús (Romanos 9:6-8). Siendo así, la descendencia de este “padre de la fe” es más grande de lo que jamás nos hayamos imaginado, y Dios nos invita a ser coparticipes de esa descendencia global.

Pregúntese: ¿Tendría Dios la misma intención cuando me llamó de las tinieblas a su luz admirable? No cabe duda que sí, pues Dios quiere que la familia de fe crezca, familia a la cual usted y yo pertenecemos, lo cual implica amor por todas las naciones. Quizás lo menos que podemos hacer esta Navidad es tomar una pausa para orar por las naciones, por cada una de ellas, y contribuir con generosidad a la ofrenda de Navidad Lottie Moon. Todavía queda tiempo para cumplir de una manera concreta el propósito principal de nuestro llamado. Esta ofrenda está dirigida a los esfuerzos misioneros por alcanzar el mundo con el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Recuerde, el llamado a Abram, y el cambio de su nombre a Abraham es nuestra propia experiencia también. Lo último que Cristo hizo antes de ascender al cielo, fue enviarnos a las naciones con el testimonio personal de salvación en nuestros labios (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8).

Hoy tengo que expresar mi gratitud por los esfuerzos misioneros de los bautistas de Sur, y en particular a la Unión Femenil Misionera (http://www.wmu.com). A través de los años, Dios ha usado este órgano auxiliar representado por fieles hermanas en nuestras iglesias para abrir nuestros ojos a lugares lejanos pero con historias que merecían ser contadas. Con cada historia, Dios ha entretejido nuestros corazones con los de ellos, y la familia de fe sigue creciendo. En cierto sentido, la “Unión Femenil” ha sido como mi papá, que dondequiera que ponía el dedo sobre el globo mundial, me ponía a mí en medio de ese lugar.

En verdad, no puede haber algo mayor imperativa en este tiempo de Navidad que orar y contribuir para que Dios expanda el conocimiento de su reino a toda tribu, lengua, y nación.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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  • Por Rudy Gonzalez