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EDITORIAL: La imagen de Dios es nuestra identidad y define quiénes somos


¿Quién soy? ¿Quién eres? ¿Quiénes somos? Estas son las preguntas básicas que definen nuestra identidad y nuestras relaciones con los demás. Las respuestas a estas interrogantes determinan nuestro valor y nuestro comportamiento sin importar si estamos conscientes de ellas. Con frecuencia los seres humanos tratamos de encontrar valor y significado en cosas externas ya sean logros profesionales, dinero o propiedades o influencia sobre los demás. La búsqueda de significado se vuelve una aventura interminable para la mayoría de las personas.

Sin embargo, nuestro valor y dignidad no se encuentra en situaciones externas sino en nuestra identidad como seres humanos creados a la imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:27). Todos, sin importar nuestro género, trasfondo étnico o trasfondo social tenemos el mismo valor. Esta realidad debe permear nuestras relaciones y afirmar nuestra importancia intrínseca en todo momento. Es fácil que olvidemos quiénes somos y cuál es el valor de los demás. Todos necesitamos recordar constantemente nuestro valor y el de nuestros semejantes.

En días pasados tuve el placer de dirigir una clase de estudiantes de doctorado provenientes de diferentes partes del mundo. Normalmente tengo muchos estudiantes internacionales, pero en esta ocasión se dio que había ocho personas en el salón de clases y cada una de ellas era de un país distinto. Un tema central de la clase era dialogar juntos sobre la importancia de nuestra cosmovisión cristiana y su relación con la practica educativa y ministerial. Además de los libros de texto comunes de una materia como ésta, leímos cuatro libros que reforzaron la importancia de nuestra verdadera identidad común como seres humanos creados a la imagen de Dios. Después de leer sus libros, tuvimos el enorme privilegio de interactuar con los autores. Fue realmente una experiencia transformadora para todos y me gustaría compartir brevemente cómo estos autores nos ayudan a entender mejor nuestra identidad como hijos e hijas de Dios creados a la imagen del Dios trino.

Mi colega Carmen Joy Imes destaca que nuestra identidad como seres humanos está centrada en ser la imagen de Dios en su libro “Being God’s Image: Why Creation Still Matters” (Ser la Imagen de Dios: Por qué la Creación es Importante Todavía). La imagen de Dios en los seres humanos “es” nuestra identidad y no se relaciona con nuestras funciones o capacidades. De esta manera, la imagen de Dios no se pierde o distorsiona por el pecado o cualquier otra circunstancia. Nuestro valor y dignidad se expresa en nuestras relaciones con Dios, con la creación y con nuestros semejantes. Este libro está próximo a publicarse, pero estoy convencido que será fundamental en establecer los cimientos bíblicos sobre la importancia de la imagen de Dios en todas las esferas del comportamiento humano.

La reconocida psicóloga y consejera Diane Langberg ha dedicado su vida profesional a estudiar abuso y trauma alrededor del mundo. Su más reciente libro “Poder Redimido: Entendiendo la Autoridad y el Abuso en la Iglesia” es, en mi opinión, un libro de obligada lectura para todos nosotros, especialmente para aquellos que se encuentran en cualquier situación de liderazgo. Langberg nos recuerda que el poder es algo inherente de los seres humanos y que puede ser usado para bien o para mal. Ser humano es tener voz. El abuso de poder le roba a los demás la voz y expresión que emana de nuestra identidad como seres a la imagen de Dios. Ser humano es estar en relación con otros. El abuso de poder destroza nuestras relaciones e impacta profundamente nuestra relación con Dios y con los demás. Ser humano es tener poder y la habilidad de moldear al mundo como mayordomos de Dios. El abuso de poder les roba el poder a otros e inhibe su capacidad y propósito de actuar conforme al plan de Dios en sus vidas.

El teólogo Daniel D. Lee identifica el papel que nuestra identidad cultural tiene en nuestra relación con Dios y con los demás. Su libro es “Doing Asian American Theology: A Contextual Framework for Faith and Practice” (Hacer Teología Asiático-americana: Un Marco Contextual para la Fe y la Practica). Lee propone el cuadrilátero AAQ para explicar la experiencia de los asiático-americanos que incluye la herencia asiática, la experiencia migratoria, la cultura norteamericana y la racialización. Aunque Lee se concentra en los asiático-americanos, su libro enfatiza que nuestra trasfondo étnico y cultural son esenciales para nuestra unión con Cristo quien se relaciona con nosotros sin hacer a un lado quiénes somos o de dónde venimos.

La escritora Aimee Byrd ofrece una oportuna y necesaria exhortación a recobrar la dignidad y personalidad de hombres y mujeres a través de la imaginación escatológica de la Iglesia como la esposa de Cristo. En su libro “The Sexual Reformation: Restoring the Dignity and Personhood of Man and Woman” (La Revolución Sexual: Restaurando la Dignidad y Personalidad del Hombre y la Mjer), Byrd se enfoca en el libro bíblico “El Cantar de los Cantares” para ayudar a los cristianos a entender mejor nuestra sexualidad como un regalo de Dios. Nuestros cuerpos son valiosos y nuestro género va mucho más allá de roles o actividades que hagamos.

La lectura de estos importantes libros, la interacción con los autores y la discusión con líderes cristianos del alrededor del mundo me han enriquecido grandemente. Nuestra identidad como seres humanos creados a la imagen de Dios establece firmemente nuestro valor y dignidad. Esta realidad profunda y teológica se vuelve práctica cuando convivimos con los demás y aprendemos de ellos. La respuesta a la pregunta ¿quién soy? siempre va unida a la pregunta ¿quiénes somos? Juntos, hombres y mujeres, de todo el mundo representamos a Dios y nos necesitamos unos a otros. Lo invito a que nos unamos a valorar y defender la dignidad de todas las personas en todo tiempo y sin importar las circunstancias.

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  • Por Octavio Esqueda