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EDITORIAL: Mirando a lo que tengo


NASHVILLE, Tenn. (BP) — Cuando llegué a los Estados Unidos de América, tropecé con una realidad muy diferente a la que había imaginado por lo que había visto en las películas de Hollywood y leído en algunas revistas que habían llegado a mis manos en Cuba, país en el que cualquier publicación estadounidense era considerada como “Propaganda del Enemigo” por lo que podrá imaginar que era muy difícil leer algo publicado aquí.

En mis primeras peripecias para solicitar asilo político conocí a un señor que aunque no era rico, tenía un floreciente negocio valorado en varios millones de dólares. Con el tiempo nos hicimos amigos y se convirtió en uno de los más fieles sostenedores del ministerio que desarrollamos posteriormente en la ciudad de Albuquerque, en New Mexico. Un día le pregunté: “Dago, ¿si yo te pidiera que me dieras un consejo que me ayudara a entender mejor a esta sociedad, cuál consejo tu me darías?” Sin pensarlo me respondió: Siempre gasta menos de lo que ganes. Y añadió: ¡Esa es la clave del éxito! Y añadió: En este país, no importan cuánto tú ganes, siempre tendrás la oportunidad de gastar más y esa es la fórmula para el fracaso.

Mi amigo tenía razón. Durante los años que he vivido aquí he visto que esa es en realidad una fórmula para el desastre. Siempre le estaré agradecido a este amigo pues desde el principio me ayudó a adoptar ese principio. Nunca he tenido cuentas pendientes, otras que la casa en la que vivo y por muchos años el auto que manejaba. Soy aficionado a los autos desde que era niño. En Cuba no tuve oportunidad de cambiar de auto con frecuencia, pero ¿se imagina cuando llegué a este país? He tenido muchos autos y claro está las facturas para pagarlos, pero jamás he gastado más de lo que gano, ni siquiera cuando trabajaba con un salario de $4.25 la hora. Eso me ha dado una posición financiera estable, independientemente de mis ingresos.

En la Biblia dice en Proverbios 21.20 “Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio; Mas el hombre insensato todo lo disipa”. Desafortunadamente, he conocido a muchos insensatos. ¿Ha conocido personas que gastan el aumento que recibirán, antes de haberlo recibido? Es decir, antes de tener, ya planificaron cómo gastarán. He visto a muchas personas hundirse en la crisis económica que estamos enfrentando, por haber tenido una mala administración. Simplemente por gastar más de lo que se tiene. Por comprar la casa que no se puede pagar. Por querer manejar el auto que no se puede mantener. Por desear vestir la ropa que no se puede comprar. Y en definitiva, vivir vanidosamente en un mundo irreal que no les pertenece. ¿Conoce a alguien que quiere estrenarse una ropa nueva cada semana para ir a la iglesia? ¿A quién quieren impresionar? ¿A Dios? ¿Qué tratan de aparentar?

¿Sabía que el afán por comprar se convierte en un vicio, que es una enfermedad y es en definitiva un pecado? Tal vez se esté preguntando a dónde pretendo ir. Pues le diré: Yo no soy un ejemplo en nada. El aspecto financiero no es una excepción. Pero hay dos principios que he aplicado rigurosamente desde que llegué a los Estados Unidos y Dios me ha bendecido de una manera que usted no pudiera imaginar. Primero: Nunca he gastado más de lo que he recibido, ni siquiera lo mismo, siempre he tratado, de por lo menos, gastar un dólar menos. Segundo de todo cuanto he recibido, aun antes de tener un trabajo fijo, antes de hacer cualquier otra cosa, he separado mi diezmo y lo he entregado a la iglesia.

Hay muchas justificaciones para no devolverle a Dios parte de lo que es de Él que van desde el enjuiciamiento al pastor y a los líderes de la iglesia, el tamaño del edificio del templo, las necesidades de los pobres, los niños africanos, las mujeres maltratadas y la lista llega al infinito. La verdad es que los que no dan, simplemente están equivocados y en segundo lugar, son unos egoístas.

Hace unos años en nuestra iglesia se hizo una gran campaña para llamar la atención hacia la mayordomía, no solo del dinero sino del tiempo y los talentos. Se imprimieron unos sticky notes que tenían impreso un letrero que decía: “Es de Él.” Y nuestro pastor cada semana alentaba a que tomáramos aquellos papelitos y los fijáramos a aquellas cosas a las cuales nos sentíamos más apegados, como un recordatorio de que en realidad, pertenecían a Dios. Lo que más me llamó la atención en aquella campaña fue cómo, algunas personas le colocaban el papelito a las propiedades de otros para recordarles que eran de Dios, lo cual es una verdad, pero no le ponían papelitos a las “propiedades” de ellos, incluyendo la billetera o la libreta de cheques.

¿Conoce personas que no contribuyen regularmente a la iglesia? Yo conozco a muchas y conozco a algunas que si han contribuido unas pocas veces, ha sido por puro milagro. Lamentablemente, ninguna de estas personas está en una mala posición económica. Gastan mucho dinero, y lo gastan en deleites. Claro que siempre tienen justificaciones. Son a los que se les llama en Proverbios insensatos. Pido a Dios que esta pobre gente, y no pobres en el aspecto económico, algún día llegue a darse cuenta que Dios no necesita nuestro dinero. Somos nosotros los que necesitamos mostrarle a Dios que estamos agradecidos con lo que Él no ha dado. Si no lo hacemos, es porque simplemente, somos mal agradecidos y queremos más, aunque no lo confesemos.
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Óscar J. Fernández es Senior Editorial Project Leader para Multi-language Publishing, en LifeWay Church Resources Division, LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y estudioso de la Biblia. Su blog https://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores en 45 países.

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