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EDITORIAL: Somos Mandados a Amar


SAN ANTONIO, Texas (BP)–En poco tiempo empezaremos a ver recordatorios del día de San Valentín y los enamorados. A través de todos los medios de comunicación nos recordaran que será tiempo de mandar la tarjeta, el dulce, o las flores. Muchos celebraremos el día yendo a comer, y demostrando nuestro cariño dando algún regalo a nuestra pareja.

Lo interesante de todo esto es que dado la intensidad del énfasis—el amor—el día parece pasar como la neblina de la mañana. Para el día siguiente el valor económico del “amor” cae precipitadamente. Los dulces y las tarjetas de San Valentín se venden casi por regalados y los comerciantes olvidan del amor hasta el año entrante. Pero, ¿deberíamos estar tan propuestos para dejar el tema?

Para Dios el amor no es algo pasajero, ni tampoco se demuestra simplemente con la compra de consumibles. Jesús nos recuerda de la importancia del amor cuando dice:

Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primer y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:36-40):

“El amor a Dios y al semejante es más que un sentimiento; es una ley, y la más grande de todas. Aun más, su Palabra nos enseña que la demostración de amor no tiene nada que ver con el consumo. Al contrario, tres cosas que no se pueden comprar con dinero, pero que todos tenemos en común, si son esenciales para cumplir con la ley de amar.”

Primero, debemos amar a Dios con todo nuestro corazón. Tanto el corazón como el amor se usan sinónimamente en la Biblia y así es el caso aquí. Amar de corazón es una redundancia para enfatizar que el amor crece con el uso lo cual tiene gran promesa y responsabilidad. Como cristianos ya no podemos concluir que tal persona es imposible amar. La práctica del amor puede hacer posible mañana lo que es difícil hacer hoy. Si somos fieles con el poco amor que tenemos, Dios lo aumentara. Recordemos lo que dijo Jesús, “Amar al que nos ama no es gran cosa; no hay recompensa en ello. ¿No hacen también lo mismo los publícanos?” (Mateo 5:46).

Segundo, también debemos amar a Dios con toda nuestra alma. El alma representa la persona que somos en totalidad. Amar con menos de lo que somos es hipocresía. Pablo entendía este principio cuando ilustra su propio amor hacia la obra. El sabía que su vida—su alma—tenía que manifestar la verdad como recomendación del evangelio (2 Corintios 4:2). Su vida entera estaba entregada por amor al Señor.

Por ultimo, debemos amar a Dios con toda nuestra mente lo cual elimina la simple demostración de amor como una emoción. La realidad es que hacer el bien puede ser difícil discernir en muchas circunstancias. También puede tener consecuencias severas para uno como para el objeto de nuestro cariño. Pero el amor, nos recuerda Pablo, “no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad” (1 Corintios 13:6). El amor no solo se guía por el sentir, sobretodo lo piensa bien y actúa con conciencia limpia.

Amar de todo corazón, alma, y mente es un mandamiento no fácil cumplir, pero tenemos ayuda. Hablando sobre lo mismo, Norman Geisler hace una penetrante observación. Basado en Juan 14:15, Si me amáis, guardad mis mandamientos, “El amor,” dice Geisler, “guía nuestra vida a través de la ley.”

Al primer oir, parece irreconciliable pensar que el amor pueda cumplir con la ley. Para muchos la ley y el amor son como fuerzas opuestas. Pero verlo así es asumir que hay alguna equivalencia entre ellas. La realidad es que el amor es superior, y simplemente cumplir con la letra de la ley es descartar nuestra mayor responsabilidad. Recuerde, el mandamiento dice ¡AMARAS!

Mientras Dios nunca dice ser ley, si dice ser amor (1 Juan 4:16). El amor es parte de él, y la ley solo su expresión. La ley será rígida e intratable, pero Dios quien la articuló no lo es. El ve mas allá porque “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, y todo lo soporta” (1 Corintios 13:7). El sabe poner la fuerza de la ley en su perspectiva correcta sin violarla. Y este es el desafió nuestro cuando Dios nos llama a amar a nuestro prójimo como a uno mismo. Nos llama a demostrar un amor completo que envuelve nuestro corazón, alma, y mente. Cuando hacemos esto el legalismo infundido por la ley da cabida al desarrollo del amor.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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  • Por Rudy Gonzalez