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EDITORIAL: Tres cosas que garantizan avivamiento


SAN ANTONIO, Texas (BP)–Hace un tiempo atrás oí el testimonio de una joven que perdió una pierna en un accidente automovilístico. Internada en el hospital, y en duda de perder su segunda pierna, hablaba con jóvenes que toman riesgos en su comportamiento. Llorando, les imploraba que pensasen sobre sus acciones, pues podrían tener drásticas consecuencias como en su propio caso. Mientras los doctores le salvaron la vida, no le aseguraban que su otra pierna le seria de uso.

Pero con el tiempo, y después de un gran esfuerzo de rehabilitación, pudieron recobrar el uso de la pierna restante y ajustarla con una prótesis. Y la joven adolescente que dudaba si en alguna ocasión se levantaría de su silla de ruedas volvió a caminar. El gozo en su rostro era imposible de esconder. La que lloraba amargamente antes por su condición ahora lloraba de alegria.

El avivamiento es algo así. Es un regreso al gozo de nuestro Señor. Pero no debemos confundir el avivamiento simplemente con la emoción, cuan grata sea. Nuestro gozo no brota de la nada. Es la evidencia palpable que hemos recibido algo que perdimos. Lo que nosotros no podíamos suplir, Dios en su infinita gracia nos lo regresó.

El profeta Ezequiel habla mucho del avivamiento que Dios traería a su pueblo Israel. Y el Nuevo Testamento toma los mismos temas para enseñarnos que todo ello tiene su aplicación en la vida del cristiano y la iglesia (ejemplo, 2 Corintios 3-4). La verdad es que nuestro Señor Jesucristo ofrece avivamiento tanto en lo personal como a su iglesia.

En Ezequiel 11:14-21 vemos que Dios comienza con un pueblo disperso y alejado de su tierra. Pero para Jehová no hay imposibilidades y él es capaz de congregar a su pueblo para hacer algo especial en la vida de los suyos (v.17a). Aquí hay una gran verdad. La simple realidad de congregarnos como cuerpo espiritual es una oportunidad que Dios nos da para avivarnos. La iglesia no se congrega simplemente porque le da la gana, o sin propósito. Nuestras reuniones serán regulares, pero no son nada ordinarias. Cuando nos congregamos estamos respondiendo al llamado de Dios para nuestro provecho espiritual. No tenemos que esperarnos para la campaña evangelística del otoño, pues cada día que Dios nos une en servicio y adoración es un día decisivo.

El profeta identifica tres cosas que Dios da cuando nos congrega; tierra (v.17b; cf. 34:11-16), corazón nuevo (v.19; 36:26), y espíritu (vv.18; cf., 37:1-14), y las tres son esenciales para el avivamiento. En la Biblia la promesa de una tierra es en realidad la seguridad de un lugar de reposo. Somos peregrinos y extranjeros en este mundo, pero como cristianos tenemos la promesa de una ciudadanía eterna y celestial (Hebreos 4:1-11; 11:13-16; 1 Pedro 1:1-4).

Mientras reposamos en las promesas de Dios, él también nos da un corazón nuevo. En el pensamiento del oeste relacionamos el corazón con el emocionalismo, pero la Biblia liga el corazón que Dios da a la obediencia a sus estatutos. Dios nos da un corazón orientado hacia él que desea hacer la voluntad del Padre celestial. Así que el avivamiento genuino encontramos el balance espiritual de reposar en las promesas pero también trabajar con temor y temblor por nuestra común salvación (Filipenses 2:12). A la vista estas dos cosas parecen ser irreconciliables, pero no lo son. La una perfecciona la otra. El reposo y el trabajo en Cristo van de mano en mano.

Pero todo esto llegaría a nada sin el Espíritu de Dios quien hace nuestro retorno a la nueva vida posible. Ezequiel 37 enseña como Dios sopla el aliento de vida a huesos muertos (vv.1-14). Sin su Espíritu no puede haber vida espiritual.

Mientras Dios nos da todo lo necesario para ser avivados, también espera arrepentimiento y un cambio de vida de nosotros. Debemos dejar las cosas detestables que no honran a nuestro Señor (11:18). En Ezequiel 36 el profeta repite las tres dádivas de Dios (vv. 26-28) y agrega: y os guardare de todas vuestras inmundicias. Podemos tener la seguridad que la fuerza de Dios esta envuelta en los esfuerzos propios para nuestra transformación.

Cuando vemos el mundo desenfrenado en su deseo por las cosas pasajeras de esta vida no hay remedio mejor que el avivamiento del pueblo de Dios. 2 Crónicas 7:14 enseña esta misma lección. Solo cuando el pueblo de Dios se humilla y busca el rostro de Dios en arrepentimiento es cuando Dios trae avivamiento a los suyos y alivio y salvación a la tierra, a nuestra comunidad.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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