BRYAN, Texas (BP)–Abby Johnson nunca antes se había sentido tan sola. Sentada en su oficina en Planned Parenthood y llorando, Johnson, quien creció entre los bautistas del sur, sabía que Dios le estaba pidiendo que dejara su empleo como directora del centro de salud de la mujer y clínica de abortos para unir sus fuerzas con los partidarios de Coalition for Life cuyo centro está a unos metros de distancia sobre la misma calle.
El llamado fue incuestionable. Pero el valor para tomar ese paso de fe para abandonar su trabajo sin tener otros prospectos en el camino — y además de invertir su tiempo en un movimiento que era dramáticamente opuesto a la vida que ella había llevado por los últimos ocho años — fue algo muy difícil de hacer.
Aparte de su esposo Doug, no tenía a nadie en quien confiar. Sus compañeros de trabajo, a quien consideraba sus amigos, no iban a entender su decisión. Los ideales cristianos, dijo Johnson, a menudo fueron objeto de burlas entre los empleados de Planned Parenthood y los partidarios del aborto a quien ella conocía. Así que no dijo una sola palabra.
Ella pensaba que su iglesia tampoco la iba a entender. Los Johnson eran miembros de una iglesia episcopal porque no se les había concedido la membresía en las congregaciones bautistas que visitaron. Ella dijo que algunas personas en esas congregaciones le aclararon que ella y su esposo podían asistir a los servicios de alabanza, pero que la membresía en la iglesia era algo aparte.
Pero la congregación episcopal a la cual se unieron, no sólo pasó por alto su empleo en Planned Parenthood, si no que apoyaban sus esfuerzos en esa institución.
Así que ahí mismo se sentó. Llevando la cuenta de los días que faltaban para que otro aborto se hiciera en su clínica, sabiendo que no podía estar relacionada con él — y dándose cuenta que, más allá de su propia casa, no había nadie que le confirmara que estaba tomando la decisión correcta.
Excepto por las personas a unos metros de distancia en la misma cuadra.
Johnson y el personal de Coalition for Life ya se conocían. No era una relación antagonista si no una de mutuo reconocimiento al tener posturas en lados opuestos en un asunto tan divisivo como el aborto. Cuando Johnson entró por la puerta trasera a las oficinas de la coalición el 6 de octubre, el personal se asombró.
Lo que llevó a Johnson, de 29 años, a un momento tan monumental fue un corazón lleno de compasión por los demás — una característica que la guió hacia el personal de Planned Parenthood y que quedó intacta mientras ella negaba las duras realidades del aborto. Era la misma compasión — motivada por el Espíritu Santo y al haber visto un aborto vía un ultrasonido — lo que le permitió reenfocarse en la realidad.
“Crecí como una bautista del sur,” dijo Johnson, quien se mudó de su nativa Louisiana a Texas cuando era una adolescente.
Desde que tomó la decisión de dejar Planned Parenthood y adoptar el mensaje a favor de la vida, la historia de Johnson ha llegado hasta los encabezados internacionales y ha concedido entrevistas en varios noticieros en la televisión por cable.
Johnson admitió haber sido algo ingenua en cuanto a los asuntos como el feminismo y el aborto cuando dejó su tierra natal para estudiar en la Universidad Texas A&M en 1997.
“Recuerdo que mi mamá me dijo, ‘Nosotros somos pro-vida,'” dijo en una entrevista por teléfono. Pero ahí terminó esa discusión. La familia no hablaba con más profundidad sobre cosas como estas, recuerda.
Así que cuando Johnson estaba buscando oportunidades para ser voluntaria en Texas A&M, le atrajo la exhibición de Planned Parenthood, sin saber que la organización estaba involucrada en la industria del aborto. La encargada de la mesa de exhibición le habló sobre la salud y los derechos de las mujeres y Johnson pensó, “Bueno, esto suena muy bien.”
Ella comenzó a estar asociada con la clínica de Planned Parenthood en Bryan como una voluntaria acompañante. Uno de los dos fines de semana cuando se realizan los abortos en la clínica, Johnson caminaría con las mujeres acompañándolas desde su automóvil hasta la clínica, evitando cualquier acoso potencial por parte de los manifestantes antiabortistas. Johnson dijo que disfrutaba la interacción con las mujeres a quien ella creía estar ayudando.
“Aprendí más sobre el movimiento a favor del aborto, y entre más tiempo estás ahí, más aceptas lo que dicen. En verdad comencé a estar convencida.”
Sus padres no aprobaban su participación [en esa organización]. Johnson se dio cuenta de que muchas personas en su familia y en la iglesia de sus padres estaban orando por ella. Pero con el pasar de los años Johnson pudo justificar sus acciones.
“Planned Parenthood se dedica a la prevención [de embarazos no deseados], no al aborto. Realmente estaba convencida de ello.”
Justo una semana antes de que abandonara la clínica, el personal había ayudado a una mujer a descubrir que tenía cáncer. Estaban sucediendo cosas legítimamente buenas en las instalaciones de Planned Parenthood, se decía a sí misma.
Las actividades voluntarias de Johnson le llevaron a aceptar un puesto con goce de sueldo en la clínica, dando consejería antes del aborto. La información que ofrecía se enfocaba en el procedimiento y no en las opciones — lo que la clienta podía esperar antes, durante y después del aborto. Cuando Johnson estaba por graduarse con un grado en psicología, la clínica la ascendió al puesto de directora de alcance comunitario y educación sexual. El trabajo le permitía a Johnson ensalzar las virtudes de los servicios de la salud para la mujer que proveía Planned Parenthood en la comunidad conservadora de Bryan-College Station. También le permitía una racionalización en su conciencia — estaba trabajando para mejorar la salud y a favor de la prevención de embarazos no deseados a través de los anticonceptivos.
Al poco tiempo de haberse casado con Doug, quedó embarazada. Era un embarazo no planeado, pero no uno no deseado. Johnson pensó que sería algo raro que ella, estando embarazada, diera consejería preaborto.
Al contrario, le respondió la entonces directora, “Sería bueno que ellas vean lo que no quieren,” recuerda Johnson que le dijo.
Los empleados de las instalaciones de Planned Parenthood tienen prohibido usar la palabra “bebé,” dijo Johnson. Durante su embarazo Johnson comenzó a ver la falta de conexión entre la filosofía del ardiente movimiento abortista y la opción que tiene una mujer para completar su embarazo. Citó a una clériga liberal quien afirmó, “Se convierte en un bebé en el momento en que decides ser madre.”
La decisión de los Johnson dio por resultado el nacimiento de una niñita a quien llamaron Grace.
Con el nacimiento de Grace en noviembre del 2006, los Johnson se dieron cuenta de que necesitaban ir a la iglesia. Habían dejado de asistir porque no podían encontrar una iglesia que les permitiera hacerse miembros mientras Johnson trabajara para Planned Parenthood. En retrospectiva, Johnson dice que la exclusión la desanimaba. Dijo que las iglesias bautistas le negaban la membresía pero no hicieron nada o casi nada por explicarle el por qué o por discipular a la pareja de manera que quizás la llevara a renunciar a su empleo.
En lugar de eso, la pareja buscó una iglesia que no criticara o cuestionara su trabajo. La iglesia episcopal a la cual se unieron “apoyaba mucho mi trabajo y a Planned Parenthood,” dijo Johnson. Uno de sus compañeros de trabajo también asistía a esa iglesia y otros dos empleados eran católicos. Al elegir a esta iglesia, Johnson selló una burbuja de colegas, amigos y una familia en la iglesia que le darían afirmación y que no le pedirían que rindiera cuentas por la aparente contradicción en su propia vida al profesar a Cristo y apoyar a la industria del aborto.
Pero su fe cristiana no le permitiría ignorar tal conflicto.
“La fe fue lo que llevó a abandonar la industria del aborto. Pero muchas veces fue una lucha,” dijo Johnson. La clínica hacía abortos dos sábados al mes. Aunque ella no estaba involucrada directamente en el procedimiento la mayoría de las veces, en otras ocasiones cuando estaba presente durante un aborto, al día siguiente, se sentía culpable al estar sentada en la iglesia.
A pesar de los brotes de arrepentimiento, Johnson seguía creyendo firmemente que ella era antiabortista. La clínica, ella racionalizaba, proveía tantos otros servicios que eran de beneficio para las mujeres, que los abortos podían ser considerados sólo una rama menor, aunque provechosa, del negocio.
Pero cuando Johnson, quien había sido ascendida a directora de la clínica en el 2007, recibió la visita de su superior para informarle sobre la necesidad de atraer más dinero a la clínica a través de los abortos, ella comenzó a preocuparse.
Los servicios de planificación familiar que Johnson promovía con tanta convicción eran una pérdida financiera para la clínica. Lo que realmente ganaba dinero eran los abortos de $500 y la distribución de RU486, la píldora llamada “de la mañana siguiente.”
La defensa de la clínica que Johnson había creado se había estado basando en las medidas de prevención dominadas por Planned Parenthood. Otros servicios, ella dijo, eran parte de su definición personal de “pro-aborto.” Una organización sin fines de lucro no debería preocuparse por ganar dinero, pensó. Cuando ella cuestionó al directivo argumentando que eso iba en contra de la meta de la organización, la cual era la prevención, le respondió a Johnson que ella tenía que reacomodar sus prioridades a favor de su empleo.
Aunque la clínica mantuvo su horario de abortos dos veces al mes, el flujo de RU486 aumentó. El medicamento, el cual pone fin a un embarazo de unos cuantos días al detener el flujo de hormonas que mantienen la salud del revestimiento uterino, deben tomarse como un tratamiento ambulatorio. La clínica incrementó el número de días en que este medicamento estaría disponible para ser recetado. Éste, dijo Johnson, cuesta lo mismo que un servicio de aborto dentro de la clínica.
Luego, a finales de septiembre, se le pidió a Johnson que ayudara en un aborto. Se necesitaba un tercer par de manos. Usualmente el proceso sólo involucra al doctor y a la enfermera practicante. Pero ese día el doctor en guardia estaba usando una máquina de ultrasonido durante le procedimiento y necesitaba ayuda con la sonda abdominal. De esta manera, dijo Johnson, era como el doctor hacía los abortos en su propia clínica.
El uso de ultrasonido no es común, dijo, porque tarda más en realizarse el procedimiento, pero es la manera más segura porque permite al doctor ver dentro del útero y observar en detalle lo que está haciendo.
Johnson tuvo la misma ventaja.
“Estoy observando [el monitor]. No quería verlo, pero no pude detenerme,” recuerda. Ella vio la cánula—el instrumento utilizado para remover al feto—moverse hacia el bebé de 13 semanas. Y siguió observando mientras la pequeña vida trataba en vano de alejarse del instrumento.
“En lo primero que pensé fue en Grace,” dijo Johnson, recordando esa primera imagen de ultrasonido de su hija Grace y cómo la pegó al refrigerador y envió copias a los miembros de la familia.
Mientras observaba el aborto en vivo, dijo reconocer el hecho de que había una vida en la mujer y que en parte ella misma había participado para darle fin. Más tarde, Johnson visitó a esta paciente en una sala de recuperación. La culpabilidad era abrumante.
“Le quité la oportunidad de ser madre,” dijo.
Johnson lloró y oró bastante. Su esposo le mostró empatía y la apoyó en la decisión que había tomado, pero no había nadie en la clínica con quien hablar para pedirle un consejo.
“Me sentí muy sola,” dijo. Todos los amigos de Johnson en su trabajo y en la iglesia creían en la misión de Planned Parenthood, trabajar por la salud y derechos de las mujeres. Confrontar el asunto desde la perspectiva bíblica no podía someterse a discusión.
“No hay espiritualidad en el aborto. Dios no está presente en las clínicas de abortos,” dijo Johnson. Tampoco se le invita, dijo.
“La gente que trabaja ahí no tiene ninguna fe. Eres como un segregado en la organización si te declaras cristiano.”
En la clínica, añadió, se asocia a los cristianos antiabortistas con gente como Scott Roader quien disparó y mató en la entrada de su iglesia en Wichita, Kansas, a George Tiller, el doctor que realizaba a abortos a mujeres embarazadas en el tercer trimestre. Se respira un ambiente de víctimas en la organización, dijo.
Johnson regresó al trabajo el siguiente lunes, aunque no quería. La semana pasaba y ella no había tomado una decisión final. Pero la semana siguiente fue distinta.
“Sentí cómo que el reloj estaba haciendo tictac. Habría más abortos el sábado. Estoy sentada en mi oficina. No quiero estar aquí y estar llorando. Y ya casi llega el sábado.”
Se dio cuenta de lo que tenía que hacer, pero necesitaba una dosis extra de fe para hacerlo. Ella vio a dos mujeres de Coalition for Life orando afuera de su clínica. Las mujeres estaban participando en la campaña 40 Días por la Vida, la cual organiza vigilias de oración afuera de las clínicas de abortos desde septiembre hasta inicios de noviembre (www.40daysforlife.com).
“Dios me estaba gritando que fuera al centro [de Coalition for Life]”
Así que lo hizo.
Johnson manejó la corta distancia entre su clínica y el centro, por temor a ser vista por el personal y levantar sospechas. Se estacionó en la parte trasera del edificio y llamó a la puerta.
Un miembro del personal había visto que un carro se estacionó atrás y en broma de dijo a Bobby Reynoso, el director de comunicaciones de Coalition for Life, que Abby Johnson había llegado para hablar con él. Cuando respondió el llamado en la puerta, el empleado, ahora con un tono serio, le dijo que Johnson estaba ahí afuera llorando.
La directora de Planned Parenthood entró en el centro de Caolition for Life, recuerda Reynoso, y “quedamos todos boquiabiertos.” Dijo que se sentaron junto a ella y escucharon mientras les contaba su historia de estrés y convicción. Llegó a su puerta para confesar que ya no podía participar más en el aborto.
“No era algo que estábamos esperando. Pero como cristianos deberíamos,” dijo Reynoso. Después de todo, los voluntarios antiabortistas habían estado orando fielmente afuera de la clínica por años y, recientemente, durante la campaña de 40 Días por la Vida. Shawn Carney, el director de Coalition for Life en Bryan, es el cofundador de la campaña de oración, la cual ha ganado fama internacional. El personal y los voluntarios han orado específicamente por Johnson.
Reynoso dijo que antes ya había tenido algunos encuentros con Johnson y que la había observado cuando oraba afuera de la clínica de Planned Parenthood. Ella siempre le pareció una persona compasiva y cariñosa, genuinamente preocupada por el bienestar de sus clientes y empleados.
La retórica de Planned Parenthood le resta importancia a ese sentimiento de compasión, llevando a su personal y voluntarios a creer que están trabajando por el bienestar de las mujeres, dijo Reynoso. Johnson sabía que el aborto estaba escrito en el papel, dijo, pero se volvió insensible ante su naturaleza destructiva hasta que fue testigo de ello a través del ultrasonido.
“Es un lobo vestido de oveja,” dijo Reynoso. “Suenan como algo tan compasivo.”
Reynoso dijo que los miembros de Coalition for Life se emocionaron al ser participantes de lo que ha sucedido ante sus ojos, pero no pueden tomar ningún crédito por el milagro que se llevó a cabo.
Desde que presentara su renuncia en octubre, Johnson ha tenido varias presentaciones en los medios masivos de comunicación. Estará hablando más públicamente después del Año Nuevo cuando su familia haya tenido tiempo para procesar su transición. Ella pidió que los cristianos oren por ella mientras busca por un nuevo trabajo, y, casi seguro, una nueva iglesia. Dijo que sus padres se emocionaron mucho al saber su decisión y el pastor de sus padres incluso la contactó para ofrecer palabras de ánimo.
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Bonnie Protchett es una corresponsal de Southern Baptist TEXAN (www.texanonline.net), una publicación de la Convención de los Bautistas del Sur en Texas, SBTC por sus siglas en inglés.