NASHVILLE, Tenn. (BP) — En muchos países latinoamericanos los choferes de transporte público decoran sus autobuses en formas muy elaboradas. Un chofer recubre el interior de su vehículo con toda clase de adornos de plástico y piel fabricada. Otro lo decora con docenas de luces y cromando las defensas, parrillas, espejos, etc. Y otros lo transforman en algo semejante a una capilla, decorando el interior con toda clase de altares, santos y vírgenes. En su afán de personalizar sus vehículos los choferes pueden añadir un exceso de adornos. Pero si usted mira por debajo de todas las decoraciones, cada vehículo es esencialmente lo mismo, un autobús de pasajeros.
Algunas iglesias han llenado de “adornos y distracciones” la religión que predican. Algunas iglesias pudieran haber añadido algunas tradiciones a su forma de culto y práctica. Así vemos a algunos ministros usando vestimentas especiales. Sus cultos parecen programas teatrales con cortinas, escenografía, plantas artificiales, efectos especiales de luces y hasta aparatos para producir sonidos especiales. Algunos púlpitos parecen estudios de televisión no lugares de culto. Los programas de esas iglesias a veces ponen el estudio de la Biblia, en un lugar menos importante que los equipos deportivos, las clases de danza, y otras actividades por el estilo. Algunas denominaciones elevan al rango de superestrellas a sus predicadores más elocuentes y fotogénicos.
Pero ¿qué es lo que debemos predicar y enseñar? Nuestro fundamento es Cristo y nada más. Pablo confrontó en Corinto la lamentable realidad de algunos creyentes que estaban más interesados en seguir a ciertos líderes que a Jesús. Los incrédulos por su parte no podían ver la fe cristiana como un sustituto adecuado a su religión repleta de dioses.
Ponga sus ojos en Jesús, en su vida y enseñanzas. Abrácelo de todo corazón e invítelo a morar en su alma. Ofrézcale su vida y conviértase en su seguidor, su imitador, su siervo y así descubrirá que no hay vida más emocionante ni satisfactoria que la de un cristianismo sencillo y sincero.
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Este escrito fue publicado originalmente por la revista Quietud® en el número correspondiente al otoño de 2012.