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Torres de soledad: Alcanzando Buenos Aires


NOTA PARA LOS LECTORES: La Ofrenda de Navidad Lottie Moon del año 2008 está enfocada en misioneros que sirven en América del Sur así como en las iglesias que colaboran con ellos ejemplificando el alcance global auspiciado por las ofrendas de los bautistas del sur a la ofrenda Lottie Moon. El tema del 2008 es “Ve Di la Historia de Jesús.” La meta de la ofrenda nacional es de $170 millones.

Casi 380 millones de personas viven en América del Sur — y cerca de 355 millones de ellas no conocen a Jesús como Salvador y Señor. Casi ocho de cada diez suramericanos ahora viven y trabajan en las ciudades — porcentaje que aumentará en los años venideros. El continente cuenta con no menos de 39 áreas metropolitanas (con poblaciones de cerca de un millón cada una). Las iglesias y los misioneros a menudo tienen dificultades en sus esfuerzos por penetrar el fragmentado mundo de ciudades que se mueven rápidamente. Las estrategias necesitan cambiar, pero ¿cómo? Las siguientes historias le dan un vistazo al reto de uno de los gigantes urbanos del continente: Buenos Aires, Argentina.

BUENOS AIRES, Argentina (BP)–¿Es posible sentirse solo en una ciudad de 13 millones de personas? Lo es en Buenos Aires.

Loreley Lago, de 18 años, estudia oceanografía en la Universidad de Buenos Aires, donde se abre paso junto con otros 320.000 jóvenes argentinos que se preparan para el futuro. Ella se interesa por el medio ambiente y quiere ayudar a la gente pero duda poder hacer mucho para cambiar el mundo.

Lago creció como católica, como la mayoría de los argentinos, pero se describe como “no muy religiosa.” Cree en Dios pero dice que “he aprendido a confiar en mí misma. Puedo hacer las cosas que necesito hacer.” Sin embargo, a menudo se pregunta qué sigue después de la muerte.

Su mayor lucha diaria: inseguridad y temor. “Cuando salgo sola, veo hacia todos para cerciorarme que nadie me esté siguiendo,” dijo. “Eso me molesta mucho — las cosas que no puedo controlar.”

Buenos Aires, refulgente joya dentro de las ciudades de Sudamérica, es la capital de Argentina, eje económico, centro cultural y hogar de un tercio de los 40 millones de habitantes de la nación. Más de 13 millones de porteños — o “gente del puerto,” como se llaman a sí mismos los residentes de esta gigantesca ciudad del Río de la Plata — viven y trabajan en la gran Buenos Aires. La ciudad ocupa el segundo lugar entre las metrópolis más grandes del continente (después de San Paulo, Brasil) y la 10ª más grande del mundo, de acuerdo a las estadísticas de la Naciones Unidas.

Apartamentos multimillonarios brotan en la capital. El costo va de $900 el metro cuadrado. La economía de Argentina se mantiene o cae y afecta la salud financiera de Buenos Aires. Cristina Fernández de Kirchner, la primera presidenta argentina elegida, simboliza la imagen glamorosa y sofisticada de la ciudad.

FORTALEZA O TEMOR

No obstante, si usted mira por debajo de la superficie del frenético paso de la moderna Buenos Aires, las amplias avenidas, los modernos bares y cafés tango, la riqueza cultural y atmósfera europea, encontrará corrientes subterráneas de aislamiento, inseguridad, desesperanza — y temor.

Es una extraña dinámica para una enorme ciudad que aparentemente ha entrado en una nueva era de crecimiento. ¿Por qué esa penetrante sensación de incomodidad?

“En una ciudad grande, las fortalezas espirituales son la soledad y el miedo,” dijo el misionero David Bufkin*, líder del equipo de la Junta de Misiones Internacionales y coordinador de estrategia para Buenos Aires. “Podría parecer loco pensar en sentirse solo cuando se está rodeado de 13 millones de personas, pero lo están.

“La gente vive asustada. Tienen miedo de salir en la noche. Tienen miedo de que alguien más les quite algo. La gente que no tiene nada tiene miedo de no tener nada para comer al día siguiente. El temor lleva a la gente a actuar irracional e inmoralmente. Esto hace que los ricos se aíslen. Hace que los pobres se involucren en crímenes o drogas para encontrar un escape.”

La taza de delitos no es mayor que en otras ciudades grandes del mundo; es menor que en algunas. Buenos Aires no es Río de Janeiro, donde violentas pandillas gobiernan en los vecindarios y se envuelven en tiroteos callejeros con la policía. No es ni siquiera Detroit. Pero la percepción es realidad en una ciudad donde los habitantes recuerdan cuando podían caminar a las 3 a.m. por cualquier calle sin ser molestados.

Esos días se han ido — junto con los valores y la sensación de comunidad que los porteños una vez compartieron. Las rejas de hierro que ahora protegen puertas y ventanas representan algo más profundo que simplemente el miedo al crimen. Las oleadas de violencia política, caos económico y confusión social que los argentinos experimentan desde 1970 han dejado un legado de sospechas, desilusión y cinismo — similar al malestar que plagó a los EE. UU. en años recientes.

“La gente ya no confía más en nadie,” dijo Bufkin, quien es de Moore, Oklahoma. “No confían en el gobierno. No confían en la policía. No confían en el mecánico al que le llevan el carro. La gente está consumida por la iglesia tradicional, por los predicadores de ‘salud, riqueza y prosperidad.’ La gente que dijo que cuidaría de ellos, se aprovechó de ellos. De manera que se genera una mentalidad introvertida que dice: ‘Somos yo y mi familia’ y todos los demás deben estar a la distancia.

“Es una gran barrera para el evangelio, porque hace muy difícil acercarse a la gente y compartir. Usted ha obtenido este invaluable don que quiere compartir con todos, pero el miedo los detiene para abrirse a ni siquiera hablar sobre eso.”

BARRERRAS Y RETOS

El miedo y la desconfianza no son las únicas barreras para el evangelio en Buenos Aires. El catolicismo nominal (quizá el 5 por ciento asiste regularmente a misa) ha “inoculado” a muchos en contra de la fe. Ellos creen que el cristianismo es algo con lo que se nace y se practica una vez al año.

Como en otros centros urbanos importantes, el secularismo y el postmodernismo son más poderosamente atractivos que cualquier religión organizada — aunque una variedad de cultos atrae a los pobres, a los jóvenes y a los ingenuos. Como en Europa y en Norte América, la “tolerancia” supera la tradición y le abre la puerta a la inmoralidad, a los creyentes de la nueva era y al paganismo.

La diversidad social y étnica de la ciudad también presenta sus retos. Cientos de miles de estudiantes fluyen hacia la ciudad desde cada esquina de Argentina. Enormes clases de empleados de gobierno nacional y obreros compiten por un pedazo del pastel de la economía.

La fuerte influencia europea de Buenos Aires se desarrolló a lo largo de generaciones a través de la emigración desde España (anterior colonizador de Argentina), Italia, Alemania y otros países del otro lado del Atlántico. Más recientemente, nuevas oleadas de inmigrantes han inundado Buenos Aires desde países vecinos como Bolivia, Paraguay y Perú. Muchos son miembros de tribus indígenas, como los quechuas, en busca de oportunidades económicas en la emergente economía de la ciudad.

La comunidad judía de la ciudad, la más grande de América Latina, cuenta con por lo menos 250.000 personas. El trasfondo árabe de los argentinos, mayormente musulmanes y principalmente de Líbano y Siria, casi alcanza los 160.000. Los japoneses, por mucho tiempo un grupo familiar de la ciudad, suman más de 30.000. Chinos y coreanos han llegado en número importante durante los pasados 30 años. Eslavos, afro-argentinos y muchos otros grupos contribuyen a la mezcla étnica.

Así bien, ese es el depurado tamaño de la gran Buenos Aires. La Capital Federal es el hogar de cerca de 3 millones de habitantes; muchos millones más conducen hacia y fuera de la ciudad para trabajar en el gobierno y los negocios. Buenos Aires tiene 48 barrios o vecindarios separados — y a menudo culturalmente distintos.

Varios de los más grandes barrios, como Flores, Recoleta y Belgrano, son en sí ciudades con más de 100.000 residentes cada uno. Palermo alberga a más de 250.000. Vastas “zonas” se extienden al norte, sur y oeste de la capital y abarcan todas las comunidades que una vez fueron pueblos separados.

Otra barrera importante: La gente es difícil de alcanzar — no solo espiritual sino físicamente. En la Capital Federal, tres de cada cuatro personas viven en apartamentos – generalmente, altos edificios de condominios que tienen porteros o entradas cerradas. Bufkin describe el horario diario de muchos porteños que viven en apartamentos:

“Se levantan. Toman el elevador hacia abajo y entran al carro. Conducen hacia el trabajo. Regresan y aprietan el abridor del garaje. Manejan hacia abajo, entran al elevador y suben a su apartamento. El contacto real con el exterior entre su casa y el trabajo (y viceversa) es prácticamente inexistente.”

Los vecindarios localizados en las “zonas” tienen más un ambiente suburbano, con casas, y pequeñas zonas verdes. Sin embargo, la gente puede ser igual de difícil de encontrar.

“Nuestros vecinos observan cómo vivimos, y eso nos ha abierto puertas a sus hogares,” dijo un misionero de la Zona Oeste, hogar de casi 4 millones de personas. “Pero fuera de nuestra área inmediata, es muy difícil. La gente se encierra detrás de puertas con llave y eso es todo.”

TIEMPO PARA NUEVOS ACERCAMIENTOS

¿Qué significan para la iglesia estas realidades? Luego de más de un siglo de trabajo de los misioneros, bautistas argentinos y otros evangélicos, la pérdida espiritual de la contemporánea Buenos Aires rivaliza con la de ciudades en muchas regiones del mundo mucho menos evangelizadas.

De acuerdo a recientes investigaciones, menos de tres de cada 100 porteños afirman tener fe evangélica en Jesucristo. Lo que es más, entre más cerca se esté del centro de la ciudad menos receptiva es la gente al evangelio. Los cristianos argentinos, comprensiblemente, tienden a enfocarse en ministerios evangelizadores más allá de la capital.

La Capital Federal cuenta con cerca de 35 iglesias bautistas — muchas de ellas desinteresadas o con membresía declinante. Veinte de los 48 barrios de la ciudad no tienen ninguna obra bautista. Las iglesias protestantes de todos los tipos suman menos de 500 en el centro de la ciudad.

“Muchas de estas iglesias han existido entre 30 y 100 años y siguen estancadas,” dijo Bufkin. “Realmente hemos luchado con la forma de comenzar iglesias nuevas. La necesidad es inmensa, sin embargo nunca vamos a construir cientos o miles de nuevos edificios para iglesias.” Ninguna tiene tanto dinero.

Aun si se construyeran, ¿cómo van a hacer que la gente entre?

No hay una solución sencilla, pero claramente ha llegado el tiempo para alguna experimentación. Eso es exactamente lo que Bufkin y su equipo misionero están haciendo.

Ellos creen que una estrategia clave puede funcionar: los grupos pequeños — muchos, muchos de ellos — que se desarrollen detrás de las puertas con llave entre familias y otros “círculos de relación.” Bufkin y su equipo aspiran un día tener 2.500 grupos de hogar alrededor de la ciudad — grupos que guíen a los perdidos a la fe, la adoración, que hagan discípulos y se reproduzcan ellos mismos. Muchos se reunirían en apartamentos y casas; otros podrían reunirse en restaurantes o negocios.

“Las iglesias tienden a crecer a lo largo de grupos familiares; usted invita a alguien que conoce,” dijo. “Nuestra meta no es ver grandes iglesias sino pequeñas que crezcan y se multipliquen.”

Estas pueden tomar diferentes formas para diferentes tipos de personas, también. Bufkin ayudó a comenzar una iglesia-hogar para porteños de clase alta que incluía a tres abogados, un doctor en filosofía y el chef de un yacht club. Los misioneros Jason y Kelli Frealy, mientras tanto, lanzaron un grupo en medio de una red extendida de parientes en un vecindario de clase trabajadora.

A los estudiantes se les puede acercar, por lo menos al principio, a través de mensajes de texto y otras formas de tecnología.

“Los que se han aislado a sí mismos de la sociedad no son reclusos,” dijo Bufkin. “Ellos desean contacto. Solamente están buscando diferentes maneras de tenerlo.” Los cristianos necesitan encontrar senderos dentro de esas redes.

Camine a través del barrio Villa Lugano con Bufkin y tendrá un sentido de lo que él está diciendo. Aparentemente las interminables filas de torres de apartamentos se extienden como altas fortalezas en la distancia. Cada cerrado edificio es el hogar de 2.000 residentes; toda la urbanización alberga hasta a 100.000 personas. La autónoma comunidad tiene supermercados, consultorios médicos, gimnasios.

“Mucha gente encuentra este lugar deprimente, pero a mí me grita oportunidad,” dijo Bufkin. Él imagina pujantes grupos de adoración en cada edificio. Visualiza estudiantes universitarios cristianos — o jubilados — que renten un apartamento por un semestre o un año y desarrollen relaciones. Sueña que los bautistas del sur adopten Villa Lugano y otros barrios y envíen equipos a comenzar grupos de adoración.

En América del Sur, los nuevos acercamientos toman tiempo para ganar la confianza. Algunos bautistas argentinos y otros evangélicos, particularmente líderes jóvenes, están entusiasmados con la idea de probar la estrategia de grupos pequeños. Otros cuestionan si funcionarán en una sociedad en la que la gente piensa que la iglesia debe lucir como una catedral — o por lo menos un santuario tradicional con un campanario.

“Es radical para los miembros de iglesias tradicionales o para el promedio de los incrédulos,” dijo el misionero Jason Frealy. “Pero si usted ve al salvo versus el perdido, está ciudad está perdida. El mensaje es el mismo: Jesús salva. Jesús da vida eterna. Pero es tiempo de explorar diferentes maneras de esparcir el mensaje.”
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*Los nombres han sido cambiados.
Erich Bridges es escritor principal de la Junta de Misiones Internacionales de los Bautistas del Sur. ¿Podría usar Dios su iglesia para que ésta ayude a alcanzar un vecindario de Buenos Aires? Algunos barrios con poblaciones que van desde los 20.000 a los 250.000 tienen pocos testigos o quizá ninguno. Chequeen ABBA (Adopte un Barrio en Buenos Aires). Consideren enviar voluntarios y trabajar con misioneros y creyentes argentinos para ganar esta gran ciudad para Cristo. Para obtener más información sobre estas y otras oportunidades de llevar luz a las oscuras áreas urbanas de Sudamérica, visite www.takingit2theedge.org.

Vea una presentación multimedia sobre Buenos Aires — incluye video, sonido y fotos adicionales — en http://www.commissionstories.com/?p=38.

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  • Por Erich Bridges