NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a https://www.bpnews.net/espanol.
HOLLYWOOD, Fla. (BP) — Recuerdo bien cuando el Señor por su gracia me salvó, llamándome de la muerte espiritual a la vida. El cambio fue eficaz, pues Dios había removido mi corazón de piedra y me había provisto con uno de carne (Ezequiel 36:26-27). El cambió una apatía y un desinterés por su persona, por su pueblo y por la casa de Dios. Y Él colocó un hambre insaciable por conocer su Palabra, un deseo inexplicable de cooperar y participar en cada momento en que las puertas de mi iglesia Bautista local se abrieran.
Me dispuse asistir a todas las reuniones que se hicieran de la Iglesia, a todo estudio Bíblico posible y a toda reunión de oración realizada. Ellos eran mi nueva familia, mi grupo de vida espiritual, mi comunidad de fe. Fue de esta manera en que fui creciendo en el conocimiento de Dios y su Palabra de una manera sorprendente (Colosenses 1:10). Y donde tuve la oportunidad de desarrollar mis dones y talentos en los diversos ministerios de la misma.
No obstante, esa no es necesariamente la experiencia de muchos Cristianos en nuestros días, particularmente en la sociedad hedonista en la que vivimos, una que solo busca sus propios intereses y placeres como propósito de la vida.
Para muchos el asistir a la Iglesia con fidelidad, se ha convertido en un asunto opcional. El congregarse es posible, si no tengo algo mejor que hacer, o si estoy dispuesto a sacrificar mi tiempo de descanso y entretenimiento. Por ese motivo, el crecimiento espiritual de muchos (si la obra salvífica de Cristo ha sido genuina, 2 Corintios 13:5) se ha estancado y atrofiado.
No obstante, no es Dios el que necesita de nosotros, somos nosotros los que necesitamos de Él, la Escritura nos recuerda:
Como el ciervo anhela las corrientes de agua, Así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? (Salmos 42:1-2).
David anhelaba la persona de Dios, deseaba aprender su Palabra y suspiraba por su presencia y el sabía que el lugar que supliría dicha necesidad era el Templo, la casa de Dios, el lugar que Dios había estipulado para ser adorado por su pueblo en los días del Antiguo Pacto (Salmo 84:10).
Sin embargo, para nosotros quienes vivimos en los días del Nuevo Pacto (cp. 1 Corintios 11:25; Hebreos 9:15; 12:24), ese lugar es la Iglesia local.
Pablo le instruye al joven pastor Timoteo:
“Te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad” (1 Timoteo 3:15 NBLH).
La Iglesia local es la casa del Dios viviente, y el pilar desde donde se proclama la verdad revelada en la Palabra de Dios (Juan 17:17).
La Iglesia local es el lugar que Dios ha preparado en el día de hoy para que conozcamos su persona y para que aprendamos su Palabra. Ella es el lugar que Él ha estipulado para que su pueblo le adore y le sirva y la que es comisionada a cumplir con la misión de evangelizar y discipular (cp. Mateo 28:19-20; Hechos 13:1-3).
La Iglesia es el medio por el cual Cristo edifica a su rebaño (Mateo 16:18). Ella es el lugar donde Dios debe ser glorificado, donde Cristo debe ser exaltado y donde la Palabra de Dios debe ser predicada con fidelidad. Es el lugar donde celebramos la cena del Señor y recordamos su muerte hasta que él venga (1 Corintios 11:26). La iglesia no es un paréntesis en el plan de Dios, es el plan de Dios (Efesios 3:21).
Ella es la asamblea de los redimidos por su sangre, los peregrinos que esperamos la patria celestial (1 Pedro 2:11). Pero primordialmente, ella es el lugar donde Cristo nutre, dirige, gobierna y fortalece a su rebaño por medio de la predicación y enseñanza fiel de su Palabra (1 Juan 2:14).
Alguno podría decir, aunque yo no asista regularmente a una iglesia local, no obstante me nutro espiritualmente con programas de radio entre otros medios Cristianos. Sin embargo, ningún ministerio para-eclesiástico, ni medio social, ni de comunicación por muy provechoso que este sea puede reemplazar la importancia de la Iglesia local en el plan redentor de Dios (Efesios 1:22).
Por todas estas razones, amados hermanos les animo a considerar la importancia de la Iglesia local y a que no desaprovechen ninguna oportunidad para congregarse y cooperar con la labor del cuerpo de Cristo, la cual el Señor en su gracia les está brindando (Hebreos 10:25).