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EDITORIAL: ¿Cómo vivir con fe en un mundo que no tiene fe?


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Nos acercamos a las elecciones presidenciales y en estos días, como en ningún otro tiempo, cada vez que leemos las noticias o las escuchamos, encontramos que los candidatos se atacan unos a otros tratando de mostrarle al público el lado malo del adversario. Mucha gente se siente confundida y desorientada ante semejante situación. Pienso que la reflexión hecha por el historiador Will Durant se aplica perfectamente a esta caótica situación. Él dijo: La pregunta más importante de nuestro tiempo no es: ¿Colectivismo o individualismo? ¿Estados Unidos o Europa? Ni siquiera ¿Oriente u Occidente? La pregunta más importante es esta: ¿Puede el hombre vivir sin Dios?

Si estudiamos la historia de la humanidad nos podemos dar cuenta fácilmente que durante muchos siglos el centro de la civilización occidental ha girado entorno a la iglesia cristiana. El sistema de gobierno, las leyes, y la sociedad occidental se fundaron sobre principios y valores cristianos. La ética y la moral cristianas han determinado el valor de las personas, han establecido los derechos humanos y han impulsado y guiado el respeto por lo bueno y el amor a la verdad.

Pero debemos observar con preocupación que estos pilares sobre los cuales se fundamenta la cultura occidental están bajo ataque. El concepto sobre “el bien y el mal” se ignora por una buena parte de la sociedad. Y si no se desecha, se ataca. El relativismo invierte los términos y llama bueno a lo malo y malo a lo bueno. Frecuentemente escuchamos decir: “todo depende del color del cristal con que se mira”. Los testigos falsos abundan por doquier y se enseña que no hay verdad absoluta.

Se argumenta a favor de “los derechos individuales” la prohibición de la mención de Dios y de las manifestaciones de nuestra fe en público, pero se ignoran nuestros derechos al no permitirnos expresar nuestras creencias libremente. Es famoso escritor ruso Fiodor Dostoyesky escribió: “Si Dios está muerto, cualquier cosa es permisible”. ¿Hasta que punto se han tomado “libertades” en la cultura occidental actual? Más allá de cualquier límite de “permisibilidad”. La razón, a mi entender, es que muchos hombres y mujeres actúan como si Dios no existiese o como si Él no tuviera control sobre lo que ellos hacen.

Recuerdo que cuando llegué a los Estados Unidos venía con el sueño de vivir en una nación cristiana. Mi ilusión duró muy poco, pues en mi primer empleo un “inocente comentario” hecho por un representante de mi empleador, me reveló la realidad del problema. Recuerdo que me dijo: “bueno, yo espero que eso que dicen de que usted es cristiano sea un chiste”. Pienso que el asunto principal es que la iglesia cristiana ya no es el centro de la cultura occidental. Poco a poco el secularismo ha venido desplazando a la influencia cristiana hasta el punto de que hoy día somos la excepción y no la mayoría. En muchos casos se nos tolera, pero no se nos ofrece la oportunidad de ejercer alguna influencia.

Estamos viviendo días en los cuales la iglesia cristiana debe tomar conciencia de su condición real de “minoría moral” y aferrarse a los principios bíblicos del evangelio que se nos ha encomendado predicar. Nuestro mensaje es relevante y es la única fuente de fe y esperanza. Vivimos en medio de una sociedad que se lanza a toda carrera al total abandono de toda convicción moral. Esto debe llevarnos a pensar en lo que debemos de hacer frente a esa situación. Nuestra posición no debe ser la de tratar de adaptarnos a la sociedad ni la de tratar de adaptar a la sociedad para evitar las confrontaciones. La iglesia cristiana debe ser justo eso, una comunidad de hombres y mujeres que hemos sido redimidos por medio de la sangre de Cristo y que estamos sujetos a la autoridad de Dios. El objetivo fundamental de la iglesia no debe ser el de tratar de establecer su posición frente a un determinado problema social, y elaborar declaraciones y postulados sino conocer y hacer lo que Dios ha determinado que hagamos. Nuestros principios y convicciones no se deben basar en la tradición o costumbres de la denominación sino solamente en la Palabra de Dios.

En Juan 16:33 nuestro Señor Jesús nos reveló que en el mundo tendríamos aflicción, y es natural que esto sea así, si tenemos en cuenta que cuando estamos sujetos a la autoridad y voluntad de Dios entramos en conflicto con una sociedad en la que impera la incredulidad. Pienso que los cristianos que vivimos en el mundo occidental enfrentamos un gran reto, pero este en realidad no es algo nuevo, es tan antiguo como el cristianismo. Cada uno de nosotros, individualmente, y como parte de la iglesia de Cristo debe decidir si se someterá entera y únicamente a la autoridad de Dios o si tratará de contemporizar para estar “de acuerdo con la mayoría”.

Debemos estar concientes de nuestra condición de minoría moral y predicar “a tiempo y fuera de tiempo” el evangelio que se nos ha confiado. Juan 16:33 termina con un canto de victoria. Dice el Señor: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo. Nuestro llamado es a mostrar nuestra fe a un mundo que perece por falta de fe.
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español para Adultos de Leadership & Adult Publishing, LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez