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EDITORIAL: Debemos dar lo mejor


NASHVILLE, Tenn. (BP)–En el libro de Éxodo capítulo 36 se describe la construcción del Tabernáculo. Los primeros versículos de este capítulo siempre me han llamado la atención. El final del versículo 3 dice: “Y ellos seguían trayéndole ofrenda voluntaria cada mañana”. Hay aquí dos palabras clave: ofrenda y voluntaria. También resulta interesante que los maestros que hacían la obra vinieron a Moisés para informarle que el pueblo estaba trayendo mucho más de lo que se necesitaba para la obra que Jehová había mandado a hacer.

Es evidente que los corazones del pueblo de Israel estaban llenos de gozo pues daban con placer, de manera voluntaria y abundantemente, para realizar la obra que Dios les había mandado a hacer. ¿Se da cuenta del reto que esto implica? ¿Se ha puesto a pensar alguna vez si lo que da al Señor refleja el gozo de su corazón? Si usted contribuye en alguna forma a la obra de Dios; ¿lo hace por compromiso, por obligación o lo hace con alegría y placer?

¿Se ha detenido a pensar alguna vez que Dios no necesita nada de nosotros para poder hacer lo que el desea hacer? Simplemente Él nos da la oportunidad de participar, pero si decidimos no hacerlo, eso no cambiará en nada sus planes ni lo que hará.

En nuestra sociedad “metalizada” casi todo tiene un precio. Nuestra mente, la mayor parte de las veces, actúa inconscientemente como una caja registradora o como una computadora calculando y haciendo cuentas. Es frecuente que comencemos la distribución de nuestro salario pagando las cuentas que consideramos más importantes. En la mayoría de los casos se comienza con la renta, el automóvil, las deudas, y al final, cuando queda algo, se destina un “poquito” para la obra de Dios. No resulta raro que alguien salga con frecuencia a cenar a algún restaurante y sin embargo contribuya con muy poco o con nada a la expansión de la obra de Dios, porque el dinero “no le alcanza”.

No hace mucho escuche a una persona hacer un comentario en el que decía que “él no podía dar el diezmo porque eso era como echarse encima otra deuda”. Por supuesto que esa persona estaba hablando de dinero. No es mi propósito en esta ocasión analizar el error que está cometiendo esa persona, pero no puedo dejar de recordarle a ella y a los que piensan de igual manera, que Dios no necesita que le devolvamos lo que es de Él. Aquí lo interesante es que ni el diezmo, ni el cien por ciento es nuestro. Dios nos lo confía. Somos nosotros los que recibimos bendiciones cuando le devolvemos a Dios parte de lo que Él nos da.

Pienso además que tal vez la mayoría de nosotros no nos ponemos a pensar con frecuencia que diariamente estamos robando a Dios, aunque estemos dando nuestros diezmos y ofrendas. Me refiero al tiempo. ¿Cuánto tiempo le dedicamos diariamente a Dios? Fíjese que el diezmo de las 24 horas que tiene el día son 2.4 horas. ¿Dos horas diarias? Así es, ni más ni menos. Pero de inmediato su mente comienza un proceso para justificar y hacerle creer que usted tiene que trabajar, comer, estudiar, descansar, y la lista sigue hasta el infinito, al punto que el tiempo no le alcanza para leer la Biblia, orar o participar en algún ministerio de la iglesia local. Estamos tan ocupados que ni tiempo tenemos para llamar a alguien que esté pasando por alguna dificultad o prueba y mucho menos para ir a visitar a un enfermo y compartir con esa familia algún alimento o golosina y lo más importante: una oración y una palabra de aliento.

Sin embargo, es probable que se empleen varias horas al día para ver la telenovela, las noticias o algún programa en la tele. La televisión se ha convertido en una especie de “droga legalizada” que compite ya hasta con Dios. También es posible que estemos haciendo cosas buenas que sin embargo nos apartan de lo que debemos hacer para el Señor.

Cuando se estaba construyendo el Tabernáculo el pueblo de Israel, cada mañana, traía su ofrenda voluntaria para hacer la obra que Jehová había mandado. Imagine solo por un instante lo que pasaría si cada uno de nosotros decidiera, de hoy en adelante, traer cada mañana una ofrenda voluntaria a Dios. No solo monetaria, si no una ofrenda del tiempo que tenemos, de las habilidades, de los talentos para hacer la obra que Dios nos ha mandado. Yo hace mucho tiempo que tomé la decisión de no emplear mi tiempo libre viendo la televisión, si no ocupándome de hacer algo en alguno de los ministerios de mi iglesia local. Es probable que algunos, de alguna manera, se hayan beneficiado con mi decisión pero de seguro yo he sido el que más me he beneficiado. Dios no necesita de mí, pero por su bondad y amor me permite participar en la obra que Él está haciendo.

No acercamos a la Navidad y este es un buen momento para recordar todo lo que Dios nos ha dado y tomar la decisión de comenzar a dar de lo que Dios nos ha confiado para hacer la obra que Él nos ha mandado. Pero no debemos dar de lo que nos sobre, ya sea tiempo, dinero o talentos. Debemos dar lo mejor y hacerlo con alegría y gratitud.
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Óscar J. Fernández es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez