En este preciso momento estoy escribiendo desde el Sur de Europa, sirviendo con un equipo de pastores hispanos junto con obreros de nuestra Junta de Misiones Internacionales (IMB), que sirven en la afinidad conocida como NAME (Norte de África y Oriente Medio), llevando el evangelio entre pueblos musulmanes en esa zona del mundo.
Tuve el privilegio de exponer la reflexión bíblica para el equipo de voluntarios y obreros una noche después de un largo y arduo día de trabajo, sobre la Parábola del crecimiento de la semilla (Marcos 4:26-29).
26 Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, 27y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. 28La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. 29Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.
La clave o el punto en este versículo no está en la obra del sembrador. Sino en la obra de la semilla, que germina, brota y crece con una fuerza misteriosa, a veces tan despacio que no lo podemos ver, que puede pasar mucho tiempo hasta ver su crecimiento. ¡Pero entonces, podremos verlo, sorprendidos y maravillados del fruto que da!
Compartía con los obreros que dejaron su país, sus familias, con lo que todo eso significa, trabajar por años y muchas veces regresar del campo sin ver fruto alguno, o considerable
Solo quise dejar algunas observaciones a mis amados hermanos:
- La semilla, es la palabra de Dios, que por obediencia y con la esperanza que un día de su fruto, es plantada.
- El obrero hace su parte, debe trabajar de la mejor manera para obtener la mejor cosecha, hará todo lo que puede hacer, ¡pero Dios hará lo que únicamente Dios puede hacer!
- El crecimiento lo da Dios, el secreto no está en el suelo, el clima, ni la temporada. El secreto está en la semilla. Dios promete que Su palabra cumplirá el propósito por el cual Él la ha mandado. (Isaías 55:11).
- Sin intervención humana. La semilla tiene el poder de producir y desarrollarse como Dios quiere. Así es el Reino de Dios, debemos proclamar el evangelio, pero Dios es quien hace la obra.
- Evidente, aunque no de la noche a la mañana, tal vez ahora no lo veas, tal vez nunca lo veras, pero ¡la semilla brotará! ¡Dios está presente!
- A su tiempo, en el tiempo de Dios, dará el fruto esperado.
Cada obrero, hace su tarea de plantar y segar, confiando en la gracia de Dios para hacer la cosecha posible. La parábola nos muestra que el fruto que da esa semilla, es evidencia de ese gran poder. No es el poder de la tierra, no es el poder de los fertilizantes, no es el poder de las técnicas de plantación, es el poder de la semilla. ¡Qué preciosa noticia para cada uno de nosotros, para cada obrero comprometido con la extensión del Reino de Dios, pues la palabra que se siembra, el evangelio que es predicado, es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree! (Romanos 1:16).