fbpx
Articulos en Español

EDITORIAL: Hablando de libertad


NASHVILLE, Tenn. (BP) — El lunes de esta semana que termina celebré el 20 aniversario de haber recibido la sentencia favorable a mi solicitud de asilo político a los Estados Unidos de América, de la Corte Federal de Inmigración que funciona en la ciudad de Houston en Texas. Aunque este hecho carece de importancia para usted, para mí marcó un hito en mi vida y como tal, lo recuerdo con lujo de detalles.

Hay muchas razones por las que los que hemos inmigrado a los Estados Unidos hemos venido a este país. En mi caso, que es similar al de muchos cientos de miles de personas, vine buscando la libertad, en todo el amplio sentido de la palabra.Como muchos otros, yo tuve que renunciar a todo cuanto era y tenía para enfrentarme a una nueva sociedad y cultura que me eran desconocidas. Para mí, además implicó una especie de distanciamiento de mis costumbres y hábitos, fue como saltar de una isla en el Mar Caribe al desierto del Suroeste de los Estado Unidos, de usar el idioma que dominaba a uno que a duras penas entendía. Fue en verdad, un nuevo comenzar a partir de cero, pero con Dios a mi lado.

Una de las mayores enseñanzasque recibí fue la de comprender la extensión de lo que significa el concepto delibertad en la sociedad norteamericana. Me costó mucho trabajo llegar a comprender esto en toda su magnitud.Pero a la vez, me ayudó a entender, por primera vez, el verdadero significado de la libertad que disfrutamos en Cristo. Cuando no se disfruta de libertad, no se puede apreciar todo el alcance del significado de esta palabra.

La última vez que fui a la ciudad de Albuquerque, que considero como mi verdadera casa, visité a uno de los ministros que trabajó conmigo en la iglesia que tuve el honor de pastorear. Este me invitó para ir a visitar a una de las familias que llegaron a nuestra iglesia y que hicieron profesión de fe y fueron bautizadas.

Aunque ha pasado bastante tiempo, no he podido olvidar la impresión que recibí. Al abrir la puerta de la casa, lo primero que vi en el fondo de la sala, fue una estatua de yeso de una “santa” de unos 9 pies de alto. A los pies de ese altar había cestas con frutas e innumerables ofrendas. Me dio la impresión de estar entrando en el templo griego de la diosa Artemisa. Mi amigo me dijo, si quieres nos vamos. Pero yo no podía desperdiciar aquella oportunidad que tal vez nunca más tenga.Por lo que entramos, hablamos y les leí un par de pasajes de las Escrituras: 1 Pedro 2:19 y 1 Juan 1:5-9. Les pregunté si me permitían orar por ellos y le pedí a Dios que les quitara el velo de sus ojos y que el Espíritu Santo pusiera convicción de pecado en sus corazones.

Al salir de aquel tenebroso lugar, mi amigo me expresó la frustración que él sentía con aquella familia. Es verdad que es un caso triste, es verdad que empleamos muchas horas trabajando con ellos, enseñándoles y discipulándolos. No podemos pasar por alto que pasamos mucho tiempo junto a ellos que les ayudamos a encaminarse, que les ayudamos a encontrar empleo, y que siempre estuvimos atentos a su necesidades materiales y espirituales, pero ellos no nos desecharon a nosotros ni a nuestra iglesia, lo triste y trágico es que ellos han desechado a Dios. Han tomado en vano la sangre de Cristo y han desperdiciado la libertad que Cristo les dio para esclavizarse en las garras del diablo, o a lo mejor, nunca fueron libres, y solo aparentaron lo que no sentían.

¡Cristo es el único que nos puede dar la verdadera libertad!Para los que alguna vez vivimos sin libertad para pensar o actuar, volver a ser esclavos después de haber conocido y disfrutado la libertad, no tiene sentido, es cosa de locos.Es como estar encarcelado y ver abrirse las puertas de la prisión, salir afuera y decir, no me regreso. Me gusta vivir encadenado.

Comenté con mi amigo que en verdad me había sentido como el apóstol Pablo y había tenido deseos de decirles: “insensatos, ¿cómo han podido caer de nuevo en las garras del diablo? ¿Cómo han podido desperdiciar la libertad para volver a ser esclavos? Pero en realidad, ¿quién soy yo para juzgar a mi hermano? ¿Estuvieron alguna vez en el camino? ¿Se convirtieron realmente? Hay mil preguntas más que me he hecho, pero la respuesta, aunque desagradable, es lo que encuentro en la Biblia. En Juan 8:31-32 dice: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

Esta pobre gente evidentemente no creyó verdaderamente en Jesús ni permaneció en su Palabra o ellos, tal vez nunca conocieron la libertad que Jesucristo da. ¿Fracasamos nosotros? No, la Palabra de Dios nunca vuelve vacía. Yo no puedo saber los motivos que tuvo Dios para traerlos hasta nuestra iglesia ni el alcance eterno de lo que hicimos con ellos y con otras muchas familias que al igual que ellos, vinieron a nuestra iglesia en aquellos años que viví en Albuquerque. No podemos asumir el papel de Dios. Nuestra tarea fue y seguirá siendo presentar el evangelio que tiene el poder de liberar de la esclavitud del pecado, y amar a la gente, tratando de imitar el amor de Cristo. No podemos cansarnos de predicar la Verdad y mostrar a la gente la Fuente que provee el Agua que da la verdadera libertad. Lo demás no es nuestra tarea ni función.

Incluso hay creyentes que han confiado en Cristo y han experimentado el poder de Dios en sus vidas, pero que no reconocen la responsabilidad que tienen de vivir para Cristo. Estos en lugar de entregarle el control de sus vidas a Dios y permitir que Él les ayude a vivir una vida de santidad, viven como si el Espíritu Santo no existiera. La mayor parte de las veces ellos no tienen estatuas de yeso ubicadas en las salas de sus casas, pero tienen ídolos en sus corazones que ocupan todo el espacio del mismo. No son “santos” hechos por manos de hombres, pero son verdaderos dioses que ellos adoran, incluso sin percatarse de lo que hacen. Esos falsos dioses pueden ser el trabajo, los estudios, la casa, el jardín, las tiendas, la familia y hasta las actividades en la iglesia. Cualquier cosa que ocupe el lugar que Dios debe tener en nuestras vidas, es un falso dios que esclaviza. Debemos vivir en la práctica la libertad que tenemos en Cristo, y no cansarnos de predicar ni de hacer el bien, sin tomar en cuenta lo que el mundo suele considerar fracasos, pues no nos desechan a nosotros que somos solo simples instrumentos en las manos del Creador del universo sino que es a Él a quien desechan.
–30–
Dr. Óscar Fernández es Senior Team Leader, publishing en Adult Ministry, en LifeWay Church Resources Division, LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y un estudioso de la Biblia. Su blog http://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores en 45 países.

    About the Author

  • Por Oscar Fernandez