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EDITORIAL: ¿Qué podemos aprender de los siete pecados capitales?


FORT WORTH, Texas (BP)–Por dos semanas estoy teniendo el privilegio de participar en un seminario sobre los ‘siete pecados capitales’ en una prestigiosa universidad cristiana en el norte de los Estados Unidos. Los participantes de este taller son profesores en diferentes seminarios y universidades cristianas y a lo largo de estos días he aprendido que el estudio de los siete pecados o vicios capitales puede impulsar el crecimiento espiritual si se hace dentro del contexto de la formación espiritual ya que los vicios, al igual que las virtudes, se adquieren con la práctica la cual gradualmente va formando nuestro carácter.

Los vicios o pecados capitales han sido divididos en un orden que va de los carnales a los espirituales: glotonería, lujuria, envidia, avaricia, ira, pereza, vanagloria y orgullo como su raíz. Se les denomina capitales porque el término viene del latín caput o capitis que significa ‘cabeza’ y, por lo tanto, estos pecados son la fuente que origina más pecados relacionados con éstos.

Los siete pecados capitales tuvieron su origen en la tradición que empezó en los primeros siglos de la era cristiana. El monje Evagrius of Pontos (346-399 d.C.) fue la primera persona que ordenó una lista de pecados o vicios a los que denominó ‘pensamientos’. Evagrius fue uno de los monjes llamados padres del desierto porque vivieron en el desierto de Egipto para aislarse de las tentaciones y dedicarse a la oración y formación espiritual. John Cassian (360-430), uno de los discípulos de Evagrius, introdujo esta lista de lo que él denominó ‘vicios’ a la iglesia occidental. Cassian adaptó las prácticas de los monjes en el desierto a la vida monástica. El papa Gregorio I (540-604 d.C.) redujo la lista de vicios de ocho a siete para simbolizar el número bíblico que ejemplifica la plenitud. Además, Gregorio identificó al orgullo como la raíz de todos los demás pecados. Finalmente, Tomás de Aquino en el siglo XIII tanto en su obra principal Summa theologiae (Suma Teológica) como en De malo (El mal) empezó a hacer popular el conocimiento de los vicios a los que denominó ‘pecados’. Dante Alighieri (1265-1321 d.C.) usó los siete pecados capitales como base para estructurar su famosa novela La divina comedia.

La tradición con el tiempo también definió siete virtudes principales; tres de ellas teológicas (fe, esperanza y amor) y cuatro cardinales (sabiduría práctica, justicia, valor y templanza). Estas cualidades deberían ser parte integral de los que cristianos. Las virtudes no necesariamente corresponden a lo opuesto de los vicios o pecados capitales. Nuestro Señor Jesucristo es el modelo a seguir para todos los cristianos. Sólo Él ejemplifica totalmente las virtudes que debemos imitar a través de la ayuda y el poder del Espíritu Santo.

Después de la Reforma los protestantes rechazaron esta lista de pecados capitales porque no vienen clasificados o presentados de esta manera en la Biblia. Además, los reformadores también estaban preocupados por que la lista de virtudes pudiera convertirse en una manera de obtener la salvación por obras y no por la gracia solamente. En la actualidad, comúnmente los evangélicos que viven en contextos en donde el catolicismo romano es la religión principal también ignoran la clasificación de vicios o pecados capitales y virtudes y los rechazan quizá inconscientemente por considerarlos parte esencial del catolicismo y opuesta a la enseñanza de las Escrituras.

Sin embargo, la Biblia nos enseña en varios pasajes como Efesios 4, Colosenses 3, Gálatas 5 y Romanos 12 que Cristo produce una transformación en nuestras vidas que debe manifestarse en nuestra conducta. En estos pasajes se mencionan pecados o vicios que debemos evitar y virtudes que debemos buscar con la ayuda del Espíritu Santo. La vida cristiana requiere de disciplina y discernir los pecados capitales nos ayuda a crecer en nuestra vida espiritual al evitarlos. Únicamente al estar conscientes de nuestro pecado podemos apreciar y depender de la gracia. No solamente somos salvos por gracia sino que nuestro caminar con Cristo está basado en la gracia divina. Solamente el que se sabe pecador busca el auxilio del Dios redentor.

Lo más trágico de estos vicios o pecados capitales es que sirven como substitutos de Dios o fuentes de la felicidad aparte del Creador. Los vicios son deseos excesivos que remplazan al Creador por cosas creadas. Comúnmente decimos que todo lo que ocupe el lugar de Dios es un ídolo. De la misma manera, los vicios son patrones de conducta que nos alejan de Dios y nos convierten en víctimas de nuestros propios pecados. Por esta razón, se considera al orgullo como la fuente de todos los vicios ya que por orgullo el ser humano trata de vivir y satisfacer sus necesidades sin Dios.

Una mirada a la tradición de los vicios o pecados capitales nos ayuda a vernos en el espejo para descubrir nuestras áreas débiles y buscar el socorro divino para mejorarlas. La tradición y la historia de la iglesia nos muestran maneras de ser intencionales en nuestra lucha contra el pecado a través de la ayuda del Espíritu Santo. ¡Estos días he confirmado cuánto necesito a Dios y cuán grande es su amor!
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Octavio Javier Esqueda es profesor de fundamentos de la educación del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort worth, Texas.

Programa de Estudios Hispanos en el Southwestern Baptist Theological Seminary enlace: http://www.swbts.edu/hispanicstudies.

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  • Por Octavio J. Esqueda