
NASHVILLE, Tenn. (BP)–Hace unos meses un amigo me invitó a su casa a ver uno de los juegos de la serie mundial de béisbol en su nuevo televisor. Ese fin de semana hicimos el viaje y al entrar en la casa casi me quedé sin habla. Ahí estaba, como retándome, una enorme pantalla de unas sesenta pulgadas colgada de la pared como si se tratara de un cuadro. Era un televisor de LCD o pantalla de cuarzo líquido, conocido popularmente como “plasma.”
Aquella maravilla de la tecnología moderna mostraba los colores con tanta naturalidad que yo tenía la impresión de estar sentado en el estadio; y el sonido era tan real que nos animaba a gritar cuando una jugada lo merecía. No era concebible tanta perfección. Era algo que había que ver, para creer. Era ese tipo de objetos que cuando uno los ve, inmediatamente siente el deseo de tener. Sí, hay cosas que nos llaman la atención de tal manera, que deseamos tenerlas para nosotros.
Esa experiencia con con el televisor de mi amigo me ha llevado a reflexionar profundamente. ¿Refleja mi vida a Cristo de una manera que hace que otros quisieran ser como yo? ¿Es algo que lleve a cualquiera que me observe a decir: yo quiero de eso que tú tienes? ¿Somos un reflejo irresistible del amor de Cristo? ¿Somos algo que el mundo desearía imitar?
Tal vez sea bueno que nos detengamos un momento en nuestra carrera llena de ocupaciones -– aun si se trata de cosas para la iglesia o el ministerio — y analicemos la imagen que estamos proyectando al mundo.
Hay un viejo himno que dice: “que en mí puedan ver a Jesús…” ¿Es eso lo que los demás están viendo en nosotros? ¿Ven a Jesús mis vecinos cuando su perrito se mete en mi jardín y me destroza las flores que estuvimos plantando todo el sábado anterior? ¿Ve a Jesús en en nuestra reacción ese conductor que casi nos pega la defensa al portabultos de nuestro vehículo, a pesar de que vamos por el carril de la izquierda y transitamos al máximo de la velocidad permitida? ¿Muestra nuestra vida algo que otros quisieran tener cuando vamos retrasados rumbo a nuestro trabajo y nos encontramos con un chofer que va transitando con mucha lentitud?
¿Y cuando alguien nos ignora o nos maltrata, muestra nuestra reacción que tenemos algo especial que es deseable de tener?
En Efesios 5:1 el apóstol Pablo dice: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.” El llamado es claro y el reto es enorme. Al igual que los hijos naturales tratan de parecerse a sus padres, así nosotros debemos buscar parecernos a nuestro Padre celestial. Solo Dios por medio de su Espíritu Santo puede hacer que nuestra vida transformada muestre algo de lo que el mundo desea tener y que solo puede obtener por medio de Él. A nosotros nos toca luchar con nuestro viejo hombre de pecado para evitar que la vieja naturaleza se muestre hasta el punto que algunos puedan llegar a decir: ¿Y ese es cristiano…?
Debemos luchar por llegar a ser “cristianos LCD” como el televisor de mi amigo, algo que de solo verlo todos quisieran tener.
–30–
Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.