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EDITORIAL:Las diversas dimensiones del Día de Acción de Gracias


NASHVILLE (BP) — Dar gracias es una de las cinco formas principales de oración mencionadas en el Nuevo Testamento (oración general, de intercesión, de súplica, de confesión y de agradecimiento). Quizás una de las razones por las cuales se disfruta tanto el dar gracias es porque al dar gracias afirmamos nuestra dependencia total de Dios.

Al expresar gratitud a Dios por todas las cosas (1 Tesalonicenses 5:18), reconocemos Su bondad y justicia sobre nuestras vidas, sin que importe lo oscuras que sean las circunstancias presentes. Dar gracias es una confesión de confianza en Su fidelidad providencial y Su constante cuidado. Romanos 5:1-2 presenta varios elementos significantes que sirven de base para todas nuestras expresiones de aprecio hacia Dios.

Justificación

La gratitud hacia Dios es un derramamiento espontáneo de nuestra redención en Jesucristo. Como una expresión de Su incomparable amor, Dios extiende hacia nosotros su misericordia y gracia redentoras a través de Jesucristo. La muerte de Jesús, su entierro y resurrección son las bases de nuestra salvación. Cuando reconocemos nuestra naturaleza pecadora y nos tornamos a Dios en arrepentimiento y fe, somos declarados “justos” y vistos como rectos ante Sus ojos. Nosotros, quienes no éramos “un pueblo” somos declarados “el pueblo de Dios” (1 Pedro 2:8). Hemos sido adoptados en la familia celestial (Romanos 8:15-17) — no por nuestras obras, si no por Su misericordia (Tito 3:5). Nosotros los caídos, imperfectos y finitos, nos convertimos en los recipientes de un amor eterno, una misericordia infinita y una vida eterna. ¡Es por esta justificación inmerecida que damos gracias!

Paz

Un beneficio inmediato que se nos ha otorgado a aquellos que creemos en Jesús es un sentido de pertenencia. Fuimos “hechos aceptos en el Amado” (Efesios 1:6 RV60). Separados de Cristo, nuestras almas no descansan, siempre buscan, y nunca encuentran esa elusiva tranquilidad que tan desesperadamente desean. Separados de Cristo, el corazón humano nunca conocerá la paz. Las religiones mundiales promueven las prácticas meditativas que intentan encontrar un camino para perder nuestro propio sentido de sí mismos—un anhelo de paz interna inalcanzable. Pero cuando Jesús entra en el corazón del verdadero creyente, Él trae la paz. Él da a sus discípulos una maravillosa promesa en Su discurso final en el Aposento Alto: “La paz os dejo. Mi paz os doy. Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”(Juan 14:27). ¡Es por esta paz perdurable que damos gracias!

Acceso

Como resultado de nuestra relación con Dios a través de Jesucristo, tenemos acceso, audacia y confianza (Efesios 3:12) para entrar en el salón del trono de gracia (Hebreos 4:16). Un coro de música Gospel que todavía se canta con frecuencia en “The Old Fashioned Revival Hour” desde hace casi un siglo, nos recuerda “Hoy hay un cielo abierto; un cielo abierto hay hoy. Con Jesús ahí arriba, y el Consolador aquí –- hay un cielo abierto hoy” (H. Leland Green, 1928). Los hijos del Padre Celestial tenemos acceso a Él 24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año. No existe un momento en el tiempo en que Él no esté atento a nuestro clamor. La audacia para acercarse al Padre no se basa en nuestros actos justos; está fundada en el privilegio de la relación. El Espíritu de Su Hijo clama dentro de nosotros ” Abba, Padre” (Gálatas 4:6). ¡Es por este libre acceso que damos gracias!

Sí, habrá situaciones que prueben nuestra fe y tribulaciones que refinen nuestra fe (Romanos 5:3-5), pero no hay nada que pueda (o podrá) separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:38-39).

Esta temporada de Acción de Gracias, muchas familias se reunirán y se enfocarán en las bendiciones tangibles de sus vidas -– la familia, los amigos, una vivienda segura, abundancia en la mesa, seguridad de empleo. Otros no estarán tan bendecidos. Quizás su familia esté fragmentada, sus amigos estén lejos, su situación de vivienda no esté segura, su alacena esté vacía, sus prospectos de trabajo estén limitados o no existan.

¿Aún así tiene alguna razón por la que dar gracias? Sí. ¿Acaso dar gracias es una disciplina fácil de practicar? No necesariamente. Pero es la expresión vital de nuestra esperanza y confianza en Dios. Es una declaración de una fe perdurable.

Dar gracias desarrolla profundidad de carácter, enriquece el alma, purifica el corazón. Es el medio a través del cual Su paz monta una centinela de guardia alrededor de nuestros corazones (Filipenses 4:6-7). Mientras nos deleitamos en nuestra audaz invitación de acceso al Padre, obtenemos misericordia y gracia para ayudarnos en los tiempos de necesidad (Hebreos 4:16). Reconocer que Él está obrando en todas las circunstancias de nuestras vidas nos acerca un paso más a la meta de conformarnos al carácter de Cristo (Romanos 8:28-29).

Al decidir dar gracias, reconocemos la continua soberanía de Dios en nuestras vidas. No importa lo desolado que parezcan nuestros prospectos o lo oscuro que sean nuestras circunstancias, nuestro Padre celestial lleno de gracia nos ha dado una promesa confiable de nunca dejarnos o abandonarnos.

Hagamos una pausa y démosle gracias. No solamente por las bendiciones de Sus manos, si no por las bendiciones de Su corazón: misericordia y gracia redentoras; paz duradera y perdurable; acceso libre y abierto. ¡Es por todo esto que damos gracias!
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Roger S. Oldham es el vicepresidente de comunicaciones y relaciones del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista del Sur.

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  • Por Roger S. Oldham