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EDITORIAL: ¡Es Tiempo de Revitalizar!


 Vivimos tiempos muy desafiantes que demandan líderes e iglesias fuertes. La pandemia, la guerra en Ucrania y la tragedia en Uvalde, son algunos eventos recientes que han marcado nuestro corazón como sociedad.

En medio de la desesperanza, el caos y el dolor ante tales circunstancias que reflejan los desafíos que enfrentamos en este mundo, se hace evidente la necesidad que tiene la Iglesia de recibir un vigor fresco de parte de Dios. No hay otra fuente a donde acudir sino solo al Señor para ser confortados y renovados en nuestras fuerzas. Sin duda alguna, es tiempo de revitalizar nuestra iglesia, y también nuestro caminar con el Señor a un nivel personal.

La revitalización se puede definir como la obra sobrenatural de Dios que restaura la salud y vitalidad de una iglesia que está estancada o en declive. Un estudio desarrollado por North American Mission Board revela que cerca del 9O% de las iglesias necesitan ser revitalizadas en un área o en otra, y esta realidad hace evidente la necesidad de crecimiento en la vida espiritual de cada uno de nosotros que formamos esas iglesias.1 Aunque cada iglesia tiene su propio ADN y enfrentan desafíos únicos. Podemos identificar algunos factores que son fundamentales en revitalizar la iglesia, así como nuestra vida espiritual en un nivel personal.

Santidad y Oración

Falta de pasión por santidad y obediencia a la palabra de Dios, y falta de compromiso en la oración, son la principal razón de una vida espiritual estancada o en declive. Una búsqueda profunda del Señor ha sido siempre la antesala de todo avivamiento (2 Cro. 7:14; Stgo. 4:8).

Por otro lado, creyentes satisfechos, cómodos, apáticos, o líderes que se alimentan a ellos mismos, nos llevan a caminos opuestos en aportar vitalidad a nuestras congregaciones. Un compromiso temporal con el Señor tampoco es la solución, o cambios que impulsen el crecimiento espiritual a corto plazo. Resultados radicales solo vienen después de cambios radicales. En esta búsqueda de santidad y obediencia, es esencial recordar que: (1) sin el poder del Espíritu Santo su iglesia experimentará solo cambios sociológicos positivos,2 (2) Cristo es la Cabeza de la Iglesia y el Autor de nuestra fe (Heb. 12:2) y nosotros estamos sujetos a Él; la comunión genuina con el Dios Trino es fundamental en nuestro crecimiento.

A medida que la obediencia y la oración son una marca en nuestras vidas, como resultado, tendremos relaciones correctas los unos con los otros como el cuerpo de Cristo que somos. El crecimiento es parte integral del diseño de Dios en su creación. En todas las áreas de vida, hay etapas que tenemos que ir avanzando y subiendo de nivel, y nuestra vida espiritual no debe de ser la excepción (Ef. 4:15; 2 Pe. 3:18;).

Evaluación y Plan de Acción

Cada iglesia local es única y enfrenta retos singulares. La evaluación periódica de las diferentes áreas de la iglesia nos dará una mejor imagen sobre en cuáles de ellas tenemos una mayor necesidad de revitalizar.

Una frase clásica en productividad institucional nos dice, “lo que no se puede medir, no se puede mejorar”.3 A veces no nos damos cuenta de una realidad, simplemente por que no la exploramos, como dice el refrán, “el pez no sabe que está mojado”.

En este proceso de exploración es necesario una buena dosis de humildad y la guía de Dios para ver honestamente las áreas donde el crecimiento está estancado, así como en identificar aquellos esfuerzos que no tienen razón de ser, y nos desvían de nuestra misión. De igual manera, es importante generar un plan de acción basado en esta evaluación. Si nosotros no tenemos un plan de acción (como iglesia) o de vida (como personas), alguien más lo tendrá por nosotros.

En esta jornada es necesario hacernos las preguntas: ¿Cómo llegamos de donde estamos hacia donde Dios nos está guiando?, ¿Qué cambios el Espíritu Santo nos está guiando a realizar? –debemos tener en mente que cambio no es necesariamente lo mismo que progresocambiar sin dirección puede llevarnos a un retroceso.

Clarificar y articular las prioridades de la iglesia (y de nuestra vida) nos traerá luz en desarrollar un plan de acción en tiempo y forma consistente con la misión única dada por Dios.

Propósito y Misión

Entender el propósito es el punto existencial de partida. En las referencias bíblicas, la misión de la iglesia está constantemente en función a la proclamación del evangelio y del discipulado (Mateo 28:19; 1 Pe 2:9). De aquí, es esencial que cada iglesia desarrolle una misión articulada basada en su propio contexto que esté alineada con estas descripciones bíblicas, esto también aplica en nuestra vida a un nivel personal.

La revitalización y la misión siempre van de la mano; aquellas iglesias que experimentan mayor crecimiento son las que entienden su misión única dada por Dios y se comprometen en el proyecto misionero y de discipulado. Lo cierto es que no debemos de tener miedo a hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer, y que Él ha prometido estar con nosotros en el cumplimiento de nuestra misión.

Tanto a nivel de congregación como a nivel personal, el crecimiento y revitalización pueden tomar tiempo. Recordemos que resultados radicales solo vienen después de cambios radicales, cambios guiados por Dios para crecer en Él. Un gran científico dijo, “la locura es hacer lo mismo y esperar un resultado diferente”.4 Quizás hemos querido ver algo diferente en nuestra iglesia o en nuestra vida, pero nos encontramos haciendo lo mismo. Los tiempos demandantes en los que vivimos requieren una dependencia más profunda con el Señor que nos den un vigor fresco de Él. ¡Es tiempo de revitalizar!

1 Associational Replanting Guide, North American Mission Board.
2 William Thompson Kevin.
3 Frase atribuida a Albert Einstein
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Tony Miranda
Presidentede la Convención Bautista Hispana de Texas

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  • Por Tony Miranda