RÍO DE JANEIRO (BP) — Después de siete años en las calles, Marcelo Gomes* ha visto suficiente. Ha sido testigo de cómo muchos compañeros adictos a las drogas han sido asesinados a manos de los capos de la droga que gobiernan las favelas (tugurios) de Río. Si no hacía algo pronto, sería el próximo.
Robar era una sentencia de muerte automática — especialmente a un capo. Por lo general, las ejecuciones eran ordenadas cuando los adictos, desesperados por crack, se robaban unos a otros. En vez de atraer atención no deseada permitiéndoles a los residentes de las favelas reportar los crímenes a la policía, los capos disuadían con su propio brazo de la justicia.
Los tiroteos eran inusuales, dijo Gomes. Los golpes involucraban algo más primitivo, como un martillo; tampoco eran muertes rápidas. Conocidos por la tortura, los capos de la droga frecuentemente ordenaban a los esbirros que le quebraran un brazo al ladrón y lo tiraran al río. Si el ladrón no se hundía, los residentes de la favela lo apedreaban.
Gomes estaba aterrorizado.
“Vi madres que venían buscando a sus hijos… Me mostraban una foto, y yo había visto a sus hijos ser asesinados por los capos,” dijo. “Yo consumía la misma droga que ellos. No quería que eso me pasara a mí.”
Había considerado escapar, pero parecía imposible.
Influenciado por sus hermanos mayores, Gomes comenzó a usar drogas a los 11 años. Comenzó con marihuana pero rápidamente pasó usar cocaína crack. Al cabo de un año estaba viviendo en la calle, encaminado a la basura para rebuscarse dinero suficiente para financiar su siguiente dosis. No requería de mucho.
“El crack es realmente la droga del hombre pobre,” dijo Gomes. “Puedes comprarlo por menos de un dólar. …El 90 por ciento de los habitantes de la calle lo usan.”
Las estadísticas del gobierno de EE.UU. respaldan lo dicho por Gomes. De acuerdo a la Agencia Central de Inteligencia, Brasil es el segundo consumidor mundial de cocaína.
Irónicamente, durante los siete años que pasó en las calles de Río, Gomes rechazó múltiples oportunidades de ayuda de un ministerio llamado Cristolandia (la tierra de Cristo). Creado como un alcance de las iglesias bautistas brasileñas, Cristolandia provee comida, ropa y albergue a los adictos, prostitutas y a los desamparados. Lo más importante es la oferta del centro de libertad: el medio para terminar la adicción y escapar de las calles.
“La gente que consume drogas siente que no hay esperanza. Piensan que pueden salirse de eso,” dijo Gomes. “Hubo gente que me señaló y dijo: “Ese tipo, no hay nada que se puede hacer por él. Se va a morir fumando crack.'”
Pero el 21 de abril de 2012, Gomes probó que estaban equivocados. Llevado por su temor a los capos de Río, les dijo a los voluntarios de Cristolandia que estaba listo para cambiar.
Ellos lo limpiaron, lo sacaron del crack y le presentaron a Cristo. No fue fácil. Cinco dejaron las calles el mismo día que Gomes. De los cinco, él fue el único que lo logró.
Ahora, después de que Cristolandia cambió su vida, Gomes está ayudando al ministerio a hacer lo mismo por otros. Al servir en Cristolandia como misionero de corto tiempo de la Junta de Misiones Nacionales de la Convención Bautista Brasileña, él ayuda a rescatar y cuidar a otros adictos que desean un comienzo fresco.
“Salimos y les decimos: ‘Sí, hay esperanza. Me sucedió a mí y te puede suceder a ti,'” dijo Gomes. “Y ellos dicen: ‘Este tipo es verás. Es verdad lo que está diciendo porque lo vi sufriendo aquí con nosotros.'”
Gomes dijo que el primer paso de estrategia de recuperación de Cristolandia es llenar las necesidades físicas de la gente. El paso dos está enfocado en la transformación interna — especialmente la necesidad de una relación con Jesucristo. Todo el que llega al centro oye el evangelio, y aunque aceptarlo no es una condición para entrar al programa de rehabilitación de Cristolandia, Gomes admite que su propio éxito no hubiera sido posible sin él.
“Traté de dejar las drogas en el pasado, y nunca pude,” dijo. “Jesús nos dice en Juan 15:5 que sin mí, no pueden hacer nada. Y eso es verdad…con él, pude dejarlas.”
Hoy en día, Gomes mira hacia el futuro. Ahora tiene 22 años y todavía vive en Cristolandia pero sabe que no puede quedarse por siempre. Dice que Dios lo ha bendecido con un trabajo de limpieza de autobuses de excursión y la oportunidad de regresar a la escuela. Su sueño es ahorrar suficiente dinero para comprarse una propiedad, casarse y comenzar una familia. Pero Gomes dice que su nueva vida no lo mantendrá muy lejos de Cristolandia.
“Servir a esta gente es mostrarle mi gratitud al Señor,” dijo Gomes. “Lo que mueve mi vida ahora es Jesús, porque él causó esta transformación. Yo nunca tuve nada en mi vida antes… ahora tengo una vida.”
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*Nombre cambiado. Don Graham es escritor principal de IMB.