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EDITORIAL: Ahora que resucitó


SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — Algunas veces me pregunto qué sintieron quienes visitaron la tumba vacía aquella mañana de Pascua. ¿Puedes imaginarte la experiencia y las emociones vividas cuando llegaron a la tumba, al lugar donde apenas días antes, el cuerpo sin vida de Jesucristo lo habían puesto? Ahora encontraban que la piedra que sellaba la tumba había sido removida y la tumba estaba vacía.

Al prepararnos para celebrar el hecho más importante de la humanidad, la resurrección de Cristo, estamos invitados a visitar nuevamente ese lugar especial. Quizás en su visita descubramos hechos que nos ayuden a conocer mejor a Dios y a nosotros mismos. Tal vez, la visita aumente nuestra fe y nos transforme. Esta tumba vacía no puede hablarnos con palabras audibles porque habla mucho más fuerte que eso. Habla clara y contundentemente a todos aquellos que están dispuestos a detenerse y escuchar. Pasa adelante conmigo y escuchemos lo que esta tumba vacía tiene que decir. Mire adentro. Trate de agacharse hacia la abertura para oír sin estorbos. La tumba vacía revelará sus secretos. He aquí tres de ellos:

“Entonces, el ángel les habló a las mujeres: ‘¡No teman! – dijo — Sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. ¡No está aquí! Ha resucitado tal como dijo que sucedería. Vengan, vean el lugar donde estaba su cuerpo. Y ahora, vayan rápidamente y cuénteles a sus discípulos que ha resucitado y que va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán. Recuerden lo que les he dicho.'” (Mateo 28:5-7 NTV)

En primer lugar, la tumba vacía nos revela que no debemos temer. ¡No teman! Cristo vino para calmar nuestros temores. Con cada respiro, con cada palabra que habla, con cada paso y cada latido del corazón, Dios quiere calmar nuestras ansiedades y preocupaciones. Esta tumba quiere vaciar nuestros temores y llenarnos de Su paz.

Lejos de toda altivez, Aquél que murió en humildad quiere librarnos de todo afán y vanidad. No te confundas. No temas. Confíaselo todo a él. Los sueños no realizados, las preocupaciones que se levantan, los planes frustrados y cualquier ansiedad que te quita el sueño llévalos hoy a la tumba vacía. Cristo resucitó. Por eso podemos darle todos nuestros días, los malos y los buenos. Déjalos escuchar el quebranto que sufrió por ti. Recuerda el crudo dolor que por nosotros padeció. Fue Su amor por ti lo que lo llevó a esa cruz. Por tus pecados soportó el cruel dolor. Con espinas fue coronado para librarte de tus temores. Cuando dijo “Consumado es”, cumplió la misión para la cual había venido. Por esta razón, ¡no temas!

En segundo lugar, la tumba vacía nos extiende una invitación “Vengan, vean” (v.6). No había nada que esconder. Su cuerpo no había sido robado. Cristo vive ahora y por la eternidad. La tumba vacía era una prueba de ello. Esta invitación aún está vigente para todo aquel que quiere buscarlo. Dios está cerca de nosotros y quiere que le experimentemos día a día. Alza tus ojos y acércate al Alfa y la Omega, al que tiene el poder en sus manos. Este es quien camina sobre las aguas, calma la tempestad con su palabra y tiene nuestra sanidad en sus manos. Ven y ve. Ahora mismo, no te detengas. Él es todo lo que necesitamos y lo que jamás pensamos que algún día podríamos aspirar tener. Él es nuestra vida.

“Mi siervo creció en la presencia del Señor como un tierno brote verde; como raíz en tierra seca. No había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia él. Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó. Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el Señor puso sobre él los pecados de todos nosotros.” (Isaías 53:2-6 NTV)

En último lugar, la tumba vacía nos revela y recuerda la gran comisión “vayan rápidamente y cuéntenles” (v.7) Tal como el escritor del famoso himno lo dijo bien: “Muerte y tumba él venció; con su fuerza y su virtud; vencedor se levantó; reina vivo e inmortal; el Señor resucitó.” Su muerte ha hecho posible la salvación del hombre. Hizo posible que muchos sean contados entre los justos, porque él cargaría con todos los pecados de ellos. Ahora que resucitó nos ha asignado una tarea por cumplir y un mensaje que compartir. ¡Qué hermosos son los pies de los mensajeros que anuncian tan buenas nuevas! No somos responsables de la respuesta al mensaje. Esto no depende de nosotros. Somos responsables de obedecer compartiéndolo. Los resultados se los dejamos a él.

Hoy, el Jesús resucitado nos habla desde la tumba vacía. Pongámosle atención. Escuchémosle con oídos restaurados. Quizás Malco, el esclavo del sumo sacerdote a quién Pedro le cortó la oreja derecha y luego Jesús se la restituyó, podría decirnos lo que significa tener una oreja sanada por el Maestro. Escuchémosle, no con oídos sordos, distraídos o insensibles pero con alegría y atención. Sin temor, ven y ve. Cristo ha resucitado.

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  • Por Luis R. López