KANSAS CITY, Mo. (BP)–Esta semana santa recordamos los eventos de los últimos días de Jesucristo en la tierra. El profeta Isaías habla de Jesús como el cordero de Dios que “fue llevado al matadero (Isaías 53:7).” Juan también habla de Jesús “como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).” Cristo cumplió esta profecía desde la cruz al morir por nuestros pecados. Pero Jesús no está en la tumba porque el resucitó al tercer día. En este artículo trato de presentar, de una manera práctica, como el pecado rompe esta relación con Jesus y reto al Cristiano a ser responsable en todos los aspectos de su vida.
Estamos viviendo en momentos interesantes y difíciles en los Estados Unidos. Aunque la situación económica del país es seria y está afectando a millones de personas, sus efectos tienen aspecto global. Pero no podemos perder de vista que éstos sólo son síntomas de un problema más radical. La astuta serpiente plantó la semilla de la duda en la mujer diciéndole “Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. (Gén. 3:4-5)”. La autosuficiencia del hombre se ha desboronado a través de los siglos. En el día presente la acción del pueblo postmoderno nos dice que la verdad absoluta no existe. Cada uno determina lo que es verdad de acuerdo con sus circunstancias en la vida. Recientemente leí un artículo en el cual Richard Roty, profesor de humanidades de la Universidad de Virginia, declara que la verdad no puede trascender la cultura. Esto implica que son las personas de esa cultura las que determinan la “verdad”. Trágicamente vemos rasgos de esta filosofía penetrando las iglesias. Conozco iglesias donde se predica un “evangelio de la prosperidad,” otros que con mucho ímpetu proclaman un evangelio de liberación, y otros que detrás de la máscara de la relevancia aprueban la veracidad del estilo de vida homosexual. El razonamiento del hombre ha suplantado la verdad de Dios: ahí encontramos el problema radical que nos afecta hoy. Este serio problema impactó tres áreas importantes de nuestras vidas
Primero, afectó la base de nuestro conocimiento. Dios le dijo a Adán y Eva que si comían del árbol del conocimiento del bien y del mal morirían (Gén.2:17) pero la serpiente dijo “no moriréis (Gén.3:4)”. Eva experimentó para ver si Dios hablaba la verdad. Jesús, orando por sus discípulos, le decía a Su padre, “tu palabra es verdad (Juan 17:17)”. Él les declaró a los discípulos que él era el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6)”.
Segundo, afectó la base de la conducta moral. Dios les comunicó que el no comer de ese árbol era lo moralmente correcto (Gén.2:17). Sin embargo, fue la serpiente la que hizo la sugerencia de no sólo comer sino de los beneficios de comer del árbol. Dijo ella, “seréis como Dios (Gén. 3:5)”. Eva evaluó entre dos opciones ante ella. Una la instrucción de Dios. La otra fue el “ver que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría (Gén 3:6)”.
Tercero, afectó la manera que respondemos a la pregunta ¿quién soy yo? Dios responde a esta pregunta diciéndoles que ellos eran creados por Él y por lo tanto dependientes y siempre subordinados a Él. Eva y después Adán se entregaron a la tentación de “ser como Dios” y por tal querer tomar el lugar de Dios.
El pueblo que toma estas decisiones ha puesto a Dios a un lado. Salomón lo explica de esta manera, “Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte (Proverbios 14:12)”. Hemos perdido todo sentido de la responsabilidad. Las agencias de préstamo han autorizado préstamos a personas que no los pueden pagar, el egoísmo de las personas los lleva a comprar cosas a crédito sin saber cómo van a pagar, y el gobierno gasta dinero que no tiene, hipotecando la vida de futuras generaciones. Esta irresponsabilidad es una violación de lo que Dios nos ha enseñado: “que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma (2Tes. 3:10)”. No podemos vivir nuestras vidas llenos de deudas.
Éstas son algunas sugerencias de cómo nosotros podemos ayudar a tener una influencia positiva en nuestro hogar, nuestra comunidad y la nación.
1. La educación cristiana comienza en el hogar y no en la iglesia. Es nuestra responsabilidad enseñar las joyas de de la Palabra de Dios a los hijos.
2. La Palabra de Dios tiene que ser central en tu vida.
3. No hagas diferencia entre lo secular y lo espiritual. Las enseñanzas bíblicas deben de permear cada parte de nuestras vidas.
4. Sé responsable y no compres más de lo que puedes pagar. No te endeudes.
5. Haz un compromiso hoy de pagar todas tus deudas.
Lo único que puede estimular nuestra economía es algo que estimule nuestra relación con Dios. Esa relación quebrantada es la raíz de los problemas que tenemos hoy. Aceptar a Cristo como nuestro único Salvador es el mejor comienzo. Vivir una vida donde tus acciones son consistentes con tus palabras produce un impacto positivo. No te rindas y te comprometas a comprar algo que no puedes pagar sólo porque su apariencia es buena, apacible y codiciable. Dios te quiere usar para transformar vidas.
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Gustavo Suárez es profesor de iniciación de iglesias y director del centro Nehemías para Iniciación de Iglesias en Norte América en el Seminario Bautista Teológic de Midwestern.