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EDITORIAL: Nadie te menosprecie, pero…


Tal vez a algunos, la palabra menosprecio no le traiga a la mente ninguna mala experiencia o malos recuerdos. Menospreciar es tener a alguien o a algo en menos de lo que vale o merece, es tenerlo en poco. Para mí y para mi generación, cuando el gobierno de Cuba se declaró comunista, esa palabra se convirtió en una realidad muy triste y dolorosa, pues el motivo fundamental para que fuéramos menospreciados y discriminados fue que éramos cristianos.

Muchos de mis amigos fueron castigados al extremo, siendo enviados a campos de trabajo forzado llamados UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción) donde eran obligados a trabajar de sol a sol en los campos de caña de azúcar y en otras labores agrícolas, mientras otros “más afortunados”, eran obligados a ir a trabajar a las granjas de pollos. Esos centros estaban a muchas millas de distancia de sus hogares. Uno de mis mejores amigos, no fue enviado a la UMAP, pero tenía que levantarse de madrugada para tomar más de un ómnibus para llegar a la granja de pollos en la que lo habían asignado a trabajar doce horas diarias, a pesar de ser un excelente ingeniero civil, especializado en estructuras de hormigón armado, y el único delito que había cometido, era ser cristiano.

Muchos seminaristas y estudiantes universitarios cristianos vivieron aquel horror que marcó sus vidas para siempre, incluyéndonos a aquellos que, por puro milagro, escapamos del cruel e inmerecido castigo, pero que vivimos por mucho tiempo, esperando siempre que vinieran a tocar a la puerta de nuestras casas para llevarnos a aquel verdadero infierno, viviendo así cada día, esperando que “la espada de Damocles” cayera sobre nuestras cabezas.

Nunca podré olvidar la sonrisa cínica y burlona del director de personal del organismo del Estado en el que yo trabajaba, el día que me citó a su oficina, para decirme que como yo había estudiado ingeniería civil, me habían asignado a trabajar en la División de Construcciones para que pudiera usar mis conocimientos. Lo que no me dijo aquel “demonio” fue que mi labor consistiría en cargar bloques de concreto, bajo el sol, por 10 horas diarias, seis días por semana. Para ellos, yo era un “enemigo” peligroso, pues tenía creencias religiosas.

Cuando uno tiene que enfrentar el menosprecio, acompañado por lo general, de abusos y maltratos inmerecidos, muchas preguntas nos vienen a la mente, y solo el poder de Dios es capaz de ayudarnos a cruzar ese valle de sombras. En 1 de Timoteo 4:12 el apóstol Pablo le dice a Timoteo, su hijo espiritual: “Ninguno tenga en poco [menosprecie] tu juventud…” Y no es que Timoteo fuera un jovencito de acuerdo con nuestros parámetros culturales. Timoteo probablemente estaba en sus treinta, pero para la cultura griega, la credibilidad y el respeto se obtenían con la edad y Timoteo no alcanzaba esa categoría, en esos momentos. Pero, aun así, Pablo agrega lo que es la clave para la vida de un ministro del evangelio y, en definitiva, para cualquier líder cristiano. Él añade: “pero sé ejemplo de los creyentes”. Y ser ejemplo significa ser un modelo que imitar o seguir, y no para cualquiera persona, sino para los creyentes. Esto en verdad, es un gran reto. Lo fue para Timoteo y lo es para nosotros hoy, sin importar la edad que tengamos.

Entonces Pablo, bosqueja la Regla de Oro, del liderazgo cristiano, y yo quiero añadir que también debe ser de la vida de los cristianos en general. El apóstol esboza el bosquejo que debe trazar nuestra conducta que, de cierta manera, en estos días que estamos viviendo, cobra un valor muy especial. Sí, todos los cristianos estamos llamados a ser ejemplo de los creyentes en: “palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”.

¿Y qué quiere decir esto? Pablo está llamando a ser un modelo de las virtudes espirituales, y es que la mejor arma con la que cuenta un líder cristiano es el poder de una vida ejemplar. El poder del ejemplo es muy grande, tanto para bien, como para mal. Un mal ejemplo es difícil de borrar y un buen ejemplo es imposible de ignorar. Y Pablo no estaba pidiendo algo que él mismo no se hubiera impuesto, como podemos ver en: I Corintios 4:16 y 11:1; Filipenses 3:17 y 4:9, entre otros pasajes. Pablo le estaba advirtiendo a Timoteo que él tendría que ganarse el respeto y la credibilidad por medio de su actuación. Y es que no basta con lo que digamos, lo más importante es lo que muestre nuestra actuación.

Pablo señaló que Timoteo tenía que ser ejemplo en:

Palabra: Se refiere claramente a lo que se dice, y llama a solo decir la verdad. No hay algo que revele mejor a un alma llena de pecados que la mentira que, a la vez, es la mejor arma del enemigo para destruir la credibilidad de un líder cristiano (Efesios 4:25).
Conducta: Hay que vivir lo que se predica, lo que se dice con los labios hay que vivirlo en la práctica, tenemos que vivir de acuerdo con nuestras convicciones cristianas en cada una de las áreas de nuestras vidas. Un excelente mensaje bíblico que no esté apoyado por un estilo de vida apropiado no es más que pura hipocresía (1 Pedro 1:15).
Amor: Se refiere al amor bíblico que nada tiene que ver con las emociones o la cultura, es una expresión de sacrificio, de servicio a los demás (Juan 15:13).
Espíritu: Esta palabra está ausente en la mayoría de las traducciones modernas del Nuevo Testamento, incluyendo la HCSB, pero está presente en la RVR 60. La mayoría de los comentarios bíblicos igualmente excluyen el estudio de esta palabra en este contexto. La palabra usada en algunos manuscritos griegos es pneumati con las acepciones que esta palabra tiene como: espíritu, alma, aliento, etc. De manera que el significado de esta palabra aquí no está totalmente claro. Según algunos eruditos, Pablo tal vez estuviera recordándole a Timoteo que no debía descuidar los dones espirituales que había recibido.
Fe: Esta palabra aquí no se refiere a creencia, sino a la fidelidad, a un compromiso inquebrantable. Un buen ministro es consistentemente fiel, no se desvía ni se aparta del camino, a pesar de los obstáculos o las dificultades que tenga que enfrentar (I Corintios 4:2). Esta virtud permite ejercer una gran influencia a diferencia de los que carecen de ella o que no la ejercitan.
Pureza: La pureza se refiere esencialmente a la pureza con respecto a la sexualidad, tanto en la acción como en las intenciones del corazón. No hay algo que pueda hacerle más daño a un ministro del evangelio que la impureza sexual.

A algunos, el futuro tal vez los coloque ante situaciones en las cuales sus vidas serán las que tengan que hablar. Por eso es importante que cada día nos esforcemos por escribir con nuestra actuación un mensaje poderoso del amor de Cristo. No nos llamemos a engaños, estamos obligados a ser ejemplos de los creyentes mostrando en nuestras vidas la plenitud de las virtudes espirituales, como líderes y como seguidores de Cristo. Así, si fuéramos menospreciados o tenidos en poco por nuestra fe, nuestras vidas expondrán a gritos la injusticia que se ha cometido en contra nuestra.

Y es que, en un sistema democrático, podemos exigir respeto cuando somos ejemplos. En Cuba, en la década del 60, por ser una dictadura comunista, no se respetaba ese principio, ni muchos otros, pero, aun así, no hay ningún galardón u honra en padecer por haber cometido algún delito o falta, pero sí hay gozo cuando sufrimos y padecemos injustamente por causa de la cruz de Cristo.