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EDITORIAL: ¿Y si aprovechamos para cambiar la descripción de las funciones?


Hace unos años prediqué uno de mis primeros sermones en suelo americano. Al parecer todo había salido bien porque al terminar de predicar se acercó un hombre y me extendió la mano y me dijo “buen sermón padrecito”. Tengo que confesar que fue la primera vez que me animaron diciéndome que era un cura. Tengo que aclarar que nunca he sido un cura católico (solamente por si acaso). Pero esta anécdota siempre me ha hecho pensar en que en las iglesias muchos miembros ven al pastor como una nueva figura del cura del pueblo. Es decir, el pastor debe hacer toda la parte del ministerio, los miembros están para animarle (si es que recibe palabras de ánimo), y orar, mientras él hace toda la tarea del ministerio. No es una buena imagen, ni tampoco de ánimo para la familia pastoral.

Es posible que por la manera en que llevamos adelante el ministerio, los pastores hayamos reforzado este concepto equivocado. Así que, quisiera animarme a proponer algo. ¿Y si aprovechamos la post pandemia para volver a escribir la función de los miembros de la iglesia? No permitamos que preferencias, o preconceptos, o ideas propias reemplacen el concepto y la descripción bíblica de los miembros del cuerpo de Cristo. Volvamos a escribirla y difundirla, y asegurémonos de que sea lo más bíblica posible.

Cada líder prepara a los otros miembros para el servicio

El apóstol Pablo escribe a los Efesios para enseñarles de la unidad en la diversidad que disfruta el cuerpo de Cristo, y como esta unidad lleva al crecimiento de cada uno de los miembros, y a su vez de todo el cuerpo de Cristo. Efesios 4: 11-12 “Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de (con el propósito) capacitar (preparar, enmendar) a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” El papel principal del pastor, o líder, es de preparar a los santos (todo el cuerpo de Cristo), para que ellos lleven a cabo la obra del ministerio. Ed Stetzer hace un fuerte llamado en el artículo “Los Laicos y la misión de Dios”, diciendo a los pastores que podemos caer en un problema de codependencia con los miembros de la congregación. Los cuidamos demasiado y desmedidamente al punto que los hacemos dependientes del pastor para sobrevivir espiritualmente.

El pastor debe ser un buen maestro de la palabra, pero además debe ser un buen entrenador para que otros aprendan a estudiar y exponer la palabra. También, son llamados a hacer obra de evangelista, y enseñar a los santos a compartir su fe con los perdidos. El Dr. David Wheeler de la clase de evangelismo en el seminario de Bautista Rawlings de Liberty University desafía a sus alumnos diciendo que “la tarea de evangelista no es solo para unos cuantos soldados obedientes, es una tarea de todos. No podemos poner la excusa de no tener ese don, porque el llamado es para todos”. Los pastores deben imprimir en la iglesia el llamado misionero, o llamado apostólico, pero para hacerlo debe entrenar a otros, o proveer el entrenamiento para que otros se capaciten, y ayuden a la congregación.

Cuando el sistema está creado para que todo el ministerio sea hecho solamente por el pastor se está formando una iglesia no saludable, porque no todos los miembros están haciendo uso de su don y no está permitiendo crecer en su don para ayudar a otros en el cuerpo (Efesios 4:16)

Ed Stetzer nos advierte que la gente tiene una tendencia natural a la ceremonia y a la jerarquía, y la religión institucional puede proveer eso. Pero los cristianos bíblicos debemos llevar a la congregación a una vida de devoción personal a Dios y al compromiso ministerial. Lo cierto es que muchas veces los líderes disfrutan más de hacer el ministerio en sí, que de preparar a los santos para que ellos hagan el ministerio. Pero si queremos engrandecer la obra de Dios necesitamos líderes que empoderen a otros para ministrar. Los pastores y líderes deben tener expectativas bíblicas de los miembros, y desafiarlos a vivirlas. A continuación examinemos lo que se debería esperar de todos los miembros del cuerpo.

Cada miembro puede y debe acceder a la presencia de Dios

Para ello definamos los pasajes que nos van a llevar a una practica sana y bíblica del puesto que debemos ocupar en el cuerpo de Cristo. La diferencia de las religiones con el cristianismo es que en las religiones se establece una casta que son los que interceden delante de Dios por el pueblo común, y lo hacen a través de ceremonias. La palabra de Dios establece en 1 Pedro 2:9 que cada miembro del cuerpo es un sacerdote “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” Esto implica que cada miembro del cuerpo tiene acceso directo a la cabeza que es Cristo sin necesidad de que un pastor o alguien del clero lo haga por nosotros, y además, Dios espera que hagamos uso diario de ese acceso. Como pastores, evitemos que los miembros de la congregación dependan de nosotros para tener una comunión con Dios. Debemos enseñarles a alimentarse espiritualmente por si mismos por medio de su relación con Dios.

Cada miembro puede y debe ser un participante activo del ministerio

En vez de ser un simple receptor del ministerio, queremos que cada miembro tenga la mentalidad de ser un participante activo del ministerio. En 1 Pedro 4:10-11 vuelve a decir Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.  El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.” Según el apóstol Pedro todos somos llamados a ser partícipes del ministerio con el don que Dios nos ha dado. Y debemos imprimir esta expectativa en cada miembro de la congregación. Debemos ayudarles a descubrir sus dones espirituales, y a usarlos en dependencia del Espíritu Santo para que sea el poder de Dios obrando y que Dios se lleve la gloria.

El propósito de cada congregación debe ser el de glorificar a Dios y darlo a conocer. Y nosotros debemos medir nuestros esfuerzos en base a esa premisa. El apóstol Pedro nos dice que Dios será glorificado cuando los miembros usan su don dependiendo del poder de Dios a través de la vida devocional. No solamente que los pastores estarán menos abrumados al poder compartir la carga ministerial con otros que hayan capacitado, sino que además tendrán el gozo de saber que Dios está siendo glorificado y dado a conocer por una congregación sana, donde todos buscan servir a Dios con diligencia. Este tiempo de cambios a nivel mundial es una oportunidad para que la iglesia pueda establecer las bases bíblicas de lo que se espera de cada miembro, y así mostrar claramente a un mundo incrédulo y necesitado la diferencia que hace una relación transformadora con Cristo.

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  • Sergio Guardia

    Sergio Guardia es el Catalizador de Liderazgo Hispano en el estado de Virginia para la Convención Bautista del Sur (SBC de VA).

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