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Ley sobre ultrasonidos en Texas no es un ‘abuso’


WASHINGTON (BP) — En una reciente columna titulada, “Cuando los estados abusan de las mujeres,” escrita por Nicholas Kristof para el diario The New York Times, el autor condena una nueva ley en Texas porque exige que las mujeres que solicitan un aborto, primero se hagan un examen de ultrasonido, se les informe sobre los riesgos asociados con el aborto, reciban una lista de agencias de consejería y esperen por lo menos 24 horas antes de proceder. Kristof denuncia estos requisitos como un “abuso y humillación infringida por el estado.” Cita al abortista tejano Dr. Curtis Boyd, diciendo: “El estado de Texas está declarando la guerra a las mujeres y a sus familias.”

Para poner en perspectiva esta acalorada e irresponsable retórica, vale la pena revisar algunos de los estados que en verdad abusan de las mujeres:

China, donde alguna vez Kristof estuvo asignado como corresponsal en el extranjero, tiene una ley estatal obligatoria de “un solo hijo,” que está cumpliendo ahora 31 años.

El representante Chris Smith, republicano de Nueva Jersey, ha presidido muchas audiencias al respecto y describe esta política de la manera siguiente: “El precio por no someterse a este sistema es asombroso. Una mujer china que queda embarazada sin tener un permiso será sometida a una presión mental enorme para que aborte. Ella sabe que los hijos ilegales nacidos ‘fuera del plan’ no tendrán acceso a la educación, cuidados médicos y matrimonio, y que las multas por tener un hijo sin permiso pueden ser 10 veces más que el ingreso anual promedio de ambos padres, y aquellas familias que no pueden o no quieren pagar son encarceladas, o se destruye su casa, o se asesina a su hijo. Si la valiente mujer se niega a someterse, puede ser detenida en una celda de castigo, y si huye, sus parientes son detenidos y, muy a menudo, golpeados. Los castigos en grupo serán usados para avergonzarla: sus colegas y vecinos no recibirán permisos para tener hijos. Si la mujer es, por medio de algún milagro, capaz de resistir tal presión, puede ser físicamente arrastrada hasta la mesa de operaciones y forzada a tener un aborto.”

Una mujer china, Chai Ling, testificó ante el Congreso en septiembre del 2011, que la política de un solo hijo conlleva a “la mayor tasa de suicidios de mujeres en el mundo, 500 mujeres por día, cada día.”

Arabia Saudita niega a las mujeres la libertad e igualdad bajo la ley, en los niveles personal y público.

Se exige que las mujeres tengan un guardián masculino cuyo permiso es necesario para viajar fuera de su casa –incluso si es una visita de emergencia al hospital. Estos estados dictan la manera en que han de lucir aplicando sus códigos de vestimenta que las envuelve en batas negras anónimas, cubiertas de pies a cabeza. Aparte de las tiendas de ropa íntima, se les prohíbe trabajar en empleos de ventas y en la mayoría de puestos de servicios. Bajo el código único de Arabia Saudita, se les prohíbe también conducir automóviles. No pueden convivir con hombres que no sean de la familia.

Una fuerza especial policiaca, los mutaween, patrullan las calles, los centros comerciales y otros lugares para aplicar tales leyes; los mutaween capturaron una extraña atención internacional cuando en el 2002, durante un incendio en una escuela de niñas en Meca, causaron la muerte de 15 niñas al empujarlas de vuelta dentro del edificio en llamas, porque, al entrar en pánico, las niñas habían escapado sin tener sus velos puestos.

El sistema legal de Irán con respecto a las mujeres tiene bastantes similitudes con el de Arabia Saudita.

Las mujeres están sujetas a códigos de vestimenta establecidos por el estado y leyes de embargo. Su testimonio en la corte tiene menos peso que el de los hombres. Tienen desventajas en las leyes sobre la familia. También, según el código penal, cuatro testigos varones o una combinación de tres hombres y dos mujeres testigos son necesarios para presentar un cargo de violación sexual; si una mujer hace una acusación de violación sexual y no cumple con la carga de evidencia, ella recibirá 80 latigazos. La ley permite que un hombre mate a su esposa adúltera y las mujeres acusadas de adulterio pueden ser sentenciadas a morir apedreadas.

Afganistán también trata a las mujeres sin igualdad bajo la ley y comparte muchas de las características de discriminación de género y restricciones encontradas en las leyes de Arabia Saudita e Irán.

Quienes piden mayores derechos para las mujeres pueden ser castigados duramente por el crimen de blasfemia en contra del islam. Por ejemplo, el erudito shia Ali Mohaqeq Nasab, editor de la revista Haqooq-i-Zen, fue encarcelado por el gobierno por haber publicado artículos “anti-islámicos” que criticaban el apedreo como un castigo por cometer adulterio.

Afganistán también aplica, en algunas áreas, la ley tribal que otorga pocos derechos a las mujeres. El diario The New York Times recientemente detalló una ley tribal abusiva en particular que se dice es “dominante” en las áreas de la etnia pashtun, aptamente llamada “baad.” Es el secuestro, esclavitud de por vida y violación sexual de una niña — quien tenía 8 años de edad, según la historia en el diario neoyorkino — perpetrados por una familia para compensar un daño cometido por los familiares de la niña.

Nicholas Kristof debería ser más sabio ya que ha escrito ampliamente sobre el “abuso estatal” real de las mujeres en muchos países por el mundo. El tergiversar la ley del aborto en Texas como lo hizo Nicholas Kristof en The New York Times, es un daño para las niñas y mujeres que de hecho sí son abusadas por el estado bajo el que viven.
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Nina Shea es la directora del Hudson Institute’s Center for Religious Freedom y coautora con Paul Marshall del libro “Silenced: How Apostasy and Blasphemy Codes Are Chocking Freedoms Worldwide” (Oxford University Press, 2011). Shea también es una miembro de la Comisión Internacional de Libertad Religiosa de los EE UU.

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  • Por Nina Shea