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Nuevos misioneros se unen a la “imparable misión” de Dios


HOUSTON (BP) — El único interés que tenía David Kizziah en la iglesia cuando era joven, era ir al gimnasio de Circlewood Baptist Church. Muchas veces él y sus amigos entraron sin permiso al gimnasio a jugar basquetbol sin que les descubrieran. Pero al ser descubiertos, el ministro de jóvenes les mostró gracia, algo que Kizziah no esperaba. Él les ofreció a Kizziah y a sus amigos una invitación abierta a venir a jugar basquetbol si también venían a la iglesia.

“Eso fue lo que hicimos, y todos quedamos convencidos por el Espíritu Santo de que teníamos una necesidad espiritual de un Salvador,” recuerda Kizziah sobre aquellos días en la iglesia de Tuscaloosa, Ala.

Los viajes misioneros y un continuo crecimiento espiritual durante sus años en la universidad elevaron su nivel de consciencia sobre los grupos de personas aún no alcanzadas por el Evangelio.

“Mi llamado misionero vino principalmente al ser bombardeado con el hecho bíblico de que Dios es un Dios misionero,” dijo Kizziah. Explicó que comenzó a ver claramente en las Escrituras el deseo de Dios de ser alabado por todas las naciones.

“Aquellos que ya han probado y visto la belleza de Cristo deben hacer todo lo que puedan para ya sea que envíen a otros o vayan ellos mismos a todos los que aún no han oído,” dijo Kizziah.

El 25 de febrero en Sagemont Church en Houston, David y su esposa Katie, quienes se conocieron cuando eran muy jóvenes en un viaje con International World Changers, fueron comisionados como misioneros de la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés). Desde la plataforma, la familia Kizziah dijo a la congregación, “Somos David y Katie y nuestras historias están conectadas al Autor de la Gran Historia y nos unimos a Él para extender el Evangelio entre los pueblos del África Subsahariana.”

Los Kizziah, junto con otros 23 candidatos que fueron comisionados, escucharon a David Platt, el presidente de la JMI, llamarlos a enfatizar la proclamación del Evangelio.

“Eso es exactamente lo que estos hermanos y hermanas han sido enviados a hacer, a hablar del Evangelio por todo el mundo,” dijo Platt.

“Es lo que cada uno de nosotros que hemos puesto nuestra fe en Cristo tiene el espíritu para hacer–para hablar. Tenemos el poder del Espíritu de Dios para poder hablar palabras que causen un cambio eterno en los corazones de las personas.”

Entre los candidatos, nueve ya habían servido previamente con la JMI como “journeymen” o a través de International Service Corps. El grupo también incluyó a un doctor en medicina, un veterinario, un granjero, varios profesionales de los negocios y otros que ya servían en puestos ministeriales.

Con base en el Libro de los Hechos, Platt dijo que esperaba animar a los nuevos misioneros, aunque estaba dirigiendo sus comentarios a aquellos en la congregación que creían que deben ser “súper cristianos” antes de ser usados por Dios, como lo eran Pedro y Pablo.

Señalando que el Evangelio se dispersó en Judea y Samaria a través de creyentes anónimos, Platt describió que el movimiento en Hechos estaba formado por “gente ordinaria con poder extraordinario para predicar, orar, ofrendar y sufrir por la expansión del Evangelio hasta lo último de la tierra.”

Muchos de los misioneros lloraban mientras cada uno declaraba públicamente sus intenciones de proclamar el Evangelio entre los que aún no han sido alcanzados. Las palabras usadas no siempre son las mismas, pero el mensaje central quedó claro: “Iremos.”

Platt les aseguró que la gente iba a orar por ellos, especialmente en los momentos de sufrimiento, que seguramente tendrán.

“Esta noche estamos orando por gracia para ustedes en el momento en que venga el valle o cuando venga ese problema, o venga esa tragedia–que en esos momentos se aferren a Cristo como su fuente de vida,” dijo Platt. “Y será evidente ante las personas a su alrededor que Cristo es mejor que la vida misma.”

“Puede ser que nuestro sufrimiento sea inevitable, pero, hermanos y hermanas, subrayen lo siguiente: nuestra misión es imparable.”

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  • Por Marie Curtis