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SIDA: Solamente otra manera de morir


KATSE, Lesoto (BP)–Muertes y funerales. Oración por los moribundos y sus familias. Más muerte.

Es una forma de vida para el pueblo basoto que vive en la nación africana de Lesoto.

“Ellos piensan que el VIH/SIDA es solamente una forma más de morir,” dice John Younker, un misionero de corto tiempo que sirve en Lesoto, un país rodeado por África del Sur. “Cuando usted conoce a una persona en Lesoto, o conoce a una persona en mi pueblo, las posibilidades son que tenga SIDA, o las posibilidades son que sea VIH positivo.”

La enfermera de la clínica local estima que más de 400 personas de entre aproximadamente 750 en el pueblo son VIH positivo, dice Younker, quien sirve en Lesoto a través de los ministerios colegiados de la Convención Bautista de Georgia en asociación con la Junta de Misiones Internacionales.

“Ellos viven una vida tan dura que si usted resulta VIH positivo, no es una vida hecha añicos, ni un evento que le sacude la vida porque [usted piensa]: ‘Bueno, voy a morir en las minas’ o ‘voy a morir de una caída de caballo’ o ‘voy a morir en un accidente automovilístico’ o ‘usted va a morir de algo más,” dice él.

“¿Por qué no SIDA?” pregunta Drew Hooks, compañero de equipo de Younker, también de Georgia.

En esta área, alguien muere de SIDA cada semana.

Younker dice que algunos de sus amigos basotos contraen deliberadamente el VIH/SIDA porque saben que sus familias obtendrán ayuda del gobierno o de una organización de ayuda. Algunas veces este sacrificio es todo lo que mantendrá a los miembros de la familia vivos un año más.

En los pueblos de alrededor, más del 65 por ciento de la población está infectada con VIH/SIDA, dice Alan Dial, misionero de la JMI. La mayoría morirá dentro de los próximos 18 meses. Ese conocimiento trae un sentido de urgencia.

“Sé que una persona que está sentada allí, puede que no esté aquí la próxima semana,” dice Babs Dial, la esposa de Alan. Junto con su esposo, ella trabaja para esparcir las historias de Jesús tan pronto como puedan antes de que haya otra muerte. “Yo los reúno; él les cuenta de Jesús,” dice ella.

Cuando la gente está muy enferma para caminar más y poder oír a Alan contando las historias de Jesús, Babs amablemente carga con su peso para ayudarlos el resto del camino.

“Siempre hay alguien enfermo,” dice ella. “…Todo lo que puedo hacer es orar por ellos y compartir sobre Cristo.”

Ella cuenta de numerosos amigos que han muerto de tuberculosis y pulmonía, complicaciones ocasionadas por el SIDA.

“El 25 por ciento de los niños basotos son huérfanos por causa del VIH/SIDA,” dice Alan. Aunque la mayoría de las familias tienen muy poquito, ellos tratan de integrar a esos niños en sus hogares y comparten la comida y la ropa.

Sin embargo, la vida es difícil, y no es inusual ver a un niño en una tormenta de nieve envuelto solamente en una toalla.

Aproximadamente 12.000 de esos niños también tienen VIH.

Alan cree que el pueblo basoto está muriendo. En un pueblo de más de dos millones, aproximadamente 270.000 basotos tienen el virus y cerca de 50 personas mueren cada día.

El primer caso conocido en Lesoto fue en 1986. A principios de los 2000, el gobierno había declarado una pandemia nacional.

“Lo más difícil para mí es mirar a los basotos morir día a día sin poder alcanzarlos [con el evangelio],” dice Alan. “Estadísticamente, si nada cambia en Lesoto, los basotos dejarán de existir como pueblo en menos de 26 años.”

Algunos de los pueblos están enclavados en las cordilleras, escondidos por profundos valles y barrancos. Los Dial contratan guías y rentan pequeños caballos de montaña, algunas veces viajan días enteros para llegar los pueblos. Ponen carpas para dormir y pasan tantos días como les es posible contando historias bíblicas.

Los basotos quieren saber sobre Jesús, dicen los Dial. A menudo algunos corren detrás de ellos cuando dejan el pueblo y les piden que les cuenten una historia más.

Con lágrimas en los ojos y una dulce sonrisa, “Mema Khotso” (“madre de paz”), como se conoce a Babs, se inclina sobre un hombre moribundo. Ora con él sabiendo que él no tiene mucho más tiempo de vida. Delgado, con solamente piel que le cuelga de los huesos, está en la etapa final del VIH/SIDA. Mientras yace en una lona impermeable bajo el cálido sol, le pide a Jesús que entre a su corazón.

“Puede ser desalentador cuando tantos mueren,” dice ella. “Pero también es una oportunidad para dar el evangelio.”

“Lo que ellos realmente necesitan es una relación salvadora con Jesucristo de manera que puedan conocer lo que significa vivir y no lo que significa morir,” dice Younker, “porque aquí cada uno está en la ruta de la muerte.”
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Jace A. Williams escribe para la oficina internacional de Baptist Press. Para leer más acerca de los Dial y su amor por los basotos, visite prayforthebasotho.org.

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  • Por Jace A. Williams