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Las lenguas madres ascienden con canciones de fe


KATMANDÚ, Nepal (BP) —La emoción era palpable en medio de las cautelosas pero fervientes oraciones mientras las mujeres nepalíes se enjugaban las lágrimas con sus rebozos y los hombres dejaban que la intensidad de la alabanza plisara su ceño.

Un hombre levantó sus temblorosas manos en alabanza durante el taller musical en Nepal.

“Si nunca has alabado con tu lengua materna, quiero darte esa oportunidad ahora mismo,” dijo Deepak Nepali*, líder del taller, ante los participantes.
Para muchos, ciertamente fue un momento de alabar a Jesús en su propio idioma en una tierra donde el nepalí es el idioma oficial en las escuelas, los negocios y las iglesias.

Mientras los lenguajes cobraban vida en las oraciones y las alabanzas, las agudas notas de las canciones tibetanas tradicionales revelaban un corazón que anhela a Dios. Los idiomas casi olvidados encontraron un aliento en las letras que los participantes escribieron en un cuaderno de papel. Los tambores tradicionales sonaban con alabanzas al Salvador.

El etnomusicólogo Ethan Leyton*, quien ayudó a coordinar el taller de cuatro días el otoño pasado, dijo que fue un momento histórico que los 16 grupos de personas escribieran 120 canciones en 18 idiomas.

“[Dios] quiere que todos los presentes usen su idioma materno, la lengua de su corazón, el lenguaje en el que oran, en el que sueñan, el idioma en que hablan con los miembros de su familia,” observó Leyton.

Los participantes descubrieron la música escondida en sus corazones—una música que había sido olvidada, reprimida, nunca realizada o sin una oportunidad de tener alas o palabras para volar.

Enseñanza apasionada

La música le apasiona a Deepak Nepali, igual que los idiomas, la cultura y pasar su fervor a sus compatriotas.

A veces Deepak saltó de un pie al otro, dirigiendo al grupo en alabanza, “Yo necesito a Jesús, tú necesitas a Jesús, Nepal necesita a Jesús.” Se abría camino hacia los participantes menos entusiastas y, con sus energéticas expresiones faciales, conseguía dibujar una sonrisa y una participación de todo corazón.

“¿Qué tan seguido usas tu idioma materno?” preguntó a dos jóvenes del pueblo tamang.

“Cuando estamos fuera cortando el pasto,” respondieron, riendo. Rápidamente estos jóvenes descubrieron que podían hablar con Dios y alabarlo en un idioma que por muchos años había estado fuera de los límites de la alabanza.

“Estamos aquí para escribir nuevas canciones, y también para comenzar una nueva historia,” dijo Nepali, cuya enseñanza variaba de acuerdo a la audiencia y a lo que sentía que le pedía el Espíritu Santo que dijera.

Espontáneamente echó sus planes por la ventana y abrió el piso para que los creyentes oraran en su lenguaje materno. En Nepal, como en muchos lugares en Asia, los creyentes oran en voz alta y simultáneamente.

“Incluso si no cuentas con el vocabulario, pídele al Señor que lo libere y que te dé las palabras,” dijo Nepali.

Un creyente tamang comenzó a orar en tamang pero titubeó y cambio al idioma nepalí durante la sesión improvisada.

Hay poder en la alabanza y en la canción, dijo Leyton. Para la gente que nunca lo ha hecho en el idioma de su tribu, es una experiencia que les cambia la vida.

Unidad en la diversidad

Se ha instado a las iglesias a que solamente usen el nepalí en la alabanza como una manera de unificar al pueblo, dijo Leyton. En general, la mayoría de las iglesias en Nepal no alientan la incorporación de otros idiomas o de instrumentos tradicionales en los servicios de alabanza. “La iglesia era el lugar donde puedes sentir que todos son iguales,” dijo.

Leyton y Nepali estaban nerviosos al haber reunido a diferentes grupos étnicos provenientes de diferentes castas, temiendo que fuera un asunto divisivo. Pero no lo fue.

“De hecho unió a las personas porque todos se sintieron validados y cada uno está viendo que Jesús puede ser alabando en todos estos idiomas y lo están apreciando y se están dando cuenta que es importante,” dijo Leyton. “Es hermoso ver que todos se unen.”

Leyton dijo que le encantó escuchar a cuatro creyentes mayores lorung rai escribir y presentar canciones con la riqueza de la historia de su pueblo.

“Esto es su alma. Esto es el alma del pueblo lorung rai fluyendo en una canción alabando a Jesús. Realmente se sintió como si hubiéramos regresado 50 ó 100 años en el tiempo,” dijo Leyton.

Lo conmovió una canción de Anila Rai.

“Ella alcanzó esta nota aguda… se sintió como si fuera mejor que Aretha Franklin,” dijo Leyton. “Esa nota sigue sonando en mi cabeza. Incluso cuando no tenía idea de lo que estaba cantando, yo sabía que estaba adorando a Jesús y que lo estaba haciendo con la música en su corazón…, ese fue uno de los pocos segundos que voy a atesorar en lo profundo de mi corazón por mucho tiempo.”

Muchos pueblos trabajaron hasta muy entrada la noche, creando canciones que no les permitían dormir hasta que las hubieran escrito. Un hombre dijo que soñó unas palabras y despertó, las escribió y pudo volver a dormir.

Además de canciones de alabanza y adoración, los creyentes escribieron canciones navideñas, nupciales, de testimonio personal y evangelísticas. Los asistentes del pueblo sampang rai escribieron las primeras canciones jamás antes escritas en su idioma, ya sean seculares o religiosas.

Los participantes tomaron muy en serio la responsabilidad de compartir su música de alabanza con su gente.

“No teníamos ninguna canción cristiana en nuestro idioma; ahora tenemos ocho,” dijo un creyente del pueblo dimal. “Ahora, estamos pidiendo saber cómo usar estas canciones para compartir la gloria de Dios con nuestro pueblo.”

Otra meta del taller era usar las nuevas canciones como una herramienta de ministerio.

“Espero que Dios ponga en tu corazón una oración para que cada idioma, cada tribu, pueda cantar y predicar la alabanza a Dios,” dijo Nepali a los creyentes.

Durante los meses posteriores al taller, Bikram Yekten, un pastor del pueblo limbu, reportó que seis limbus se convirtieron después de escuchar las canciones de alabanza.

Un hombre mayor del pueblo nachhiring rai colapsó encima de un mazo de heno, exhausto después de 30 minutos de danza en un evento evangelístico en un pueblo cercano. Se quitó su gorra de beisbol para dejar escapar el calor en su cabeza. No podía dejar de sonreír.

El hombre danzó inspirado por su corazón, cantando las canciones de alabanza que le ayudaron a escribir en su lenguaje, el mismo que le enseñaron sus ancestros.
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*En Nepal, usualmente el apellido de una persona es el nombre de su tribu. **Seudónimos.
Caroline Anderson escribe desde Asia para la Junta de Misiones Internacionales, IMB.

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  • Por Caroline Anderson