ASIA ORIENTAL (BP) — Jia Liang* no descansa durante toda la tarde, asegurándose que los invitados nunca vean el fondo de los tazones de porcelana, que deben estar siempre llenos de arroz y guisado de pescado.
En Asia Oriental, es una tradición que las mujeres hacen el papel de anfitrionas, pero esta noche, bajo un cielo estrellado, Liang sirve a los miembros de la familia y amigos que le ayudaron a sembrar sus campos con arroz. La mayoría de ellos son creyentes y asisten a la casa-culto de Liang, aunque no todos.
Hace dos años, sin embargo, Liang era un feligrés atormentado y temeroso de los ancestros y los ídolos.
“Encontré a Cristo en una situación muy difícil,” dijo Liang, de 29 años, quien ahora es un tranquilo y sencillo líder de una casa-culto. “Estaba enfermo.”
El temor a la muerte lo paralizaba al punto que se sentía morir. La mayoría de los días, cuando el miedo se manifestaba a diario en forma de una enfermedad física, no podía recobrar la energía suficiente para levantarse de la cama.
Jiu Wang*, una de las vecinas cristianas de Liang, le dijo que los espíritus malvados eran los causantes de su miedo. Ella le animó a que siguiera a Cristo y le dijo que Él tenía el poder para liberarlo de su temor.
“Si sigo a Cristo, ¿qué van a decir de mí mis familiares?” preguntó Liang, ya que toda su familia adora ídolos.
Un doctor brujo le dio a Liang 30 bolsas de medicina para curar su miedo, y él decidió probar eso antes de probar a Dios.
La medicina no funcionó, y la esposa de Liang invitó a Wang a visitarlos.
Estaba lloviendo cuando llegó Wang.
“Oré a Dios y le pedí que detuviera la lluvia,” dijo Wang. Ella le dijo a Liang que Dios lo sanaría.
“¿Tienes fe? le preguntó Liang.
Liang decidió creer en Cristo. La lluvia cesó, y Liang fue sanado de su temor.
“Porque creo en Cristo, tengo una esperanza eterna,” dijo Liang. “No tendré más miedo a la muerte porque Él es el Dios eterno, vivo.”
Catorce miembros de la familia de Liang y amigos cercanos comenzaron a seguir a Cristo después de ver que el Señor había liberado a Liang de su miedo a la muerte.
Liang siente una gran carga por un joven en especial. Ya que él fue el primero en tener fe, se le considera el líder de su casa-culto. Él mantiene el balance entre ser el líder de la iglesia, criar a una familia y tender la siembra de arroz, frijoles de soya, camotes y café que ayudan a sostener a sus demás familiares.
Liang recibe guía espiritual de un creyente en una comunidad cercana pero el resto de su conocimiento bíblico viene al leer las Escrituras.
Él y los otros creyentes comparten sus cargas y se ayudan mutuamente en los campos y en su fe. Las casas que cubren escasamente este valle no tan fácilmente son alcanzadas por los visitantes. El aislamiento significa que los miembros de la comunidad dependen mucho uno del otro para todo, desde ayuda en los campos hasta la oración.
Durante el tiempo semanal de alabanza, los creyentes, que ahora suman unos 20, oran por lluvia para las siembras, por las familias que han perdido a sus bebés en un aborto involuntario y para que sus vecinos y miembros de la familia acepten la verdad de Dios. Cantan su agradecimiento a Dios por su fidelidad al contestar sus oraciones.
Liang le ha contado a su casa-culto que soñó que escuchó una voz que le decía, “ve a compartir el Evangelio.” Sus esperanzas y oraciones se han estimulado más pidiendo un avivamiento que cubra a todos los hogares de las 200-300 personas esparcidas por las montañas, cuando los hombres y mujeres escuchen y acepten la verdad sobre Jesús.
No sabe cómo ha de venir el avivamiento, sólo sabe que sus miembros están contando historias bíblicas a otros mientras están trabajando en el campo y compartiendo los alimentos con sus vecinos.
Ahora mismo, dice, los creyentes saben cómo explicarles a otros el sacrificio de Jesús en la cruz. Están aprendiendo nuevas historias bíblicas y cómo compartirlas con los no creyentes.
Su tiempo de aprendizaje llega luego de largos días sembrando arroz, recogiendo granos de café y alimentando a los pollos y cerdos.
Cuando pueden compartir las historias bíblicas con sus vecinos, el miedo que tienen a los espíritus y su deseo de apacentar a sus ancestros evita que muchos acepten las Buenas Nuevas. Pero estos creyentes han visto que la fe en Cristo curó el miedo de Liang y cambió sus propias vidas.
Liang pide oraciones por:
— Que la verdad se disperse por toda las aldeas de las montañas.
— La valentía de los creyentes mientras comparten el evangelio en los arrozales y patios de sus vecinos no creyentes.
— Unidad, sabiduría y entendimiento mientras los creyentes crecen en su fe.
“Ahora estamos todavía en la etapa de infantes,” dice Laing. “Así que básicamente, estudiamos la Biblia juntos y compartimos y nos alentamos el uno al otro y oramos unos por los otros.”
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*Los nombres han sido cambiados. Caroline Anderson escribe para la Junta de Misiones Internacionales., IMB.