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EDITORIAL: Necesitamos VERDAD con letra mayúscula


SAN ANTONIO, Texas (BP)–No cabe duda que estamos pasando por tiempos críticos en nuestro país. La lista de nuestras dificultades parece no tener fin. Mientras el petróleo aumenta en costo a lo diario, bancos hipotecarios juguetean entre la solvencia y la bancarrota. Técnicamente los economistas nos aseguran que no estamos en una recesión económica, a lo menos por ahora, pero para aquel que acaba de perder su trabajo tales argumentos suenan vacios.

En estos días del noticiero constante es difícil no oír del empeoramiento del medioambiente, crímenes al través del país, guerras que parecen no tener fin y tanto más. Irónicamente, la preocupación puede resultar profética, ayudando a remachar lo que quisiéramos evitar. Pero, en mi opinión, la crisis mayor que sufrimos es la carencia la de VERDAD, con letra mayúscula, en el cuerpo político. Necesitamos verdad que es como el amor; verdad que nunca deja de ser. Tal verdad es la misma hoy y mañana; no deja de ser importante porque se vuelve inconveniente.

Al contrario, lo que a menudo pasa por verdad hoy en día es la opinión propia que se repite hasta que vence la lógica y el sentido común. Se ha dicho que la apariencia es realidad y no hay nada nuevo en esto. Pablo reconoció que el mundo es propenso a cambiar la verdad por la mentira (Romanos 1:25).

Para recobrar la verdad necesitamos voces honestas en todas las arenas de la sociedad, y el cristiano tiene ventaja en este respecto. Recordemos que somos la luz del mundo (Mateo 5:14). La luz siempre desparrama las tinieblas y trae todo dentro de su esfera a la claridad. Lo primero que la luz despeja es la mentira, el pecado, y la falsedad dentro de uno mismo. Esto es importante porque somos egoístas, y el “yo” tiene que morir para dar lugar a la verdad. El cristiano, más que cualquier otra persona, tiene la capacidad de ver las realidades económicas y sociales por lo que son sin tener que distorsionar o cubrir para ganar algún punto transitorio.

Como el Salmista, el cristiano lo toma todo en contexto e interpreta honestamente las cosas. David declara: Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan (Salmo 37:25). Este es el testimonio de uno que ha vivido una vida entera. Conoció tiempos de abundancia y tiempos de escases. Pero como Pablo que también experimento todos los extremos económicos de la vida (Filipenses 4:12-13), David llego a la única conclusión que la realidad misma soporta. La verdad de Dios siempre encaja con la experiencia humana. El que dedica su vida a la verdad sabe que no hay un vaso medio vacío que no esté a la vez medio lleno.

Téngalo por seguro que en este tiempo antes de las elecciones presidenciales la verdad está siendo manipulada, ajustada, seleccionada, y echada a bailar como un trompo por todos los partidos políticos. Pero el cristiano no esta tan pronto a recibir lo que oye sin mucho cuidado. En 2 Corintios 2: 17 el apóstol Pablo nos advierte: “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.”

En cada generación siempre ha habido aquellos que se dedican a engañar la gente. Medrar es lo que un parlero hace cuando embotella algún supuesto remedio medicinal y lo promueve como si fuera un jarabe para toda dolencia. Los ignorantes lo compran y pierden su dinero si no su salud, o peor, su vida.

Pero las palabras del cristiano tienen un origen y sonido diferente. Sabiendo que todos seremos juzgados por lo que sale de nuestra boca y las intensiones del corazón (Mateo 12:36; 1 Corintios 4:5; Hebreos 4:12), el hijo de Dios reconoce que hablamos con sinceridad, sin interés escondido; hablamos como de parte de Dios. Somos sus representantes en cualquier área de nuestra plática. La charla más insignificante no deja de ser reflejante de nuestra relación a Dios y nuestra vida “en Cristo.” Y por último, hablamos “delante,” o sea, ante la presencia de Dios. El es testigo de todo lo que sale de nuestra boca.

Pablo conocía bien las falsas voces de su día y veía el resultado trágico en vidas destruidas por la mentira y el engaño. No caiga victima al vocerío que apantalla como verdad. El cristiano no se deja llevar por las voces penúltimas en el mundo. Recuerde que Dios tiene la última y segura palabra para nosotros.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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